Moy¨¤: ¡°Edberg me dio una clase gratis¡±
El exn¨²mero uno y t¨¦cnico de Nadal tiene grabado en la memoria al elegante sueco, al que se midi¨® una sola vez y siendo 11 a?os menor en su primer Roland Garros. ¡°Me impresion¨®... y jugu¨¦ fatal¡±, recuerda
Aunque se declare muy lejos de la mitoman¨ªa y el fetichismo, rebuscando en el ba¨²l de los recuerdos Carlos Moy¨¤ (Palma de Mallorca, 43 a?os) menciona algunas de las prendas que tuvo en la infancia, cuando empez¨® a dar sus primeros raquetazos y so?aba con ser alg¨²n d¨ªa lo que posteriormente lleg¨® a ser. Cuenta el balear, t¨¦cnico de Rafael Nadal, ganador de Roland Garros (1998) y en su d¨ªa n¨²mero uno (1999), que tuvo la Donnay de madera de Bj?rn Borg, las entonces futuristas Nike con velcros de John McEnroe o la cl¨¢sica camiseta de rombos de Ivan Lendl. Nada, en cualquier caso, como el pintoresco polo que le regalaron de Stefan Edberg, el n¨®rdico elegante que dibujaba escorzos pluscuamperfectos voleando en la red.
Edberg, ya se sabe, era algo as¨ª como un Ali: no solo jugaba, sino que ejerc¨ªa un tenis de perfil aristocr¨¢tico, sin grandes sudores ni manchas ni aspavientos. El sueco, hoy d¨ªa 54 a?os y felizmente aposentado en un segundo plano medi¨¢tico, revoloteaba como una mariposa y picaba como una abeja. ¡°Cuando yo empec¨¦ a ver el tenis por la tele echaban solo Roland Garros, Wimbledon y la Copa Davis, poco m¨¢s. Mis primeros recuerdos son de Borg, pero muy vagos, y despu¨¦s empec¨¦ a ver a la generaci¨®n de los Connors, McEnroe, Lendl, Wilander¡ M¨¢s adelante le segu¨ª a Agassi, aunque eso ya me pill¨® siendo mayor. Pero el que m¨¢s me impact¨® y el que era mi ¨ªdolo de peque?o fue Edberg¡±, precisa Moy¨¤ a trav¨¦s del tel¨¦fono.
Me quedo con su estilo y su actitud en la pista. No sab¨ªas si ganaba o perd¨ªa
¡°Estaba tambi¨¦n Emilio S¨¢nchez Vicario, que era el referente espa?ol, pero el que de verdad me enganch¨® fue ¨¦l. Me encantaba verle y el estilo que ten¨ªa con la raqueta. Disfrut¨¦ mucho, sobre todo de la rivalidad con [Boris] Becker¡±, prosigue el preparador, que incide en aquellos duelos a cara de perro con el alem¨¢n, cuya irrupci¨®n supuso un cambio radical en el circuito. Lleg¨® el bombardero, y cambiaron las reglas. ¡°Era su bestia negra, pura potencia. Cuando apareci¨® ¨¦l empezaron a imponerse la potencia en el servicio y la contundencia, pero a m¨ª me deslumbraba la clase de Edberg¡±, matiza, citando a continuaci¨®n la arrolladora victoria del sueco sobre el estadounidense Jim Courier en la final del US Open de 1991.
Fue un 6-2, 6-4 y 6-0, en 2h 04m de puro magisterio. ¡°Le peg¨® una paliza, y ese partido lo tengo bastante grabado¡±, dice Moy¨¤. Cuentan las cr¨®nicas que ese d¨ªa Edberg atin¨® 18 veces en la red, que su rival solo consigui¨® hacerle nueve puntos en el primer set y que si alg¨²n momento simboliza ese partido es el sexto juego del segundo, cuando el n¨®rdico peg¨® una derecha profunda y Courier, enrabietado, replic¨® con un rev¨¦s al l¨ªmite de sus fuerzas. ¡°Le di con todas mis ganas y se la coloqu¨¦ justo en los pies¡±, se?al¨® entonces el norteamericano. Pero Edberg sac¨® la chistera, amortigu¨® el violento golpe con una sutil volea de rev¨¦s y la bola cay¨® muerta en la l¨ªnea, justo donde Courier, ni nadie, imaginaba que pod¨ªa aterrizar. ¡°Fue uno de esos golpes que le pod¨ªas ver a Rod Laver en los v¨ªdeos de los setenta¡±, se resign¨®.
