Cruz Azul: el pueblo y el maleficio que nacieron del cemento
A 90 kil¨®metros de Ciudad de M¨¦xico, un poblado rinde culto al club de f¨²tbol m¨¢s desafortunado de la Liga mexicana
Juan Carlos D¨ªaz est¨¢ acostumbrado a respirar entre polvo. Frente a s¨ª ve una larga banda con una serie de bultos que van cayendo en la parte trasera de un tr¨¢iler. Son los envoltorios ocres y ¨¢speros de cemento. Es un pecado caminar con zapatillas, solo se admiten botas r¨ªgidas que puedan soportar todo adicionadas de un casco de un rojo chillante. La mascarilla es imprescindible para evitar que el aire se vuelva denso. Los labios se empiezan a secar y a fracturar por la resequedad. La f¨¢brica, con l¨²gubre iluminaci¨®n, tritura piedras todo el d¨ªa. Es el tu¨¦tano de Ciudad Cooperativa Cruz Azul, el de la segunda gran cementera de M¨¦xico. En ese pueblo todo es azul y es donde, como D¨ªaz, se rinde culto a su pr¨®spera empresa y a su desafortunado club de f¨²tbol.
Enclavada en las sinuosas laderas, en el Estado de Hidalgo (centro de M¨¦xico), Ciudad Cooperativa Cruz Azul es un pueblo particular. Antes de que la empresa llegara hab¨ªa una peque?a comunidad, Jasso. Pero eso cambi¨®. Jasso mud¨® de nombre, de piel, por la creaci¨®n de un equipo de f¨²tbol. Al entrar al poblado, decenas de anuncios informan de que las calles y carreteras fueron construidas por la cementera, fundada en 1881 por una comunidad de ingleses. Los colores corporativos son los mismos de la bandera de Reino Unido y empapan la mayor¨ªa de las fachadas de los barrios. El vecindario se muestra impoluto. Casi todo all¨ª empieza con la misma palabra: la primaria Cruz Azul, la manufacturera de ropa Azul Sport y hasta el hospital M¨¦dica Azul.
Los obreros caminan apresurados rumbo a la f¨¢brica con sus uniformes tostados, sus cascos de pl¨¢stico y su escudo del Cruz Azul. Los estudiantes transitan por las calles con sus jerseys rojos y azules, los futbolistas, hombres y mujeres, van rumbo a los campos. Todo luce como un mundo a lo Playmobil: peque?o, ordenado, l¨®gico. En mitad del pueblo la colosal f¨¢brica recolecta, tritura, hornea, almacena y empaqueta toda la caliza de las canteras de la zona para producir, seg¨²n datos de la cooperativa, 10 millones de toneladas anuales suficientes para edificar construir 100 veces el estadio Azteca.
De los 1.500 habitantes de la ciudad, no es descabellado asegurar que el 99.9% son hinchas del equipo de f¨²tbol corporativo, el atribulado Cruz Azul, que en diciembre pasado perdi¨® la final de la Liga mexicana como solo este equipo puede perder: dolorosamente. Si la cementera es famosa por el equipo de f¨²tbol, el equipo de f¨²tbol lo es por sus calamitosas derrotas como aquella de 2013 en la que en menos de cinco minutos el Am¨¦rica, su azote, le quit¨® su nombre como campe¨®n al trofeo.
El basti¨®n de la cementera encontr¨® su nombre actual por el balompi¨¦. En la d¨¦cada de los treinta, la Federaci¨®n Mexicana de F¨²tbol impidi¨® registrar a la plantilla con el nombre de la f¨¢brica porque se trataba de un producto. Pod¨ªan haber cambiado el nombre al equipo, pero los due?os de la cementera decidieron hacer lo contrario. "Le cambiamos el nombre a la comunidad, antes era Jasso y se convirti¨® en Ciudad Cooperativa Cruz Azul Hidalgo. As¨ª, nuestro equipo representaba a nuestra ciudad", dice, con picard¨ªa, Gustavo Adolfo Cruz, ingeniero de la f¨¢brica.
Cruz Azul ha cincelado su reputaci¨®n como uno de los equipos con mayor popularidad de la Liga mexicana, pero tambi¨¦n como el m¨¢s desafortunado. Due?os de la derrota imposible, no han ganado el torneo local desde hace 21 a?os, pero han hilado seis finales perdidas y muchos sollozos. Incluso apareci¨® un verbo, cruzazulear, que condensa el dolor del que falla en el ¨²ltimo paso antes de la gloria. "Somos la definici¨®n de perseverancia", dice Jos¨¦ Roberto Cruz, uno de los vecinos. A sus tres hijos les ha inculcado el espinoso amor por el club. "Aqu¨ª nadie apoya al equipo por obligaci¨®n", advierte.
