Llama al abogado
Ganar se vuelve algunos d¨ªas un asunto s¨®rdido, que obliga a descensos casi morales, aunque leg¨ªtimos
Nunca acaba de contarse la historia de un partido de f¨²tbol. Ni aunque sea malo. Abarca tantas vertientes, que si antes de que empiece olvidas entregar un papel, o leerlo, tambi¨¦n puedes buscarte la ruina y, casi risiblemente, perder el encuentro. Tal vez constituya esa una buena ocasi¨®n para ensayar tu cara de tonto. En esos casos imprevistos, todo lo que suceda en el campo deja de contar, y el f¨²tbol se vuelve una historia de despachos, con abogados de por medio. A veces hasta las mejores historias de amor, o de belleza, acaban as¨ª, con alguien gritando que lo importante es la ley, y no si hubo amor verdadero, del que quiz¨¢ queden a¨²n restos, o si un equipo marc¨® m¨¢s goles que otro. Solo alcanzan un desenlace verdadero cuando se aplica sobre ellas la fuerza del derecho.
Ganar se vuelve algunos d¨ªas un asunto s¨®rdido, que obliga a descensos casi morales, aunque leg¨ªtimos. Perder o ganar un partido en un despacho te puede parecer descorazonador, feo, pero a la postre es necesario. Alguien, en desacuerdo, balbucear¨¢ ¡°es que¡¡±. Es que nada. En ¨²ltimo t¨¦rmino, en el cumplimiento de todas las normas, hasta las m¨¢s inocentes o sosas, hay algo de belleza. Cuesta estar de acuerdo, claro. Pero si el recurso del Levante contra el Bar?a por alinear a Chumi hubiese prosperado, siempre y cuando se hubiese presentado en plazo, habr¨ªa sido tan bueno para el f¨²tbol como cualquier error o acierto que tiene lugar en el terreno de juego. No estamos en la era de la ingenuidad. El mundo es un sitio tan hosco que ya ni se escriben cartas a mano y se lanzan a un buz¨®n, as¨ª que c¨®mo ponernos rom¨¢nticos con el f¨²tbol verdadero, entre jugadores, y el que se libra en los despachos, entre abogados.
Existen siempre cientos de tr¨¢mites sin importancia que conducen, al final, a lo importante. Hay etapas en que ni siquiera se llega a lo importante, y todo es ligero, banal y nimio. Pero a¨²n as¨ª, tienes que seguir cumpliendo con los tr¨¢mites min¨²sculos. C¨®mo estar seguro de que un asunto secundario no cobrar¨¢ valor de repente. Al Madrid, hace tres a?os, alinear contra el C¨¢diz a Cheryshev, que arrastraba una sanci¨®n de su anterior club, le vali¨® la expulsi¨®n de la Copa. Su presidente aleg¨® que no recibieron un papelito con la notificaci¨®n del castigo. Fue menos dura la eliminaci¨®n que las risas. As¨ª que tal vez sea hora de reconsiderar los peque?os tr¨¢mites. El mundo est¨¢ lleno de ellos. Para cualquier asunto son cientos. Hay un personaje mayor, inspirado en Philip Roth, en la primera novela de Lisa Halliday, que al llegar la noche recorre la habitaci¨®n, apaga el tel¨¦fono, apaga el fax, apaga las luces, se sirve un vaso de leche de soja con chocolate, cuenta un montoncito de p¨ªldoras, etc¨¦tera, etc¨¦tera, etc¨¦tera. ¡°Cuanto mayor te vuelves, m¨¢s cosas tienes que hacer antes de acostarte. Yo tengo que hacer un centenar¡±, dice. Y solo se trata de dormir, no de ganar un partido de f¨²tbol.
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