Las luces largas con Marcelo
Lo quieren retirar en la mejor edad de su carrera: al borde de los treinta. La fuerza del impacto tiene m¨¢s peso que la trayectoria para la impaciente opini¨®n p¨²blica. Por suerte, Solari piensa de otra forma
La ventana abierta. El Real Madrid cambi¨® como por arte de magia. Hab¨ªa un ambiente cerrado y la ventana la abri¨® Vinicius, para que entrara el viento huracanado del entusiasmo juvenil. Por ah¨ª entr¨® tambi¨¦n el sol tibio de la clase que representa Benzema, esta vez con una luz renovada. Mucha literatura, lo s¨¦, pero yo no tengo la culpa de que cada jugador traiga sus propias met¨¢foras. Lo cierto es que el contagio aire¨® al equipo entero, que hoy se ve solidario, en¨¦rgico, seguro. No le vamos a quitar importancia a la resurrecci¨®n f¨ªsica de jugadores claves, pero ¡°los milagros son hijos predilectos de la fe¡± (Stefan Zweig), de manera que el acento hay que ponerlo en ese disparadero del talento que es la confianza. Lo cierto es que al equipo que necesitaba una revoluci¨®n, le bast¨® con que un ni?o abriera la ventana para que al entrenador le sobren titulares.
La ventana que quieren cerrar. Exageramos el presente hasta l¨ªmites rid¨ªculos. Se miden los instantes. Marcelo lleg¨® al Madrid siendo un ni?o para llenar la nostalgia de un crack como Roberto Carlos. En diez a?os creci¨® hasta convertirse en el mejor lateral izquierdo del mundo. Lo hizo a puro f¨²tbol. Le falt¨® rigor defensivo hasta en la pinta, pero saca la pelota desde atr¨¢s con claridad, agita el juego en mitad del campo y en los ¨²ltimos treinta metros desequilibra, hasta extremos viciosos, por virtuosismo t¨¦cnico, clarividencia y clase. En el cl¨¢sico se le conden¨® por regresar demasiado relajado a ocupar su lugar en el gol del Barcelona y el error se elev¨® a categor¨ªa. Lo quieren retirar en la mejor edad de su carrera: al borde de los treinta. La fuerza del impacto tiene m¨¢s peso que la trayectoria para la impaciente opini¨®n p¨²blica. Por suerte, en este caso, Solari pone las luces largas.
Un juego dram¨¢tico. Messi deja el campo durante unos minutos frente al Valencia y se lleva todas las miradas, tambi¨¦n las del ojo televisivo. Le masajean la pierna para aliviarle el dolor de un golpe y el futuro del club queda suspendido en ese instante. Hay miedo y sobran razones. Todos saben, con la correspondiente angustia, que sin Messi es m¨¢s f¨¢cil que se caigan dos grandes fichas del presente (Copa del rey y Champions) que har¨ªan trizas el futuro. Qu¨¦ fr¨¢giles son los equipos de f¨²tbol y no solo en lo que respecta a un equipo grande y a un genio. Basta con que al Celta le falte Iago Aspas para que en cinco partidos se le derrumben sus aspiraciones europeas, caiga a zona de descenso y festeje un triunfo a mitad de temporada como si se tratara de un t¨ªtulo. El que quiera vivir tranquilo que se olvide del f¨²tbol.
Y solo puede empeorar. Todo conspira contra la previsibilidad: hay picos emocionales, interviene la suerte, se equivocan los ¨¢rbitros¡ Como si fueran pocas variables llegan nuevos elementos, como el cansancio y las distracciones, para m¨¢s incertidumbres. A las dos novedades las impulsa el negocio, que orde?a a los futbolistas dentro y fuera de la cancha. Dentro, jugando un partido cada tres d¨ªas; fuera, activando el marketing. Es imposible pedir regularidad jugando a cada rato y exprimiendo la imagen de los jugadores. Hay que sumar viajes, compromisos sociales, atenci¨®n a los periodistas¡ A quien no le afecte ese tute es un superh¨¦roe. La afici¨®n se desconcierta cuando a un partido muy bueno le sigue otro malo. Luego se lo explicamos desde lo t¨¢ctico, t¨¦cnico y psicol¨®gico. Pero antes que nada pesa la sobrecarga f¨ªsica y mental, una peste que infecta al juego y estafa al aficionado, que cada d¨ªa paga m¨¢s por ver un espect¨¢culo peor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.