Un carnicero embaucador y genial
Hay pocas historias en el deporte mundial tan oscuras y fascinantes como la del h¨²ngaro Imre Hirschl en argentina
El esplendor hist¨®rico no implica grandes resultados. Gimnasia y Esgrima de La Plata termin¨® la Superliga en el puesto n¨²mero 18 y esta semana pasada fue eliminado de la Copa de la Superliga. Pero Gimnasia siempre tendr¨¢ dos orgullos: es la instituci¨®n m¨¢s antigua de Primera (la fundaci¨®n se remonta a 1887) y es el equipo que introdujo el f¨²tbol moderno en Argentina. Eso, lo de la modernidad, lo hizo de la mano de un carnicero embaucador, mitad genio, mitad farsante, llamado Imre Hirschl. Hay pocas historias en el deporte mundial tan oscuras y fascinantes como la suya.
De Hirschl se saben pocas cosas con certeza. Parece seguro que naci¨® en Apostag, Hungr¨ªa, el 11 de julio de 1900, y que en 1915 (hab¨ªa mentido sobre su edad para alistarse) combat¨ªa en Palestina con una unidad jud¨ªa bajo mando brit¨¢nico. Si hurgan en las hemerotecas argentinas descubrir¨¢n que tras la I Guerra Mundial desarroll¨® una formidable carrera como futbolista en el m¨ªtico Ferencvaros h¨²ngaro, en el Racing de Par¨ªs o en el Hakoah de Nueva York, pero eso fueron fantas¨ªas que Hirschl cont¨® a?os m¨¢s tarde. Como establece Jonathan Wilson en su libro ?ngeles con caras sucias, Hirschl solo jug¨® en el modesto H¨²sos, un equipo de la industria c¨¢rnica (el hombre era carnicero) que en 1925 fue apartado de las competiciones por ama?ar partidos.
Sigamos con lo poco que se sabe. En 1929, Hirchl estaba en Par¨ªs para conseguir un visado estadounidense. Conoci¨® al conde Materazzo, el hombre m¨¢s rico de Brasil y propietario del Club Palestra Italia (futuro Palmeiras), y le convenci¨® para que le contratara como t¨¦cnico. Al a?o siguiente se uni¨® como masajista al equipo jud¨ªo Hakoah, de gira por Latinoam¨¦rica. En 1931 enga?¨® a los dirigentes de Gimnasia y Esgrima, dici¨¦ndoles que hab¨ªa ejercido como segundo entrenador de Hakoah, y fue nombrado t¨¦cnico del equipo. Imre Hirschl, ahora llamado Em¨¦rico Hirschl, med¨ªa dos metros y ten¨ªa una labia portentosa, lo que explica su capacidad de convicci¨®n. Bela Guttmann, futuro t¨¦cnico del Benfica campe¨®n de Europa, le conoci¨® entonces y en sus memorias afirma que el plan de Hirchl consist¨ªa en hacerse despedir r¨¢pidamente de Gimnasia, cobrar una indemnizaci¨®n y pagar con ella el viaje de su familia desde Budapest a Buenos Aires. Cuidado, porque Guttmann fue tambi¨¦n un gran fabulador.
El caso es que Hirchl, que jam¨¢s hab¨ªa entrenado, aplic¨® en Gimnasia la t¨¢ctica h¨²ngara W-M y cambi¨® de posici¨®n a casi todos los jugadores. Gan¨® solamente tres de los primeros 16 partidos. Era carne de despido. Sin embargo, los Triperos o Carniceros (as¨ª eran conocidos entonces los aficionados de Gimnasia, hoy El Lobo) se enamoraron de la plasticidad de su f¨²tbol, y la plantilla qued¨® fascinada por su oratoria: le habr¨ªan seguido hasta la muerte. Aquel equipo, apodado El expreso, dirigido por un ariete, Pepe Minella, reconvertido en centrocampista, acab¨® jugando maravillosamente.
En 1934 River Plate fich¨® a Hirschl para que aplicara su ¡°f¨²tbol moderno¡±. Y Hirschl se fij¨® en un chaval llamado Adolfo Pedernera, a quien, como a Minella, reconvirti¨® en delantero centro retrasado. Unos a?os m¨¢s tarde, Pedernera fue el coraz¨®n de aquel River conocido como La M¨¢quina. Hirschl pas¨® luego por San Lorenzo y Banfield hasta ser suspendido, como en Hungr¨ªa en 1925, por ama?ar partidos. El embaucador genial se fue a Brasil y a Uruguay, donde hizo campe¨®n a Pe?arol.
Gimnasia y Esgrima tiene ahora un t¨¦cnico muy religioso y humilde llamado Dar¨ªo Indio Ortiz. Ya dirigi¨® al Lobo antes, hasta 2012. Entonces, cuando le despidieron, se emple¨® como repartidor de comida. Dice que no le importar¨ªa volver a hacerlo. Hirschl y Ortiz no se parecen en nada. Pero hay que convenir en que Gimnasia elige de vez en cuando t¨¦cnicos realmente interesantes.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.