Unos ¡®playoff¡¯ con toda la barba
Uno no consigue engancharse en absoluto al juego de los Rockets, pese al espect¨¢culo de su m¨¢xima estrella noche tras noche
Conoc¨ª a Daryl Morey, general manager e impulsor de esta manera tan extrema que tienen los Houston Rockets de jugar al baloncesto ¡ªbasada casi exclusivamente en los tiros de tres puntos y las entradas a canasta, fruto de una combinaci¨®n de datos que parece ya imparable¡ª hace una d¨¦cada. Ven¨ªa de visita a Madrid con el lituano Arturas Karnisovas, que era entonces su responsable de prospecci¨®n de talento internacional, y al que muchos de ustedes recordar¨¢n por sus brillantes a?os en el Barcelona y en la selecci¨®n lituana de los noventa. Nos recuerdo sentados en las gradas del polideportivo Magari?os echando un vistazo al entrenamiento de Estudiantes, aunque ya por entonces su principal objetivo era el fichaje de Sergio Llull, nuestro personal Asterix de la aldea Europa,resistiendo hoy y siempre los cantos de sirena del invasor. Mientras Arturas y yo charl¨¢bamos con la vista puesta en la cancha, el se?or Morey trabajaba en silencio sin levantar la mirada de su iPad. Ya entonces me hab¨ªa contado Arturas ciertas de sus inquietudes vitales, entre las cuales jam¨¢s estuvo practicar o ser siquiera fan del deporte que estaba revolucionando desde su imbatible tableta.
Motivado por los partidos de playoff en marcha tanto en la NBA como en la Euroliga, con los Rockets un a?o m¨¢s como serios contendientes al anillo americano y el Zalguiris Kaunas ejerciendo de cenicienta europea, me entretuve leyendo de nuevo una referencia sobre Morey publicada por Michael Lewis (autor de la aclamada Moneyball) en uno de sus libros, en la cual nos presenta a un personaje obsesionado por los datos y la mejora en la toma de decisiones. Y me dio por imaginar c¨®mo ser¨ªa una conversaci¨®n previa a estos partidos decisivos entre Morey y Saras Jasikevicius (entrenador del Zalgiris), otro perfil radical frente al juego ¡ªa Saras le das un iPad en una pista de baloncesto y m¨¢s vale que el aro tenga una red estrecha y compacta¡ª, capaz de asustar seriamente al gran favorito, el Fenerbah?e de Obradovic: 1-1 en el cruce de playoff con los dos pr¨®ximos partidos en su pista de Kaunas.
Imagino, por supuesto, a dos tipos inteligentes llegando finalmente a un acuerdo para que el t¨¦cnico de laboratorio levantara un poco la vista de la pantalla, siempre y cuando el excesivo jugador ¡ªobligado a vestir ahora con traje y corbata¡ª le asegurase algunas decisiones cr¨ªticas a lo largo del partido basadas en datos y no en la pura inercia competitiva del choque.
Sin embargo, y aqu¨ª necesito ayuda, uno no consigue engancharse en absoluto al juego de los Rockets, pese al espect¨¢culo de su m¨¢xima estrella noche tras noche, con esas barreras estad¨ªsticas de anotaci¨®n en permanente peligro de ser ¡ªde nuevo¡ª derribadas. Y del mismo modo, uno se queda enganchado al canal cada vez que el equipo de Jasikevicius aparece en la televisi¨®n, con muy pocos jugadores a los que ahora mismo sea capaz de hacer referencia. Ya me perdonar¨¢n los lectores por esta reflexi¨®n final, que no pretendo que nadie comparta en absoluto; uno encuentra en los Rockets de Houston y en su fabricada e imparable estrella ofensiva una falta de expresividad, una monoton¨ªa en su estilo de juego, un abuso de lo t¨¦cnico sobre lo t¨¢ctico, que impide cualquier atisbo de sorpresa y en mi caso de enganche a lo que est¨¢ sucediendo, m¨¢s all¨¢ de la respuesta del rival, que suele estar por debajo de mis expectativas. Con el Zalguiris Kaunas de Jasikevicius me sucede lo contrario. La expresividad de su t¨¦cnico y su capacidad de sorprenderme es adictiva. Yo le pedir¨ªa a Harden que, si va a seguir jugando as¨ª, al menos se afeite la barba para que podamos ver una mueca de humanidad en sus gestos; la que su juego prefabricado nos impide ver en su baloncesto.
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