Bar?a, yo soy tu padre
Este viernes se cumplen 50 a?os de la publicaci¨®n del art¨ªculo ¡®Bar?a!, Bar?a!, Bar?a!¡¯ de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n en la revista 'Triunfo'
Solo una vez han tumbado al FC Barcelona en el div¨¢n del psiquiatra. Y quien le desvel¨® todos sus traumas freudianos le pod¨ªa haber dicho, a lo Darth Vader con Luke Skywalker: ¡°Yo soy tu padre¡±. Era un joven de 30 a?os reci¨¦n cumplidos, patillas un poco largas y anchas, gafas oscuras de pasta negra en rostro redondo, el reci¨¦n 3.432 en el Registro Oficial de Periodistas franquista. La consulta tuvo lugar en esa excepcional universidad de papel de los a?os sesenta y setenta que fue la revista Triunfo, en su n¨²mero 386, el del 25 de octubre de 1969. En la cabecera por antonomasia de la Transici¨®n espa?ola, se dieron cuenta enseguida: ¡°Un reportaje excepcional de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n (autor de Cr¨®nica Sentimental de Espa?a) sobre el Barcelona C.F. (¡) que da todas las claves de un problema con una lucidez y un estilo no vistos hasta ahora¡±, rezaba la nota introductoria del art¨ªculo Bar?a!, Bar?a!, Bar?a! [puede consultarse en www.triunfodigital.com]. S¨ª, anunciado como si fuera una atracci¨®n de circo.
Sab¨ªan lo que dec¨ªan porque estaban atisbando, desde sus p¨¢ginas, el nacimiento de una estrella period¨ªstica. Tras dos a?os de tenerlo hibernando en un caj¨®n, la cabecera hab¨ªa dado salida al fin, pocas semanas antes en cinco entregas, al reportaje-an¨¢lisis Cr¨®nica sentimental de Espa?a, retrato inaudito, sin parang¨®n, de la sociedad espa?ola. No se hab¨ªa visto nada igual hasta entonces. V¨¢zquez Montalb¨¢n llevaba entren¨¢ndose para un texto as¨ª desde hac¨ªa ya un tiempo, en lo que podr¨ªa llamarse su etapa de escritura subnormal: precoz en todo, ah¨ª estaban sus libros Una educaci¨®n sentimental (1967), Reflexiones ante el neocapitalismo (1968) y, tras el art¨ªculo, Manifiesto subnormal (1970), por no hablar de sus psicod¨¦licos e hilarantes textos alimenticios en la revista de decoraci¨®n Hogares modernos. En la estela de una improbable lectura de Ponche de ¨¢cido lis¨¦rgico, de Tom Wolfe (1968).
En modo iconoclasta, el deporte no se le escapaba como herramienta de an¨¢lisis social: despreciado por los intelectuales, especialmente marxistas, que lo consideraban puro cloroformo social en manos del poder para desmovilizar a las masas, V¨¢zquez Montalb¨¢n (1939-2003) hab¨ªa iniciado su cruzada para mutar el deporte, y el f¨²tbol en concreto, de opio del pueblo a caro y deseado perfume intelectual. Bajo el seud¨®nimo de Luis D¨¢vila (que usaba para esa materia y los temas musicales y de televisi¨®n; la baja cultura, vaya) estrenar¨ªa en 1961 un ¨¢mbito en el gris periodismo de la ¨¦poca, como har¨ªa con la comunicaci¨®n social, la gastronom¨ªa la poes¨ªa, la decoraci¨®n o el eurocomunismo.
Qu¨¦ y c¨®mo lo dijo lo ven¨ªa apuntando desde que era becario meritorio en el falangista diario Solidaridad Nacional y en la segunda y tercera entrega de la propia Cr¨®nica sentimental de Espa?a. La tesis del art¨ªculo deportivo era mostrar qu¨¦ hab¨ªa detr¨¢s del famoso triple grito ¡°Bar?a, Bar?a, Bar?a¡± del himno y que coreaba el estadio, analizar el club como ¡°m¨¦dium que establece contacto nada m¨¢s y nada menos que con la propia historia del pueblo catal¨¢n (¡) la ¨²nica instituci¨®n legal que une al hombre de la calle con la Catalu?a que pudo haber sido y no fue¡±, escribe; y lo mejor: que el p¨²blico era consciente de lo que representaba la instituci¨®n, de la necesidad de ¡°salvar los restos del naufragio¡± tras la Guerra Civil, antes de que lo verbalizara Narc¨ªs de Carreras, el presidente inventor en aquellas fechas de la frase ¡°El Bar?a es m¨¢s que un club¡±.
