La aventura alegre de Landa y Nairo marca el primer d¨ªa de monta?a
Ataque fugaz del vasco en una etapa guiada por el Movistar. Dos novatos de la fuga, un belga triunfa en La Planche: etapa para Teuns, amarillo para Ciccone
En el autob¨²s, los jefes meten miedo a los ciclistas con cuentos de terror, y luego, como los abuelos a sus nietecillos inocentes, les dicen, tened cuidado, no salg¨¢is a la calle, ?eh? Si se lo dicen para que obedezcan, pierden el tiempo; si es para provocarles, inflamarles la llamita de rebeld¨ªa que les ha llevado a un oficio tan ingrato, aciertan de pleno, y Landa, m¨¢s Pantani que nunca en el 20 por ciento de asfalto de La Planche, es la demostraci¨®n fugaz de ese truco.
Y los felices Ciccone y Dylan, como Bob, Teuns, que no conoc¨ªan el Tour y por ello no conocen el temor. Veteranos de victorias y exhibiciones en Giro y Vuelta, el italiano y el belga fueron el alma de una fuga que el equipo de Alaphilippe no at¨® corta. Para el belga, un especialista de muros en la Vuelta, fue la victoria de etapa, esprintada con m¨¢s locura que fuerza sobre la tierra apelmazada y blanca de los ¨²ltimos hect¨®metros; para el italiano que en el Giro gan¨® la etapa del Mortirolo, tan terrible, fue el maillot amarillo, al que Alaphilippe, uno que conoce el Tour y conoc¨ªa la subida y la tem¨ªa, lleg¨® tarde por seis segundos. Uno de los mitos m¨¢s recientes del Tour dice que quien viste de amarillo en la cima de La Planche entra en Par¨ªs de amarillo. No parece probable que Ciccone, de 24 a?os un escalador de los Abruzos con la piel clara y asomo de pecas, y capaz de ganar la monta?a del Giro saliendo en fuga todos los d¨ªas, tenga la capacidad de igualar a Wiggins (2012), Nibali (2014) o Froome (2017).
Los que se juegan el Tour hacen otras cuentas en las que sacan punta a los m¨ªnimos segundos en los que entraron todos. En el juego de la testosterona, los machos alfa que son los campeones no gastan bromas: hasta la cent¨¦sima de segundo cuenta: Thomas, el campe¨®n saliente, le pudo a Egan y a todos, Nairo a Landa, y Pinot a Bardet, que no le pudo a nadie. Entre Mas, el que m¨¢s perdi¨® dentro de un orden, y ya lo sab¨ªa, y Thomas, la nueva referencia, todos entraron en 31s.
Y, como ya sab¨ªa Mas, el Movistar atac¨®.
A Landa, como a todos los ciclistas del Tour, salvo a los elegidos, les dicen por la ma?ana mientras las cuatro gotas de lluvia ti?en de melancol¨ªa los Vosgos, y asustan, que la t¨¢ctica del d¨ªa ya la sabe, que habr¨¢ que ver lo que manda el Ineos. Era un chiste, parece, o si era verdad, Landa hizo como que no o¨ªa.
Que era un chiste lo prueba que a falta de 60 kil¨®metros, Eusebio Unzue, rejuveneci¨® 36 a?os, volvi¨® a ser el jovencito que lleg¨® al Tour con su Reynolds tan novato y con ganas de comerse el mundo, y dio la orden: ¡°Si os sent¨ªs bien, chavales, adelante, ?por qu¨¦ no vamos a probarlo?¡±
La fuga estaba a ocho minutos. Ganar la etapa era imposible, pero qui¨¦n le iba a privar del placer de tirar un petardo ah¨ª y dar un susto a los dem¨¢s. La Planche, adem¨¢s, ol¨ªa a derrota para el Movistar. Se trataba de cambiar el pasado.
A Unzue, director del Movistar, quiz¨¢s le tocara un poco las narices que el Ineos hiciera como que pasaba de la etapa y que tambi¨¦n pareciera que el pelot¨®n se estuviera riendo del mito del Bal¨®n de Alsacia, el primer puerto que subi¨® el Tour, ya en 1905, y 114 a?os lo estaba subiendo a la que parec¨ªa la misma marcha lenta, al tran tran del Deceuninck, que no tiene escaladores para tirar. O quiz¨¢s el recuerdo de cu¨¢nto goz¨® en el Giro con Carapaz y Landa voladores le despert¨® su yo audaz, tan profundo. ¡°Porque¡±, recuerda, ¡°ponernos a atacar as¨ª, sin referencias, el primer d¨ªa, tiene su punto de aventura¡±. Y los chavales aplaud¨ªan, e in mediatamente hicieron cola para ponerse a tirar por turnos. Empez¨® Verona, sigui¨® Oliveira, continu¨® Amador, que la volvi¨® a gozar como cuando hac¨ªa diabluras en el Giro, y termin¨® Valverde, todo un arco¨ªris abriendo el paso al pelot¨®n en el inicio de la ¨²ltima subida, la que lleva vertical, un tajo de asfalto en un bosque tan espeso que parece selva, hasta una m¨ªnima estaci¨®n de esqu¨ª.
Valverde se apart¨® despu¨¦s de bromear con Kwiatkowski, el perro de presa de los Ineos, y, entonces, de repente, apareci¨® Landa. Ver a Landa atacar es una experiencia casi m¨ªstica pues compone la estampa perfecta, y apenas se le mueve un pelo. Parecer¨ªa que est¨¢ posando para un portafolio ¨Clas manos bajas, el culo alto; la espalda, en cu?a hacia el manillar, la pedalada a c¨¢mara lenta casi, y ni un gramo de sensaci¨®n de esfuerzo, pura serenidad-- si no fuera porque en un visto y no visto gana terreno y gana, y gana. El ataque no triunf¨®: el chico del pueblo, Pinot, se puso nervioso y orden¨® acelerar; Alaphilippe, que comenz¨® con miedo, lleg¨® con fuerzas y desesperado se fue a por el maillot que se le escapaba de las manos; los Ineos ten¨ªan sus propias batallas. Y Nairo lo aprovech¨®. ¡°Estamos ah¨ª¡±, resumi¨® el colombiano, que se dio el placer de sacarle 2s a Egan. ¡°Estamos bien. El ataque de me permiti¨® ahorrar, luego solo se trat¨® de bajar la cabeza hasta la l¨ªnea¡±.
En el hotel, por la noche, todos lo celebraron, y los abuelos que se sintieron rejuvenecer rieron con ellos. Landa est¨¢ ah¨ª. Fuerte como en el Giro. Y hambriento.
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