¡°Pasamos miedo, mucho miedo, pero qu¨¦ remedio¡±
Los catalanes Busom y Torralles sellan la d¨¦cima escalada de la historia por la cara sur del Denali, en Alaska, donde abundan las renuncias por su extrema dificultad
Frente a aquellos que acuden a las monta?as buscando un selfie, tirando de atajos, trampas y sosteniendo un discurso rid¨ªculo (v¨¦anse los pelotones esperando turno para hacer cima en el Everest, el Mont Blanc o el Aneto), se mantiene en pie un tipo de alpinista que ¨²nicamente acepta la dificultad. Todo tipo de dificultad. A los que abrazan semejante ¨¦tica les avala la juventud, pero no solo eso: son deudores de la mejor tradici¨®n del alpinismo, aquel que crece a partir de inc¨®gnitas cuya resoluci¨®n puede acabar en tragedia. Los catalanes Bru Busom (26 a?os) y Marc Toralles (36) acaban de repetir la Directa Eslovaca, una de las rutas m¨¢s severas que conducen hasta la cima de Norteam¨¦rica: el Denali? o McKinley (6.194m, Alaska).
Dicha ruta, abierta en 1984 por los eslovacos Tono Krizo, Frantisek Korl y Blazej Adam, recorre la cara sur de la monta?a superando un desnivel de 2.700 metros de nieve, roca y hielo, y alcanza el m¨¢ximo grado de dificultad en la escala local. En el Denali, el mal tiempo y el fr¨ªo extremo explican las cantidades ingentes de renuncias, m¨¢s si se observa la enorme dificultad para organizar operativos de rescate. Pero Toralles explica, con total naturalidad, que viajaron ¡°para escalar la Directa Eslovaca, y no otra cosa¡±.
Muchos de los mejores alpinistas son tambi¨¦n grandes estrategas, personas que aguardan con paciencia infinita y recursos el momento adecuado para escalar, el hielo perfecto, la nieve asentada, la ventana de buen tiempo¡ conjunci¨®n astral que tambi¨¦n explica por qu¨¦ muchos viajan a Alaska y pierden el tiempo. ¡°S¨ª, sab¨ªamos que necesit¨¢bamos cinco d¨ªas de buen tiempo, pero no cont¨¢bamos con ello, as¨ª que entre nevada y nevada decidimos aproximarnos y probar suerte¡±, explica Toralles.
El miedo alarga la vida de los alpinistas. Miedo a lo desconocido, miedo a perderse en la inmensidad de una monta?a descomunal, miedo a caer, miedo a las tormentas, miedo a quedar varados, miedo a no poder avanzar ni retroceder. Pero cuando uno dialoga con sus terrores y decide apartarlos, abraza el compromiso, aunque suponga un ejercicio francamente complicado: se trata de no saber realmente si uno va a poder salir vivo de la monta?a. ¡°Claro que pasamos miedo, mucho miedo de hecho, pero ?qu¨¦ remedio hay?¡±, se pregunta Toralles.
Se requiere superar un desnivel de 2.700 metros de roca, hielo y nieve
¡°Justo antes de meternos en la v¨ªa, nos pasaron por tel¨¦fono un parte del tiempo preocupante: tres d¨ªas despu¨¦s se anunciaban vientos muy fuertes en altura, pero nos dijimos que si los partes en casa no aciertan, aqu¨ª tampoco. Pero lleg¨® el viento, aunque de norte, y como est¨¢bamos en la cara sur quedamos bastante protegidos¡±, observa. En cierta manera, es como si a estos dos j¨®venes catalanes les sobrase cualquier plan estrat¨¦gico, lo que convierte su alpinismo en un maravilloso ejercicio de improvisaci¨®n. Saben de lo que son capaces con dos piolets en la mano y eso les basta.
D¨¦cima ascensi¨®n
Ambos han firmado la d¨¦cima ascensi¨®n de una ruta a la que solo se enfrentan los mejores. ¡°Antes de empezar a escalar asumimos el compromiso¡±, se?ala Toralles, y esta es una frase que mantiene con vida la esencia del alpinismo: no es un deporte, es una actividad vital. ¡°Viendo fotos de la ruta escalada por otros alpinistas, entendimos que las condiciones en las que hemos escalado eran m¨¢s bien malas: poco hielo y mucha nieve fresca, am¨¦n del mal tiempo¡±, reconoce Toralles.
Sobre hielo, la progresi¨®n es m¨¢s sencilla y las protecciones evidentes, pero en ausencia de hielo, la pareja se enfrent¨® a varios largos en mixto precario: un tapiz de nieve que tapa la roca y que obliga a un tremendo esfuerzo de concentraci¨®n para no caer y para protegerse. ¡°Hay un punto, a mitad de la ruta, de no retorno. Desde ah¨ª, ya no puedes bajarte, y todas tus opciones pasan por la cima¡±, dice Torralles. Alcanzaron la cumbre tras cuatro d¨ªas de escalada.
¡°El segundo d¨ªa afrontamos la parte m¨¢s compleja de la v¨ªa. Nos toc¨® abrir huella hasta la cintura y aguantar las constantes purgas [peque?os aludes de nieve reci¨¦n ca¨ªda], largo tras largo. Aun as¨ª, fue uno de los mejores d¨ªas de escalada de nuestras vidas, donde nos encontramos largos de nieve, mixto y hielo que nos conmovieron por su belleza y su exigencia. La jornada finaliz¨® en uno de los vivacs m¨¢s espectaculares que hemos realizado jam¨¢s¡±, se felicita Torralles.
El tercer d¨ªa de escalada, justo al superar los tramos t¨¦cnicos m¨¢s expuestos y dif¨ªciles, una nevada copiosa les puso en jaque. Hab¨ªan superado el punto de no retorno, pero las constantes purgas de nieve amenazaban con convertirse en una avalancha que los arrancase de la pared. ¡°Por fortuna, fueron 20 minutos de nevada. Si llega a durar m¨¢s¡¡± Toralles no termina la frase. Al d¨ªa siguiente, tras un vivac espantoso (su ropa y sus sacos de dormir estaban empapados y el term¨®metro se desplom¨® hasta los 25 grados bajo cero), alcanzaron la cima. Desde ese punto, la promesa de unos espaguetis con beicon les guio hasta el campo base.
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