Las huellas de Jon Rahm
Viaje a los or¨ªgenes del n¨²mero uno del golf mundial: de su infancia, su familia y su Barrika natal a Larrabea, su primer club, y al entrenador que le form¨®
La marea cambia el paisaje. Las barcas que por la ma?ana est¨¢n varadas en la arena flotan por la tarde en la r¨ªa de Plentzia. Al fondo, un goteo de casas a lo largo de la carretera dibuja el municipio vizca¨ªno de Barrika, donde la vida transcurre tranquila para sus 1.500 habitantes, m¨¢s ahora que la pandemia ha vaciado las playas. Solo un suceso excepcional puede romper la calma. Por ejemplo, que en su costa se grabaran escenas de la serie Juego de tronos. Por ejemplo, que uno de sus vecinos sea el n¨²mero uno mundial de golf.
En uno de esos edificios, Edorta Rahm y ?ngela Rodr¨ªguez siguen con la humilde normalidad de siempre. No se han movido del lugar donde sus hijos crecieron felices corriendo en la plaza, montando en piragua y jugando al f¨²tbol de porteros en el equipo local. Que el peque?o, Jon Rahm Rodr¨ªguez, sea con 25 a?os el mejor golfista del planeta no ha alterado su forma de ser. ?ngela contin¨²a como matrona en el ambulatorio de Cruces, en Barakaldo. Edorta recoge los frutos de un negocio de distribuci¨®n de carburantes. Eriz, seis a?os mayor que Jon, trabaja en el Palacio Euskalduna y hace un mes fue padre. La peque?a Sare duerme en el carrito. Su t¨ªo Jon solo ha podido verla por videoconferencia desde Estados Unidos. Le ha tra¨ªdo suerte, dice.
El viaje de Jon Rahm al n¨²mero uno comenz¨® de casualidad. Ni siquiera hay un campo de golf en Barrika. Ni hab¨ªa tradici¨®n en la familia ¡ªun estudio geneal¨®gico apunta al carpintero suizo George Rahm, abuelo del tatarabuelo de Jon, como el origen emigrante de la saga en el Pa¨ªs Vasco¡ª. El abuelo del golfista, Sabin Rahm, fue durante 33 a?os delegado del Athletic, de modo que el chico so?aba con ser futbolista en el equipo de sus amores. Pero el destino le ten¨ªa preparada otra carta. El padre, Edorta, jugaba al p¨¢del con varios amigos y uno de ellos fue invitado a trav¨¦s de Repsol a la Copa Ryder de Valderrama en 1997, la m¨¢gica edici¨®n que Seve Ballesteros logr¨® celebrar por primera vez en Europa fuera de las islas. El hombre volvi¨® tan entusiasmado que no par¨® hasta convencer a sus colegas de que cambiaran la raqueta por el putter.
As¨ª entr¨® el golf en la vida de los Rahm. Primero los ni?os jugaron en el club deportivo Martiartu, en Erandio, que no era un club de golf. Los dos m¨¢s cercanos, Neguri y Laukariz, eran demasiado elitistas. Los Rahm se apuntaron al club de golf Larrabea, en ?lava, a una hora en coche. Un universo se abri¨® ante Jon. ¡°Ya con seis a?os destacaba¡±, recuerda Eduardo Aguirre, amigo de la familia y hoy capit¨¢n de campo en Larrabea. ¡°Su padre ten¨ªa una madera cinco y Jon la cog¨ªa aunque le ven¨ªa grande. En Martiartu hab¨ªa un talud que estaba a 100 metros y ¨¦l ya llegaba tan lejos. Era espectacular no solo por la potencia, sino por la habilidad y la coordinaci¨®n. Le pon¨ªas bolas delante y no paraba de darle. Le llam¨¢bamos la ametralladora¡±, r¨ªe Aguirre.
El ni?o que practicaba kung-fu, pirag¨¹ismo y f¨²tbol hab¨ªa descubierto una pasi¨®n que no pod¨ªa dejar de alimentar. ¡°Con el tiempo, sus padres alquilaron una casa dentro del campo para los fines de semana y el verano. Enfrente hab¨ªa un putting green. Jon estaba siempre ah¨ª. Pod¨ªa estar nevando que estaba pateando. Pasabas a las nueve de la noche y no se hab¨ªa movido. ¡®Pero Jon, vete a casa¡¯, le dec¨ªa. Nada. Prefer¨ªa jugar a estar en conversaciones de adultos. Yo creo que hoy patea tan bien por eso¡±, revive Ander Padura, gerente de Larrabea.
