Zidane dijo s¨ª y Cristiano dijo yo
Si Zidane alcanz¨® la gloria y Simeone su mayor humillaci¨®n, a lo mejor tuvo algo que ver un tal Ronaldo
Y Zizou dijo s¨ª¡
Sobraron las palabras porque la respuesta a todas las dudas era Zidane, el hombre sin defectos incluso con esos pantalones. Solo ¨¦l resultaba un¨¢nime en uno de esos momentos divisorios en donde todo es opinable. El discurso de presentaci¨®n fue titubeante, pobre, pero era la fuerza de su presencia la que ten¨ªa todas las respuestas. ?Los jugadores necesitaban un rumbo? Zidane. ?Los aficionados necesitaban una esperanza? Zidane ?La estructura del club necesitaba alguien que espirara f¨²tbol? Zidane. ?Florentino necesitaba un paraca¨ªdas amable? Zidane. Llega avalado por tres a?os fant¨¢sticos y por siete meses que lo llenaron de raz¨®n y lo engrandecieron a¨²n m¨¢s. Tiene barra libre para pedir lo que quiera. En el f¨²tbol hasta las verdades como una casa son provisionales, pero en las grandes crisis cuentan los minutos. Y en este rato Zidane era estrat¨¦gico y, seg¨²n los cl¨¢sicos, lo estrat¨¦gico no tiene precio.
Y Ronaldo dijo yo¡
La palabra Zidane produjo un impacto reparador en el Madrid, pero la palabra Ronaldo devolvi¨® el debate a la casilla inicial: al Madrid le falta gol. ¡°El gol soy yo¡±, grit¨® Ronaldo desde Tur¨ªn con su colosal partido frente al Atl¨¦tico. Como se trata de un personaje que singulariza las causas colectivas, no se extra?en si dentro de tres meses transforma el ¡°Reyes de Europa, somos los reyes de Europa¡±, por el ¡°Rey de Europa, soy el rey de Europa¡±. No es Zidane frente a Ronaldo porque los dos formaron una pareja complementaria y ganadora. Pero me parece oportuno recordar que este juego les pertenece a los jugadores. Los entrenadores se merecen las fortunas que ganan por hacerse cargo de la totalidad de lo que ocurre en un campo de f¨²tbol y pagar con una lapidaci¨®n p¨²blica, cuando no con su puesto, las derrotas. Pero si Zidane alcanz¨® la gloria y Simeone su mayor humillaci¨®n, a lo mejor tuvo algo que ver un tal Ronaldo.
Machos
Durante m¨¢s de un siglo el f¨²tbol nos habl¨® de la masculinidad. Desde Rita Pavone que nos reprochaba, cantando: ¡°?Por qu¨¦, por qu¨¦, los domingos por el f¨²tbol me abandonas?¡±, hasta el humo del puro y el insulto como est¨¦tica y representaci¨®n de la hombr¨ªa en las gradas. Las mujeres eran un impedimento para disfrutar del f¨²tbol o una clara minor¨ªa (como habitantes de las tribunas). Valiente minor¨ªa, como todo lo que es contracultural. Tambi¨¦n en la intimidad del vestuario eran una unidad de medida de ese universo cutre. En una ocasi¨®n de tiempos prefeministas, un utillero que tem¨ªa por el futuro del club dijo, en el silencio del vestuario: ¡°En este equipo m¨¢s de la mitad de los jugadores no enga?a a sus mujeres. As¨ª no nos salva nadie del descenso¡±. Uniendo, de un modo estrafalario, machismo, f¨²tbol y picard¨ªa.
Bienvenidas
Como el f¨²tbol llega tarde a todas las revoluciones, ah¨ª est¨¢ Simeone agarr¨¢ndose los test¨ªculos, con proporcional respuesta de Cristiano, para valorar el ¡°juego¡± de sus equipos, y Fulvio Colovatti, campe¨®n del mundo con Italia en 1982, suspendido dos semanas como comentarista de la RAI por decir: ¡°Cuando escucho a una mujer hablar de t¨¢ctica se me revuelve el est¨®mago¡±. Por el contrario, el n¨²mero de mujeres que asisten a los partidos crece exponencialmente y el f¨²tbol femenino atrae cada d¨ªa un n¨²mero mayor de practicantes y espectadores. M¨¢s all¨¢ de estos datos, he disfrutado tanto jugando al f¨²tbol y alrededor del bal¨®n me ocurrieron cosas tan maravillosas, que me parecer¨ªa un acto de mezquindad no desearle a la mitad de la humanidad que disfruten del placer que yo sent¨ª. Que se agrande la cancha y que entren cuantas m¨¢s mujeres mejor para ayudarnos a sensibilizar el juego y enterrar de una vez la falacia de que al f¨²tbol se gana por huevos.
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