C¨®mete los huevos fritos
?Creyeron Illarra, Theo, Odegaard, qui¨¦n sabe si Brahim, en el momento de firmar por el Madrid, que todo ser¨ªa una fantas¨ªa pasajera?
Personas j¨®venes, insaciables, con talento, que se van a comer el mundo r¨¢pido, casi con las manos, crudo, siempre hubo. Personas que al cabo no se lo comen, sino que el mundo, que result¨® muy distinto a como cre¨ªan, los devora a ellos, habr¨¢ siempre tambi¨¦n. Es la lucha eterna entre lo que iba a ser y al final es. A cierta edad, la aspiraci¨®n irrefrenable de empezar por el final, entendido como ese momento en el que se alcanza ¨¦xito y fama, lo puede todo. Nada hay de anormal en ello. Qu¨¦ se podr¨ªa esperar de un joven futbolista, pongamos, que no quiera ser el mejor, y que al comienzo de su carrera, cuando jugar cumple para ¨¦l con los requisitos de la felicidad total, no sue?e en secreto que llega a serlo. Aunque es sabido que a veces los sue?os no se cumplen.
Tal vez nunca sea el mejor futbolista, pues salvo unos poqu¨ªsimos elegidos nadie lo es, pero en su cabeza, cuando no est¨¢ a¨²n demostrado que no se cumplir¨¢n sus sue?os, siempre rondar¨¢ la idea de convertirse en una estrella; una estrella que est¨¢ en el sitio correcto, en el momento perfecto. Seguramente no llegar¨ªa a nada si as¨ª no fuese. La ambici¨®n humana, mezclada con la juventud, lo desmadra todo. ?Creyeron Illarramendi, Theo Hern¨¢ndez, Odegaard, qui¨¦n sabe si Brahim, en el momento de firmar por el Madrid, que todo ser¨ªa una fantas¨ªa pasajera? En el tiempo que uno no llega a¨²n a los 20 a?os es f¨¢cil pensar que la primera oportunidad es la definitiva, y por eso apenas se presenta, como si fuese un milagro, muchachos sin madurar acuerdan fichar por un gran club, y aventurarse a lo desconocido. Ser¨ªa fant¨¢stico, cuando la ocasi¨®n se presenta, y crees que ser¨¢ la primera y la ¨²ltima, que alguien te hablase de aquel personaje de Un lunar en el sol que exclamaba ¡°?Quiero volar! ?Quiero tocar el sol!¡±, y su mujer, enfriando su voracidad, le respond¨ªa: ¡°Primero c¨®mete los huevos fritos¡±. Nadie piensa a esa edad en serio que algo puede salir mal. Y si sale, no pasar¨¢ nada. Ah¨ª est¨¢ el error. Siempre pasa, y lo peor es que nunca adivinas qu¨¦ ser¨¢ lo que pase cuando las aspiraciones se descabalguen. Pero un joven no desperdicia nada, ni siquiera la convicci¨®n err¨®nea de que ¨¦l acierta y el mundo entero se equivoca.
A veces la crueldad con la que cambian las carreras de algunos j¨®venes, de quienes los clubes esperan que sean genios a los pocos minutos de firmar, y si no es as¨ª los empujan a la salida, recuerda a La larga marcha, aquella novela que Stephen King public¨® en 1979 bajo el seud¨®nimo de Richard Bachman, En ella cien j¨®venes, entre millones, son seleccionados para tomar parte en una carrera en la que los participantes no pueden detenerse ni aminorar el paso por debajo de los seis kil¨®metros por hora. Los que se descuelgan o se detienen son ajusticiados, hasta que solo queda un marchador en pie, cuyo premio ser¨¢ recibir cualquier cosa que ¨¦l desee durante el resto de su vida.
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