Ramos, goles, pitos y apuros
¡°El ¨¢rbitro se disculp¨®¡±, dice el capit¨¢n de La Roja, que recibi¨® una amarilla por error tras marcar el penalti del 0-1
La inflamaci¨®n an¨ªmica del Estadio Nacional de Bucarest generada con la marcha Despierta Rumano, entonada en las revueltas contra el dictador Nicolau Ceaucescu, y adoptada como himno oficial en 1990, fue sofocada por el arranque imponente de la Espa?a de Robert Moreno. La letra, que evoca en una estrofa al emperador romano Trajano, fue recitada con entusiasmo por los 50.000 rumanos que poblaban las gradas. Las bengalas que humeaban desde el fondo en el que atac¨® Espa?a de salida cargaron a¨²n m¨¢s un ambiente que se descomprimi¨® con el chaparr¨®n de f¨²tbol y ocasiones con el que la Roja hizo acto de presencia. En menos de 15 minutos, Alc¨¢cer en dos ocasiones, un cabezazo de Ramos y un disparo a bote pronto de Jordi Alba encumbraron el portero rumano Tatarusanu. Con el cuerpo, por colocaci¨®n, con el pie o con manos duras, el guardameta del Lyon, cuestionado en las horas previas ante la pujanza del novel Radu, se convirti¨® en s¨ªmbolo de la resistencia local.
Ya no pudo Tatarusanu evitar el gol en el penalti ejecutado por Sergio Ramos. Se venci¨® hacia el lado contrario por el que le ejecut¨® el capit¨¢n espa?ol. Suma ya 21 tantos el central camero, convertido en el m¨¢ximo goleador de la era Luis Enrique-Moreno con ocho tantos. Ramos ha marcado en las seis ventanas de partidos internacionales habidas tras el Mundial de Rusia. Sus registros son ya de un jugador de ¨¦poca, a un solo partido de igualar las 167 internacionalidades de Iker Casillas.
Su celebraci¨®n del tanto, dirigida a las c¨¢maras, simulando que se colocaba unas gafas, le vali¨® una tarjeta amarilla y enfureci¨® y encendi¨® a la hinchada rumana. El colegiado, el alem¨¢n Deniz Aytekin, interpret¨® el festejo como una desconsideraci¨®n hacia la afici¨®n local. ¡°Ha sido una dedicatoria a mi sobrino porque los dos llevamos gafas y quer¨ªa decirle que no pasa nada por llevar unas gafitas¡±, cont¨® el jugador tras el partido. ¡°El ¨¢rbitro se ha disculpado en el descanso. Ha sido un malentendido¡±.
Cada bal¨®n que tocaba Ramos se convirti¨® en un concierto un¨¢nime de silbidos. Convertido en el enemigo de todo el estadio, Ramos entr¨® en una crecida que le llev¨® a sumarse al ataque en varias ocasiones. En una de ellas, regres¨® andando toc¨¢ndose la pierna, mientras Rumania armaba una contra peligrosa. Esa vuelta al trote no le debi¨® gustar demasiado a Robert Moreno porque el partido a¨²n no estaba resuelto. Camino del vestuario para el intermedio, con la mirada erguida y el rostro hier¨¢tico, pareci¨® desafiar los decibelios y los improperios hacia su figura que brotaban desde las gradas.
El ambiente volc¨¢nico continuaba a la salida del entretiempo, pero, como hab¨ªa ocurrido al inicio del partido, fue apagado por otra entrada en escena rotunda de la selecci¨®n espa?ola. Una jugada de seis toques, llevada de derecha a izquierda y culminada con un golpe de tobillo prodigioso de Ceballos y el regalo de Jordi Alba a Alc¨¢cer para que empujara el gol a placer silenci¨® de nuevo el coliseo de Bucarest.
Con el 0-2, hubo una bajada de tensi¨®n que afect¨® sobre todo al eje de la defensa. Entre Llorente y Sergio Ramos no pudieron defender el centro que cabece¨® Andone. Si Espa?a sac¨® nota en cuanto al volumen de ocasiones creadas, dej¨® cierta sensaci¨®n de debilitad en el centro de la defensa. El tanto volvi¨® a convertir el recinto en una olla a presi¨®n, espont¨¢neos incluidos, y Rumania exigi¨® mucho a Ramos y a Llorente.
¡°Bajamos la intensidad y ellos supieron aprovecharlo porque no ten¨ªan nada que perder¡±, dijo el capit¨¢n. ¡°Tenemos que matar los partidos para no llegar al final con ese miedo¡±.
Ramos celebr¨® la victoria felicitando uno a uno a sus compa?eros sobre la hierba.
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