La forma de decirlo era todo un festival, un cat¨¢logo de la inteligencia: hab¨ªa cultura popular a partir de fragmentos de coplas o punzantes referencias a locutores de televisi¨®n (Miguel Ors) junto a referentes de la alta cultura como el simb¨®lico poeta Salvador Espriu, el ¨¦pico (y republicano) Alberti de Oda a Platko o el historiador Ferran Soldevila; la habilidad para diseccionar sociol¨®gicamente el aficionado cul¨¦, de la tribuna a la grader¨ªa general; el buscar el s¨ªmil velado con la realidad sociopol¨ªtica del momento; la fina iron¨ªa para desmontar a los intelectuales o a la gauche divine barcelonesa, o para caricaturizar a jugadores como Reina, Marcial o Rexach, contraponi¨¦ndolos y sabiendo descifrar el porqu¨¦ de las simpat¨ªas del respetable hacia el Llu¨ªs Pujol ¡°trabajador, sencillo, modesto e inspirado¡±. Tambi¨¦n estaba la capacidad de encarar memoria hist¨®rica (del club, de la Catalu?a republicana) con la realidad, y, claro, no pod¨ªan faltar unas costillitas de cordero a la brasa con bolets. Todo formaba parte del sustrato sentimental de la sociedad catalana y espa?ola.
El fondo de armario de MVM ven¨ªa de la tradici¨®n de lo que hab¨ªa escuchado en su barrio de perdedores de la Guerra Civil del humilde Raval barcelon¨¦s, la transmisi¨®n de una serie de valores (ciudadan¨ªa, catalanidad, republicanismo) a trav¨¦s del veh¨ªculo del deporte que hab¨ªa promovido, precisamente, bajo el lema Esport i ciutadania, el presidente del Bar?a Josep Sunyol i Garriga, que los fascistas fusilaron en agosto de 1936. Esp¨ªritu que reflejaban periodistas de la ¨¦poca como Josep Maria de Sagarra, Josep Maria Planes, Carles Soldevila, Carles Sindreu, a los que hab¨ªa le¨ªdo¡ Pol¨ªtica y deporte, pues, un d¨²o que convertir¨¢ en divisa y que acabar¨¢ proporcion¨¢ndole el t¨ªtulo de uno de sus libros, publicado en 1972, como D¨¢vila¡, pero con pr¨®logo de un tal MVM.
La ¨²nica instituci¨®n legal que une al hombre de la calle con la Catalu?a que pudo haber sido y no fue (El Bar?a)
Medio siglo despu¨¦s, de ese art¨ªculo queda absolutamente todo: era la primera vez que el Bar?a se explicaba a Espa?a y en Catalu?a se asentaba la tesis que el propio V¨¢zquez Montalb¨¢n formular¨ªa a¨²n m¨¢s ic¨®nicamente despu¨¦s hablando del equipo azulgrana como ¡°ej¨¦rcito simb¨®lico de una idea de catalanidad popular, laica, sin necesidad de peregrinar a otra monta?a sagrada que no sea la grada del Camp de les Corts o del Camp Nou¡±. Ha sido tan seminal que a¨²n hoy todas las lecturas sobre el club parten de ¨¦l y ninguna la ha superado todav¨ªa. Las nuevas generaciones de periodistas digitales a las que se les obliga a comentarlo lo encuentran pl¨²mbeo, desconocedores tambi¨¦n de un posible parentesco con un A. J. Liebling en el boxeo o como casi coet¨¢neo de un Norman Mailer de El combate del siglo entre Al¨ª y Foreman. El periodismo profesional, deportivo o no, deber¨ªa leerlo, o releerlo, para evitar ep¨ªtetos y prosas po¨¦ticas y contextualizar m¨¢s y entender mejor c¨®mo o por qu¨¦ lanzar cargas de profundidad. Y el Bar?a, tambi¨¦n deber¨ªa repasarlo: vincula el periodista los politizados y convulsos a?os entre 1931 y 1939 y el descenso de socios en ese periodo, algo sobre lo que podr¨ªan hacerse extrapolaciones entre la entidad y su masa social en estos tiempos de proc¨¦s independentista. Bien le ir¨ªa al Bar?a poder hablar con su padre.
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