¡°Ni com¨ªa ni beb¨ªa. Ni se acordaba. Se pasaba las horas dando bolas. En casa estaban poco¡±, cuenta la madre, ?ngela (con una mascarilla que solo acepta quitarse brevemente para la foto), sobre los dos hermanos. Eriz, profesional al sacarse el t¨ªtulo de monitor de golf, rememora con cari?o esos partidos familiares de los domingos y aquella vez que estuvieron 15 d¨ªas en un campamento de golf en Mallorca y ¨¦l cuidaba de Jon. ¡°Aunque se las apa?aba bien solo. Siempre quer¨ªa ganar, claro, como todos, al golf, a las cartas o al f¨²tbol. Hubiera sido buen portero tambi¨¦n. A m¨ª en el golf me empez¨® a ganar muy r¨¢pido, no tard¨® mucho cuando cogi¨® fuerza¡±.
Un fuego competitivo crec¨ªa imparable. ¡°Te dabas cuenta de que ten¨ªa algo distinto, sab¨ªa lo que quer¨ªa. La gente lo llama ser fanfarr¨®n, una bilbainada. Para ¨¦l era innato¡±, explica Eduardo Aguirre. ¡°Muchos padres quieren que sus hijos sigan los pasos de Jon Rahm, pero eso no se puede forzar. Se es o no se es. Pasa como con Nadal. Se nace. Jon quer¨ªa ser futbolista y el golf se cruz¨® en su camino. Fue el destino, el golf le encontr¨®. Surgi¨® de la nada. Es a¨²n m¨¢s sorprendente que Seve porque en Pedre?a hab¨ªa un campo, la familia viv¨ªa ah¨ª y su hermano Baldomero y su t¨ªo Ram¨®n Sota eran jugadores. Jon no ten¨ªa nada, era un n¨¢ufrago. Ni siquiera sab¨ªamos lo que era el golf. Y en medio de ese vac¨ªo, ¨¦l se crey¨® mucho antes que sus padres y que todo el mundo que iba a ser profesional. Siempre ha ido por delante de su edad. El mejor palo de Rahm es su cabeza¡±.
Los ingredientes estaban en el cesto, pero hab¨ªa que darles forma, moldear un campe¨®n. Jon necesitaba un entrenador.
La Escuela Celles hab¨ªa abierto en 1997. Peque?a, modesta, la ilusi¨®n de tres hermanos. Situada al lado del imponente Seminario de Derio, que hoy alberga un hotel, un club de p¨¢del y es sede de varias empresas. Apenas una hect¨¢rea y media. Una cancha de pr¨¢cticas de 190 metros de largo y 70 de ancho, un green, un b¨²nker y una moqueta sint¨¦tica importada de Inglaterra que entonces era pionera en Espa?a y que simulaba greens duros como en Estados Unidos, ideal para entrenar c¨®mo parar la bola. Eduardo Celles, hijo y nieto de profesores de golf, daba clases a ?ngela y se hab¨ªa ganado cierta reputaci¨®n por su trabajo con los j¨®venes. El d¨ªa que ella le pidi¨® que viera a su hijo no lo olvidar¨¢. ¡°Tendr¨ªa 13 a?os. Le hice una prueba de calidad de c¨®mo manejar la bola con el juego corto, diferentes golpes con diferentes vuelos, y lo hizo muy bien. En el juego largo ten¨ªa potencia pero su bola iba un poco torcida. Y en el putting green me sorprendi¨® mucho c¨®mo sab¨ªa leer las ca¨ªdas para lo joven que era¡±.
Le ped¨ª 100 ¡®putts¡¯. Hizo 659. ?Dej¨® marcados los pies!Eduardo Celles (primer entrenador de Rahm)
Comenzaron dos a?os en los que Jon construy¨® el swing que hoy mantiene. ¡°Esa subida m¨¢s corta, el grip m¨¢s d¨¦bil¡ Jon pensaba que yo estaba loco porque en otras escuelas era todo lo contrario. En la Blume luego se lo intentaron cambiar y no se adaptaba, y en Estados Unidos tampoco se lo han tocado. El fundamento de su swing est¨¢ hecho en esta escuela¡±, cuenta Celles.
