El motor de nuestras vidas
Lo que hab¨ªamos estado persiguiendo, en realidad, no era ese torneo de 2005. Hab¨ªa sido solo la excusa y aquel supuesto alivio no era tal. A?o tras a?o la exigencia es la misma
Rafael creci¨®, como tantos ni?os que aspiran a jugar en el Real Madrid o en el FC Barcelona, so?ando con la posibilidad de ganar los torneos m¨¢s importantes del circuito ten¨ªstico profesional. A una edad temprana yo ya le animaba en los entrenamientos diarios con frases que lo llevaran a so?ar con ello. ¡°Vamos, Rafael, un d¨ªa tenemos que ganar Roland Garros¡±. ¡°O el torneo de Montecarlo. O Wimbledon¡±. La persona y el tenista crecieron con la idea de que era posible. Y as¨ª fuimos dando sentido a mi creciente exigencia diaria y alimentando nuestra ilusi¨®n.
Una inoportuna lesi¨®n le impidi¨® su primera participaci¨®n en el prestigioso torneo con tan solo 17 a?os y retras¨® un a?o su debut. Al a?o siguiente no solo consigui¨® hacerlo, sino que lleg¨® plet¨®rico de moral. Hab¨ªa logrado los t¨ªtulos de Barcelona, Montecarlo y Roma, donde jug¨® una ¨¦pica final, contra Guillermo Coria, el argentino al que era muy dif¨ªcil derrotar, en aquel momento, en tierra batida. Pero no fueron solo esos tres trofeos los que le se?alaron como uno de los favoritos para levantar, tambi¨¦n, el Grand Slam franc¨¦s. El nivel intenso de sus partidos, su incontenible garra y su valent¨ªa en los momentos m¨¢s complicados contribuyeron a entusiasmar a los aficionados y a elevar las expectativas puestas en ¨¦l.
El d¨ªa antes de volar a Par¨ªs entrenamos en un club de Palma con Carlos Moy¨¤ y cuando nos desped¨ªamos de ¨¦l, este me pregunt¨® si firm¨¢bamos disputar la semifinal del torneo. Sin ninguna duda, le contest¨¦ que no. Por nada habr¨ªamos renunciado a la oportunidad con la que ven¨ªamos so?ando durante tantos a?os.
Quince a?os despu¨¦s de que mi sobrino levantara su primer trofeo de Roland Garros, el domingo 5 de junio de 2005 al vencer al argentino Mariano Puerta, son muchos los recuerdos que puedo rememorar como si hubieran pasado ayer. Mantengo intactos numerosos detalles, pensamientos y emociones.
Esa primera llegada el mi¨¦rcoles previo al inicio del torneo a las instalaciones en el Bois de Boulogne, a las pistas que solo hab¨ªamos visto en la televisi¨®n edici¨®n tras edici¨®n, a los vestuarios que hab¨ªan usado nuestros tenistas admirados. La c¨¢lida acogida de la organizaci¨®n y la solera que se respiraba en la prestigiosa atm¨®sfera que nos mantuvo profundamente emocionados hasta que dos d¨ªas despu¨¦s, el viernes, conocimos el sorteo y una inminente preocupaci¨®n nos devolvi¨® a la tierra. Y nunca mejor dicho.
De salir todo bien, Rafael se enfrentar¨ªa en tercera ronda a Richard Gasquet, su m¨¢ximo rival durante su etapa juvenil. Un mes antes, el franc¨¦s le hab¨ªa puesto las cosas muy dif¨ªciles en la semifinal de Montecarlo y eso nos hizo temer nuestra despedida en la primera semana de competici¨®n.
Tanta expectaci¨®n caus¨® este partido en la prensa local que, al final, el jugador galo acus¨® la presi¨®n y no pudo hacer frente al encuentro con el nivel al que nos ten¨ªa acostumbrados.
La solera del torneo nos mantuvo profundamente emocionados hasta que conocimos el sorteo
Superado este primer gran escollo, el siguiente recuerdo lo ocupa aquel primer enfrentamiento en un torneo del Grand Slam con Roger Federer. Fue en esa primera semifinal que ambos jugadores disputaron en Par¨ªs, cuando por primera vez Rafael puso en pr¨¢ctica la t¨¢ctica que tantas veces le ha funcionado: jugar bolas altas al rev¨¦s del suizo. Aquel partido se percibi¨® como una final anticipada por enfrentar al n¨²mero uno indiscutible hasta la fecha con el joven que hab¨ªa irrumpido como gran dominador de la temporada de tierra del a?o. Despu¨¦s, Puerta result¨® ser un rival mucho m¨¢s peligroso de lo esperado y nos puso en serios aprietos en distintos momentos de la final.
Mi memoria no alcanza a retener todos los ¨²ltimos puntos que le han dado un trofeo de Grand Slam a Rafael. Sin embargo, sigo visualizando n¨ªtidamente aquella bola de drive que el argentino lanz¨® al pasillo y que dio a mi sobrino ese primer y anhelado t¨ªtulo.
Una sensaci¨®n de inmensa alegr¨ªa invadi¨® a todo el equipo. Rafael acababa de conseguir con 19 a?os reci¨¦n cumplidos lo que muchos jugadores persiguen durante toda su carrera. Y, a m¨ª, adem¨¢s de este gran j¨²bilo me produjo una sensaci¨®n de alivio, como manifest¨¦ a los periodistas que esperaban congregados dentro del club. Todos aquellos a?os de duro entrenamiento hab¨ªan dado su fruto y pasara lo que pasara en el futuro, Rafael ya ser¨ªa para siempre un vencedor de Grand Slam.
Y, sin embargo, cuando unas horas m¨¢s tarde me sent¨¦ en el escritorio de la habitaci¨®n del hotel, como cont¨¦ en un art¨ªculo pasado, para anotar en una libreta lo que pod¨ªa haberse hecho mejor y lo que deb¨ªamos hacer para seguir mejorando, comprend¨ª mi equivocaci¨®n y que lo que hab¨ªamos estado persiguiendo, en realidad, no era aquel torneo en particular. O no solo. Este hab¨ªa sido solo la excusa y aquel supuesto alivio, por tanto, no era tal.
A?o tras a?o he podido comprobar que la exigencia sigue siendo la misma y que el motor no son tanto los objetivos, sino una forma de entender una parte importante de nuestras vidas.
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