10 a?os no es nada
Soy muy supersticioso: a veces se ayuda m¨¢s si no se est¨¢; qu¨¦ les voy a contar del gol contra Nigeria
Este art¨ªculo llega con 10 a?os de retraso. 120 meses desde que yo deb¨ªa estar en Sud¨¢frica siguiendo y escribiendo para EL PA?S sobre la marcha de la selecci¨®n espa?ola a partir de octavos de final, pero el destino me compr¨® un billete rumbo a Barcelona y al FC Barcelona.
Por tanto este art¨ªculo es, ante todo, una cuesti¨®n de justicia period¨ªstica.
Ya s¨¦ que esta historia es un asunto menor, min¨²sculo, diminuto y privado, dentro de la epopeya de la Roja pero se lo cuento para que me ayuden a resolver el dilema.
EL PA?S, el diario¡ vamos, S¨¢mano, Besa y compa?¨ªa, hace un esfuerzo econ¨®mico, piensan que estar¨ªa bien que estuviera en las gradas para contar historias a partir de octavos y todos pens¨¢bamos (aunque nadie lo dijese de forma expresa, ya que somos enormemente supersticiosos con esos asuntos) que tras la Euro 2008 pod¨ªa caer el Mundial. Billetes, hotel, desplazamientos en un momento que ya era complicado (ya era dif¨ªcil antes de la covid).
Y en esas est¨¢bamos cuando recibo una llamada con la posibilidad de firmar en el FCB como director deportivo¡ justo en el momento entre octavos y la posible final del Mundial.
Y all¨ª que me vi el partido contra Chile con las ganas de que Espa?a batiera al equipo de Bielsa, pero deseando no tener que llamar a S¨¢mano, a Besa, para decirles que me hab¨ªa salido algo en Barcelona y que lo de Sud¨¢frica pod¨ªa esperar.
Marcaron Villa e Iniesta, y Espa?a se clasific¨® sufriendo, pero en octavos.
Y yo tuve que hacer una llamada dolorosa.
Y quedarme en Bilbao.
Y seguir a la selecci¨®n en la distancia, esa que no es el olvido.
Ya les he dicho que soy muy supersticioso, y cuando mis amigos de EL PA?S me recriminaban que les hab¨ªa dejado tirados, siempre les contestaba que me tuve que sacrificar para que Espa?a fuera campeona del Mundo, que a veces se ayuda m¨¢s si no se est¨¢ (qu¨¦ les voy a contar sobre las eliminaciones en cuartos, los penaltis, las maldiciones mundialistas que ustedes no sepan o puedan encontrar en Internet, incluyendo el gol contra Nigeria, por supuesto) que estando. Aunque tengo cierto recuerdo en 2008 de saltar en el estadio Ernst Happel tras un gol de Fernando Torres que puede contradecir mi teor¨ªa supersticiosa.
Pero ning¨²n buen supersticioso acepta una realidad como prueba contra el mal fario.
El caso es que me fui a Barcelona, empec¨¦ a discutir sobre los flecos de la contrataci¨®n (siempre son la parte m¨¢s interesante de estas discusiones) y me encontr¨¦ con Narcis Julia y Albert Valent¨ªn, con los que hicimos una apasionante traves¨ªa por las aguas cul¨¦s (de esto hablaremos otro d¨ªa).
Estos tipos son tan profesionales que a la hora de la semifinal contra Alemania segu¨ªan trabajando como descosidos, como si no hubiera ma?ana. Yo les explicaba lo excepcional de una semifinal de Mundial, los nervios que deben de sentir los jugadores, la tensi¨®n que se deber¨ªa de vivir en el vestuario, la oportunidad hist¨®rica y todo eso, y ellos me contestaban que muy bien pero que qu¨¦ opinaba sobre la plantilla del Bar?a B para su debut en la Segunda Divisi¨®n. Que sobre lo de Sud¨¢frica no pod¨ªamos hacer nada, pero sobre lo otro s¨ª.
Conseguimos centrarnos en la tele un rato de la segunda parte entre los bocatas de la cena. Vimos un c¨®rner que hab¨ªamos visto una cuantas veces e ¨ªbamos a ver muchas m¨¢s, marc¨® Puyol, nos abrazamos un segundo y los t¨ªos volvieron a nuestros papeles.
Yo, y todos ustedes seguro que tambi¨¦n, me qued¨¦ en blanco, pensando que me hubiera gustado estar en Durban en aquel momento, pensando en c¨®mo se escriben 600 palabras despu¨¦s de un subid¨®n de esos, sintiendo la felicidad que no pude sentir cuando iba de corto y esperando que el ¨²ltimo capitulo fuera glorioso.
Yo creo, no s¨¦ ustedes, que el no viaje mereci¨® la pena, pero se admiten, claro, otras interpretaciones.
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