Pogacar gana en Andorra, Nairo se viste de rojo y el granizo derriba a Superman
Una tempestad en la monta?a frustra el gran ataque de Miguel ?ngel L¨®pez, que cae cuando marchaba destacado y permite al joven esloveno ascender al grupo de favoritos
Dani Mart¨ªnez, de Soacha, Cundinamarca, Colombia, levanta las manos y, como Cristo a Santo Tom¨¢s, el incr¨¦dulo, ense?a las cicatrices de las operaciones que curaron las heridas de una ca¨ªda hace meses. No es irreverencia, es ciclista, y el martirio forma parte de su d¨ªa. Con las mismas manos doloridas agarra con fuerza el manillar y se lanza al ataque de las monta?as de Andorra, sonrientes bajo el sol.
Es el d¨ªa de los colombianos, proclaman los expertos; ser¨¢ el d¨ªa, por fin, de Sergio Higuita, a quien las ca¨ªdas repetidas le han podido romper la piel pero no la moral ni la sonrisa, que, quiz¨¢s, s¨ª, suene m¨¢s a cansada, a vieja, gastado un poco el brillo infantil que enamora; ser¨¢ el d¨ªa de Nairo, de su cara afilada y la voluntad de matillo pil¨®n; ser¨¢, anuncian, sobre todo, el d¨ªa de Superman, el hombre de los Pirineos, el ciclista de las piernas de acero y el coraz¨®n decidido, y el ¨¢nimo de ataque, de ataque.
Es su d¨ªa, por supuesto, de Nairo que acaba de rojo, de Superman e Higuita, ca¨ªdos y sangrantes, y, con voz temblorosa por el fr¨ªo y porque los dientes son casta?uelas los periodistas colombianos en la meta dicen que como siempre, que Superman siempre se cae, que el fatalismo es inevitable. Y tambi¨¦n es el d¨ªa de Eslovenia, del casi ni?o Pogacar, que gana la etapa y hace pensar a todos que los cuatro magn¨ªficos que pueden ganar la Vuelta son en realidad cinco; de Roglic que es una roca sin sentimientos, o eso aparenta, y en medio de luchas, gritos e improperios, soporta a la moto que le derriba como soporta los golpes duros de las bolas de granizo violento sobre sus piernas descarnadas y desnudas, su espalda, un curvo sobre su manillar.
Es un d¨ªa de ciclismo, deporte de equipo que se gana individualmente; es el d¨ªa que Marc Soler descubre la verdadera crudeza de la existencia del gregario, cuyos deseos y sue?os deben siempre someterse a las necesidades del colectivo aunque, despu¨¦s de estar todo el d¨ªa en fuga, midiendo sus pasos, sus ataques, sus ruedas, tiene la meta a tres kil¨®metros y se ve fuerte y va primero y ya empieza a pensar c¨®mo celebrar una victoria que le ha prometido al jefe, a Eusebio Unzue, a quien medio en bromas medio en serio pregunta en Teruel, desayunando, ¡°Eusebio, ?vas a estar toda la Vuelta?¡±, y el patr¨®n le responde: ¡°me ir¨¦ cuando ganes una etapa¡±. Y Marc, tan seguro estaba, le anuncia: ¡°Te ir¨¢s en Andorra, pues¡±. Unzue sonr¨ªe, no quiere recordarle a su tan cuidado ciclista catal¨¢n, del que tanto espera, lo que le dijo en Calpe, al final de la segunda etapa, despu¨¦s de ver que hab¨ªa perdido nueve minutos: viniste como corredor protegido para ver hasta d¨®nde llegabas en la general. Ahora, ya sabes que vas a tener que trabajar.
No gana su etapa Soler, que vive en Andorra, como Superman y medio pelot¨®n, porque por detr¨¢s llega Nairo, quien despu¨¦s de superar todas las cat¨¢strofes ha tomado una ventaja de segundos sobre Roglic, el muro que no se deja derribar, y, aunque lleve a rueda a Pogacar, y eso significa que se sacrifica una victoria de etapa probable, necesita toda la ayuda de su compa?ero del Movistar. Desde el coche le ordenan pararse y ¨¦l, que est¨¢ creciendo y aprendiendo, y el pr¨®ximo Tour ser¨¢ el segundo de Enric Mas en el Tour, reacciona exagerado e infantil. Se para y tira de Nairo y no pueden evitar que se vaya el esloveno volador, el rival de los Tours del futuro, y llegado un momento, se para. ¡°Ha tirado lo que ha podido o lo que ha querido¡±, dice Nairo, l¨ªder por 6s y por 48 horas sobre Roglic, que le adelantar¨¢ el martes en la contrarreloj de 37 kil¨®metros en Pau.
Fueron 94 kil¨®metros y tres horas y grandes maniobras, corales de inicio, de fuerza de voluntad primaria y muy solitaria despu¨¦s, que comienza brillante, limpio, y los puertos de la Andorra tan urbanizada parecen limpios y ordenados como salas de quir¨®fano sobre los que se despliegan como coreografiadas y ensayadas las maniobras que los directores de equipos soplan a las orejas de los corredores sudorosos desde veh¨ªculos climatizados y escritas ordenadamente en folios que tampoco sudan ni duelen, blanquitos. Y hasta el ataque potent¨ªsimo de Superman, un acto de afirmaci¨®n a 20 kil¨®metros y tres subidas escalonadas desde los 1.000 hasta los 2.000 metros de altura y la cima de los Cortals d'Encamp, parece de dibujos animados, tan clara es su l¨ªnea, tanto como su sombra que el sol dibuja admirado en el asfalto.
La tempestad
Una nube se rebela contra la nitidez y la luz, y otra, y otra, y todas se conjuran contra un ciclismo de cara limpia y sin drama que no creen que eso sea ciclismo, porque el ciclismo es, prometen con cada piedra de hielo que comienzan a vomitar, lucha por la supervivencia antes que nada. ?Y no dijo el mism¨ªsimo Pogacar que cuando ley¨® en las previsiones que llover¨ªa seguramente comenz¨® a bailar de felicidad? Graniza duro y llueve y el d¨ªa se hace de invierno. No es una tormenta, es una tempestad junto al lago de Engolasters. Y los ciclistas tienen que pasar unos kil¨®metros de tierra que ya es barro, ¡°y los que ¨ªbamos bien¡±, dice Nairo, quer¨ªamos que eso siguiera as¨ª, ¡°pero los que iban mal quer¨ªan que se parara la etapa¡±. En una curva en la que sus ruedas patinan se cae Superman, que ya hab¨ªa alcanzado al grupo de los escapados y volaba, sin cadena, su ataque fatal, y con ¨¦l, Higuita, de cabeza. El golpe les devuelve a la realidad que ellos cre¨ªan desmesurada, incontrolable, pero Roglic, regular e indiferente, pese a su ca¨ªda, les demuestra que la realidad es, sobre todo, aburrida.
Si pudiera, le des mentir¨ªan los abucheos de casi todos los rivales, personificados en el pobre noruego Hagen, el sexto de la general tras los cinco magn¨ªficos, que pasada la meta se sienta sobre un charco exhausto, busca ox¨ªgeno y respiraci¨®n y solo encuentra una tos de atormentado. Y los labios le tiemblan.
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