Moy¨¤ y Edberg comparten planta, 1,90 y 1,88 respectivamente. ¡°Pero ¨¦l era un poco m¨¢s fino que yo¡±, apostilla el primero. ¡°Y en cuanto a juego ten¨ªamos estilos completamente distintos, pero quiz¨¢ esa diferencia era lo que m¨¢s me atra¨ªa de ¨¦l¡¡±, prolonga el balear. De generaciones distintas, ambos coincidieron una sola vez en la pista. Fue el 30 de mayo de 1996, en la segunda ronda de Roland Garros. ¡°A priori yo era el favorito, porque era el a?o de su despedida [Edberg ten¨ªa entonces 30 a?os, 11 m¨¢s que ¨¦l] y yo ya era el 20? en el ranking; ven¨ªa de hacer semifinales en Barcelona y final en M¨²nich, donde le hab¨ªa ganado a Muster; era mi primer Roland Garros y en la primera ronda le hab¨ªa ganador a Rafter; jug¨¢bamos en tierra batida y a cinco sets, as¨ª que...¡±, recuerda Moy¨¤.
¡°Me gan¨® 6-2, 6-2 y 6-1 en la central. Me dio una clase gratis en la Chatrier. Al tenerlo delante me impresion¨® un poco. No fue f¨¢cil de asimilarlo y, de hecho, jugu¨¦ fatal, muy cohibido por toda la situaci¨®n¡±, contin¨²a. ¡°Me quedo con su elegancia y su comportamiento. Era muy callado en la pista y actuaba siempre exactamente igual, ya fuera ganando o perdiendo. Jugaba de tal modo que no sab¨ªas si iba ganando o perdiendo. Su saque-volea era espectacular¡±, sigue describiendo el mallorqu¨ªn, que a?os m¨¢s tarde tambi¨¦n coincidir¨ªa entre las bambalinas del circuito con su ¨ªdolo, el campe¨®n de peinado y pose cl¨¢sica, hijo de un polic¨ªa de Vastervik.
Despu¨¦s me gust¨® mucho la rebeld¨ªa de Agassi, era un transgresor, revolucionario
Edberg, gal¨¢n de la raqueta, elev¨® seis Grand Slams tras jugar ocho grandes finales: dos Open de Australia (1985 y 1987), dos Wimbledon (1988 y1990) y dos US Open (1991 y 1992). Tan solo se le resisti¨® Par¨ªs, porque Michael Chang le derrot¨® en la final de 1989. Cerr¨® su carrera con 41 t¨ªtulos individuales y 17 de dobles, y previamente, como j¨²nior, se convirti¨® en el primer jugador de la categor¨ªa capaz de completar el Grand Slam; es decir, de ganar los cuatro majors en el mismo a?o. Alcanz¨® tambi¨¦n el n¨²mero uno mundial en tres ocasiones y lo defendi¨® durante 72 semanas entre 1990 y 1992.
¡°Es un t¨ªo muy sobrio, muy callado. Fuera de la pista es exactamente igual que cuando jugaba. Tambi¨¦n tuve la oportunidad de jugar con ¨¦l en un partido de veteranos, y fue una bonita experiencia. Luego, cuando le entrenaba a Federer [en 2014 y 2015] tambi¨¦n sol¨ªamos coincidir, aunque ¨¦l no es especialmente hablador y yo tampoco. Aun y todo, creo que ¨¦l sabe de mi admiraci¨®n¡±, afirma Moy¨¤, que conforme creci¨® empez¨® a mirarse en otro espejo. ¡°Despu¨¦s me tiraba la rebeld¨ªa de Agassi, lo transgresor que era. Fue una aparici¨®n revolucionaria. Me compr¨¦ los vaqueros que ¨¦l llevaba, sus zapatillas¡ y yo tambi¨¦n jugu¨¦ con pa?uelo, como ¨¦l. Fue rompedor. En cierta manera, me sent¨ªa identificado con ¨¦l¡±, concluye el extenista, inspirado en dos modelos antag¨®nicos: del dandy al pop. ¡°Pero Edberg lleg¨® primero¡±.
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