Israel Lugo forma parte del equipo de investigaci¨®n y desarrollo de la planta. A sus 30 a?os ha vestido los mismos colores. Cuando trata de explicar su historia recurre al ¨¢rbol geneal¨®gico de su familia. Su bisabuelo fue uno de los fundadores de la cooperativa que administra los cementos de Cruz Azul. La f¨¢brica qued¨® en manos de un grupo reducido de familias. Ahora, para ser socio, uno debe demostrar alg¨²n lazo de sangre directo para ser aceptado, adem¨¢s de ex¨¢menes de conocimientos.
Antes de ser un obrero de la planta, Israel intent¨® ser futbolista. En el pueblo le ve¨ªan como un h¨¦roe porque a sus 13 a?os firm¨® un contrato por cinco temporadas con Cruz Azul, que juega en Ciudad de M¨¦xico. Durante ocho a?os intent¨® ser profesional, pero el ¨²nico hito fue salir a la banca. As¨ª que decidi¨® probar suerte en la empresa donde han trabajado tres generaciones de su familia. "Lo que no viv¨ª en el f¨²tbol, ahora lo tengo: soy parte de la historia", dice.
El pueblo de Cruz Azul se puede recorrer en menos de un par de horas. Por las angostas calles transitan algunas furgonetas que sirven de transporte colectivo para los trabajadores, algunos de ellos viven en unas peque?as casas alquiladas por la propia empresa. Para hacer las compras del mes hay un centro comercial con un recordatorio de que all¨ª la ¨²nica crom¨¢tica es azul celeste. Lo que impresiona es un amplio sal¨®n de eventos donde a cada lado hay dos grandes cruces que remiten a pensar en cualquier reuni¨®n de una logia secreta. "Aqu¨ª ha tocado Luis Miguel dos veces", cuenta Juan Carlos D¨ªaz. A unos pasos se encuentra un gran auditorio que sirve para funciones de teatro, cine y, claro, para seguir los partidos de f¨²tbol.
La perseverancia del pueblo se remonta a un momento clave: el triunfo laboral de 1931. Los trabajadores de la f¨¢brica hab¨ªan sido despedidos y 192 de ellos lograron, junto con el Gobierno de Hidalgo, comprar su lugar de trabajo por m¨¢s de un mill¨®n de pesos. Este hecho se dio unos a?os antes de la presidencia de L¨¢zaro C¨¢rdenas, quien nacionaliz¨® el petr¨®leo y el control ferroviario. Lo que era una com¨²n empresa se convirti¨® en una cooperativa donde "el socio no aporta capital, sino su mano de obra", como dice Wilfrido Arroyo, gerente de la planta. A partir de ese punto, el modelo econ¨®mico y laboral ha sido ¨²nico en su industria. "Nosotros tenemos un coste social, estamos al servicio de la comunidad. Tenemos esta ciudad y otra similar en Oaxaca, adem¨¢s del pago a todos nuestros jubilados", dice el ingeniero Cruz.
"No ten¨ªamos pensado que el equipo llegara a Primera Divisi¨®n, pero se dieron las cosas. El equipo se paga en el rubro de publicidad. Ahorita anda mal y lo que quieras, pero ya demostramos que por el club no necesariamente vendemos, es por la calidad del cemento", explica D¨ªaz. En el mercado, seg¨²n sus propios datos, son los segundos en ventas.
"?Mi primer recuerdo? ?Qu¨¦ siempre pierden! Puras finales perdidas", suelta entre carcajadas Mar¨ªa Luisa Mart¨ªnez, una vendedora de helados. "Ya no soy tan fan¨¢tico, pero de Cruz Azul comemos", dice el alba?il Miguel ?ngel Sierra. "Vivo a cinco minutos de aqu¨ª y me ilusiona venir al pueblo de Cruz Azul. Me hacen mucha burla, pero prefiero ignorarlos", suelta Seferino Mart¨ªnez.
Hablar del Am¨¦rica es un asunto de censura. En los ¨²ltimos seis a?os les ha arrebatado la Liga en dos ocasiones y son infalibles contra los de azul. "Yo soy del Am¨¦rica, pero si traigo mi playera por aqu¨ª me la andan arrancando", dice Gaudencio Hern¨¢ndez, quien conduce una furgoneta a servicio del pueblo. "H¨ªjole, no digo que le voy al Am¨¦rica, me lo guardo por mi bien", comenta Alberta Corona, cocinera del lugar.
En cada torneo nuevo del f¨²tbol mexicano, Cruz Azul es uno de los equipos que no duda en gastar hasta 45 millones de d¨®lares en fichajes, como lo hizo en el ¨²ltimo a?o. Y cada fin de semana el mundillo futbolero est¨¢ expectante de si los de azul volvieron, o no, a perder. Sus resultados son vol¨¢tiles: hace seis meses eran los l¨ªderes del campeonato y ahora les cuesta ganar a su propia sombra. Su maleficio, su aflicci¨®n. "No hay maldici¨®n. No es mala suerte. Ya habr¨¢ un tiempo en el que nadie nos va a detener", replica Jos¨¦ Roberto Cruz, que en el apellido tiene la identidad de los suyos.
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