El virus le cont¨® la verdad al f¨²tbol
Los aplausos se mudaron de los estadios a los balcones. El juego, mal acostumbrado, se resiste a bajarse del escenario discutiendo sobre c¨®mo y cu¨¢ndo recomenzar¨¢ la fiesta
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El sentido de la proporci¨®n
El f¨²tbol se crey¨® importante hasta que el coronavirus le cont¨® la verdad: es solo una simulaci¨®n de la realidad. Lo dir¨¦ destacando su grandeza cultural: una gloriosa simulaci¨®n de la realidad. El coronavirus le arrebat¨® la atenci¨®n, la preocupaci¨®n y los h¨¦roes. Los aplausos se mudaron de los estadios a los balcones. El f¨²tbol, mal acostumbrado, se resiste a bajarse del escenario discutiendo sobre c¨®mo y cu¨¢ndo recomenzar¨¢ la fiesta. Siempre que encuentro esa falta de sentido de la proporci¨®n, recuerdo aquella historia que le le¨ª a Churchill sobre un hombre que salt¨® del muelle para salvar a un ni?o que se estaba ahogando. Una semana m¨¢s tarde, el marinero fue abordado por una mujer que le pregunt¨®: ¡°?Eres el hombre que salv¨® a mi hijo en el muelle?¡± El marinero respondi¨® modestamente: ¡°S¨ª, se?ora¡±. ¡°Entonces eres el hombre que estaba buscando. "?D¨®nde est¨¢ la gorra del ni?o?¡±.
Mirar para atr¨¢s
No solo el f¨²tbol, sino el deporte en general, sigue buscando su gorra en medio del caos social. Como escribi¨® Santiago Segurola, el COI parece la orquesta del Titanic. Pero la realidad se impone con la fuerza de la evidencia y, ya que no podemos mirar hacia adelante porque el paisaje es borroso, las televisiones se pusieron a mirar hacia atr¨¢s. He visto la final del Mundial 78 entre Argentina y Holanda, o la de Espa?a y Holanda de Sud¨¢frica 2010, para comprobar c¨®mo el tiempo va acelerando el ritmo del juego. Cada vez hay que ser m¨¢s preciso a mayor velocidad. Es prehistoria futbol¨ªstica ver a los porteros recoger con las manos la cesi¨®n de un compa?ero, y ya ha desaparecido esa fascinaci¨®n por la vagancia que exhib¨ªan algunos jugadores con un talento superior. Y queda claro, mirando en perspectiva, que los entrenadores se han adue?ado del cerebro del juego. ?Lo que no nos gusta tambi¨¦n se llama evoluci¨®n?
Lo que el tiempo se llev¨®
Romario hac¨ªa de la vagancia una variable del amague. Hab¨ªa que llevarle el bal¨®n a domicilio, que estaba en el ¨¢rea, donde esperaba inm¨®vil, pero con la tensi¨®n de un perro perdiguero. Cuando recib¨ªa el bal¨®n se convert¨ªa en un escapista, en un Houdini de la pelota. Fui su entrenador durante dos lunas y en los juegos de posesi¨®n era un estorbo. Pero cuando aparec¨ªa la porter¨ªa se convert¨ªa en un genio del enga?o y la precisi¨®n. Pensaba antes que los porteros y hac¨ªa siempre lo contrario de lo que uno pensaba. Cuando el portero quer¨ªa responder, la pelota estaba dentro y Romario parec¨ªa no inmutarse en el festejo, pero creo que se aguantaba la risa. No me extra?a porque sus goles eran burlones. Un humorista del gol. Luego volv¨ªa al modo reposo. Me pregunto si hoy habr¨ªa alg¨²n entrenador con la valent¨ªa de ficharle, porque lo cierto es que marcaba m¨¢s goles que kil¨®metros corr¨ªa.
El fin de una ¨¦poca
Esta extra?a realidad se llev¨® a Lorenzo Sanz con toda la crudeza del momento. Como tantos otros, se fue solo, sin siquiera el consuelo de su maravillosa familia. Con Lorenzo, el f¨²tbol despide una ¨¦poca de hombres hechos a s¨ª mismos, generalmente del mundo de la construcci¨®n (Jes¨²s Gil, N¨²?ez y otros muchos), que gestionaban atropellando, con una convicci¨®n y energ¨ªa con la que pasaban por encima de todo, incluso de las reglas. Lorenzo Sanz era un madridista que siempre form¨® parte del paisaje de la vieja Ciudad Deportiva, hasta alcanzar el honor de la presidencia y la gloria de la Champions. Lo conoc¨ª bien y en circunstancias felices (campeones con ¨¦l como vicepresidente), y desgraciadas (me ces¨® como entrenador siendo presidente). Siempre demostr¨® una gran calidad humana. Sirva este art¨ªculo para darle las gracias y despedirlo con el respeto y el honor que se merece.
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