El alumno dej¨® sorprendido al maestro muchas veces. ¡°Me mir¨® a los ojos y me dijo: ¡®Voy a ser el n¨²mero uno¡¯. Me dej¨® impresionado por su determinaci¨®n. ¡®Si vas a serlo, tenemos que trabajar¡¯, le respond¨ª¡±. En cierta ocasi¨®n, Celles le mand¨® ejercicios para hacer en Larrabea. Entre ellos, 100 putts de un metro. ¡°He hecho 659¡±, le solt¨® Rahm cuando se volvieron a ver. ¡°Yo no me lo cre¨ªa, y cuando d¨ªas despu¨¦s fuimos al campo, me hizo acompa?arle al green. ¡®Mira¡¯, me dijo. ?Las huellas de sus zapatos estaban marcadas en el green! ?Hab¨ªa estado tanto tiempo ah¨ª pateando que dej¨® la marca!¡±, exclama Celles, Y sin embargo, lo que m¨¢s le maravilla de Rahm es su memoria golf¨ªstica, c¨®mo recuerda campos, golpes, hoyos, torneos, jugadores¡ ¡°Todo. Es incre¨ªble lo que sabe. Es capaz de hablarte de memoria de la ca¨ªda del green del hoyo seis de Portrush en un British Amateur cuando yo ni me acuerdo del hoyo en s¨ª. Radiograf¨ªa cada hoyo y lo almacena. Creo que va a ganar el Masters de Augusta porque lo tiene en su mente. Es una memoria fuera de lo com¨²n. Y de Seve lo sabe todo¡±.
Un cord¨®n umbilical une a Ballesteros con Rahm. Valderrama fue el germen que por casualidad har¨ªa que Jon empezara a jugar al golf. Por cierto, en esa Ryder del 97 estaba un joven Tiger Woods, que hab¨ªa ganado el Masters. A?os despu¨¦s, Jon conseguir¨ªa su primer punto en su debut en una Ryder¡ ganando a Tiger.
Con 25 a?os, Jon Rahm ha cumplido solo algunos de sus sue?os. El n¨²mero uno del mundo quiere un grande. Y aunque sus retos sean gigantes, su historia sigue unida a Barrika, a la r¨ªa, a su familia. A casa regresa en Navidad, y en el municipio ya piensan en un homenaje. Para la familia, el orgullo es doble. ¡°Siempre le hemos intentado ense?ar a saber perder, a que hace falta caerse para levantarse. Para m¨ª es Jon, el hijo, no el deportista¡±, dice ?ngela. ¡°Lo importante era la educaci¨®n. La apuesta no era ser jugador, sino estudiar y que disfrutara¡±. ¡°Me ense?aron valores, trabajo y disciplina¡±, afirm¨® Jon como n¨²mero uno mundial. Sus huellas siguen marcadas en el green.
El misterio del foco roto
La Pe?a de Amigos Jon Rahm tiene 270 socios y sede en el club de golf Larrabea. Los recuerdos visten las paredes. La tarjeta de resultados del ¨²ltimo campeonato que jug¨® como 'amateur', el US Open de 2016, las banderas del primer Open Brit¨¢nico y del primer Masters que disput¨®, el driver con el que conquist¨® su primer torneo profesional, el Farmers Insurance Open de 2017¡ Las an¨¦cdotas son tambi¨¦n interminables. Ander Padura, el gerente, recuerda cierto d¨ªa que apareci¨® roto un foco situado a varios metros de altura en un poste junto a un green de pr¨¢cticas. Nadie confes¨® ser el autor de la rotura ni Padura encontr¨® explicaci¨®n. As¨ª pasaron los a?os, sin resolverse el misterio. Hasta que en una entrevista, un Jon Rahm que celebraba sus primeros ¨¦xitos confes¨® la piller¨ªa de infancia. Entre varios amigos se apostaron qui¨¦n era capaz de alcanzar el foco golpeando una bola de golf. Fue el mejor de todos ellos.
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