Beso, verdad o atrevimiento
De peque?os percibimos a los futbolistas como adultos hechos y derechos, pero a partir de una cierta edad comenzamos a tratarlos como a ni?os o, lo que es peor, como adolescentes
Nadie nos explica que, a lo largo de nuestra vida, estamos condenados a ver el f¨²tbol con dos miradas muy distintas, casi antag¨®nicas. De peque?os percibimos a los futbolistas como adultos hechos y derechos pero a partir de una cierta edad -que resulta imposible de determinar, pues cada uno madura al ritmo que quiere o le dejan- comenzamos a tratarlos como a ni?os o, lo que es peor, como adolescentes, con todo lo que esto conlleva. Existe un punto de ruptura evidente que podr¨ªa situarse en ese momento en el que, como simples aficionados, a nuestros ¨ªdolos ya no les exigimos que marquen goles, se partan el pecho por el equipo o vuelen hacia la escuadra; simplemente nos conformamos con que no nos cuenten que los deberes se los comi¨® el perro o que el profesor -puede ser un ¨¢rbitro, un entrenador, un periodista- les tiene man¨ªa. Y es ese un instante dram¨¢tico, casi funesto para nuestra condici¨®n de hinchas, porque perdemos gran parte de la inocencia y frescura necesarias para seguir el d¨ªa a d¨ªa de este apasionante circo sin llegar a perder la paciencia y, por qu¨¦ no ir un poco m¨¢s lejos, la cabeza.
El culebr¨®n Neymar combina todos los elementos necesarios para conformar esta ecuaci¨®n y tratar de comprenderla pero, antes de avanzar, conviene recordar que neymares ha habido muchos a lo largo de la historia y el bal¨®n ha seguido rodando. No conozco a un solo ni?o que pusiera pegas a su fichaje salvo, claro est¨¢, aquellos que repiten como loros las cosas que escuchan en casa. Si no alcanzas a comprender el misterio de la Sant¨ªsima Trinidad y deseas recibir la primera comuni¨®n por los regalos, no como un acto de fe, no entender¨¢s las leyes del mercado o la incongruencia que supone negociar con un futbolista con el que pr¨®ximamente te ver¨¢s las caras en un juzgado. Los ni?os -ampliemos el margen hasta los adolescentes y algunos adultos divorciados- solo ven en Neymar al futbolista que resquebraja defensas y baila junto al bander¨ªn de c¨®rner para festejar sus goles: quieren ser Neymar y el primer paso para conseguirlo es que Neymar sea uno de los suyos. Los adultos bien formados, en cambio, intuyen todo el vodevil que se esconde tras una serie de movimientos que asombran a propios y a extra?os, empezando por el propio Neymar, que todav¨ªa debe estar pellizc¨¢ndose porque un club como el Bar?a se haya apuntado al juego m¨¢s peligroso del universo: el de ¡°beso, verdad o atrevimiento¡±.
Muchas son las voces autorizadas que coinciden en que, deportivamente, el club azulgrana no necesitaba la incorporaci¨®n de Neymar, la ¨²ltima de la Cesar Luis Menotti. Desde un punto de vista estrictamente econ¨®mico -"de posibles¡±, que dir¨ªa un castizo- parece que la tesorer¨ªa del club tampoco estaba preparada para llevarlo a cabo esta operaci¨®n y ¨¦ticamente, la verdadera pata de la edad adulta, cuesta entender que los responsables del club simplemente se lo plantearan. ?C¨®mo, entonces, acometer un traspaso de semejante calado bajo estas tres premisas tan restrictivas? Pues muy sencillo: pensando como un ni?o, admitiendo que el f¨²tbol es un universo tan particular que la madurez no es m¨¢s que el tiempo transcurrido entre el primer gol del contrario y el segundo de los nuestros. Se dir¨ªa que en el fichaje frustrado de Neymar ya hemos tenido suficiente dosis de beso y atrevimiento, que es la parte interesante del juego; ahora solo falta que alguien nos cuente, de una vez, toda la verdad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.