Sordos, mudos y mutilados
Los aficionados no olvidan nunca a esos tipos capaces de competir, e incluso brillar, en inferioridad de condiciones

Es dif¨ªcil visitar ciertos lugares sin sentir una opresi¨®n en el pecho. Auschwitz, por ejemplo. O la antigua Escuela Superior de Mec¨¢nica de la Armada, hoy un remanso de paz en la zona alta de Buenos Aires. En la ESMA se aloj¨® el peor centro de tortura y exterminio de la ¨²ltima dictadura argentina. M¨¢s de 5.000 personas ¡°desaparecieron¡± en ese coraz¨®n de las tinieblas, reconvertido hace 15 a?os en centro para la promoci¨®n de los derechos humanos.
Incluso antes de aquella dictadura, el siniestro Proceso de Reorganizaci¨®n Nacional que dur¨® de 1976 a 1983, la ESMA era un lugar al que no conven¨ªa acercarse. El 11 de abril de 1965, un joven extremo izquierdo de San Lorenzo circulaba en auto con un amigo y dos chicas. El futbolista, Victorio Casa, decidi¨® detenerse en una calle oscura para concentrar su atenci¨®n en la mujer que se sentaba junto a ¨¦l. Puso m¨²sica a todo volumen. Ni Victorio Casa ni sus acompa?antes oyeron el aviso del centinela de la ESMA. Solo escucharon la r¨¢faga de metralleta que seg¨® el brazo del futbolista.
Un taxista llev¨® al muchacho al hospital. Victorio Casa relat¨® aquellas horas: ¡°El doctor me dijo: pibe, no es nada. ?No es nada? Tengo la mano en la mano, hermano. Me anestesiaron. Pens¨¦ que estaba muerto. Al otro d¨ªa, el doctor me dijo: el brazo lo ten¨¦s. Me hab¨ªa puesto una venda y escarb¨¦. ?Qu¨¦ lo voy a tener!¡±.
Mes y medio despu¨¦s, el 25 de mayo de 1965, Victorio Casa volvi¨® a saltar a la cancha de San Lorenzo. Los v¨ªtores le ayudaron a olvidar que la herida no estaba completamente cicatrizada. Y durante dos a?os sigui¨® jugando sin brazo, convertido en El manco Casa. No recuper¨® la internacionalidad ni su antiguo regate el¨¦ctrico y a los 24 se march¨® al f¨²tbol estadounidense.
Los aficionados no olvidan nunca a esos tipos capaces de competir, e incluso brillar, en inferioridad de condiciones. Franz Beckenbauer se gan¨® para siempre los galones de Kaiser el 17 de junio de 1970, en el ¡°partido del siglo¡±: jug¨® parte de aquella incre¨ªble semifinal del Mundial de M¨¦xico, Italia-Alemania, con la clav¨ªcula dislocada. A H¨¦ctor Castro, la falta de brazo derecho no le impidi¨® ser un fenomenal ariete (le llamaban El divino manco) con Nacional de Montevideo y la selecci¨®n uruguaya. Robert Schlienz perdi¨® el brazo izquierdo en un accidente automovil¨ªstico, y a¨²n as¨ª se convirti¨® en una leyenda del Stuttgart.
El m¨ªtico Garrincha ten¨ªa la columna desviada, las piernas afectadas por la polio y un cerebro no demasiado brillante. Wilfred Hannes solo ve¨ªa con un ojo, el izquierdo, y fue un fenomenal defensa del Borussia Moenchengladbach y de la selecci¨®n alemana. El mudo Cass¨¦ fue arquero de Gimnasia y Esgrima y de Temperley, en primera divisi¨®n, sin ser mudo (pod¨ªa hacerse entender) pero s¨ª sordo. Pocos a?os antes, Temperley ya hab¨ªa tenido un centrocampista sordomudo, Carlos de Marta, v¨ªctima en 1972 de una peculiar expulsi¨®n por insultar al ¨¢rbitro. Otro sordomudo expulsado por insultos al ¨¢rbitro fue Damir Desnica, de Rijeka: ocurri¨® el 7 de noviembre de 1984 en el estadio Bernab¨¦u.
El homenaje m¨¢s conmovedor a esa gente que pelea en inferioridad fue el tributado a Jos¨¦ Castilho, el mejor portero que tuvo el Fluminense brasile?o. Castilho era dalt¨®nico. En los partidos nocturnos jugados con bal¨®n blanco apenas ve¨ªa una mancha gris. Sin embargo, lo paraba todo. En 1957 se fractur¨® el dedo me?ique de la mano izquierda. Como la lesi¨®n no se curaba, se lo amput¨®. Sigui¨® siendo un fen¨®meno. En la sede de Fluminense hay un busto de Castilho, con una inscripci¨®n: ¡°Sudar la camiseta, derramar l¨¢grimas y dar sangre por Fluminense, muchos lo han hecho. Sacrificar un pedazo del propio cuerpo, solo uno: Castilho¡±.
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