?Viva la tierra batida!
Creo no equivocarme al asegurar que no solo yo, sino la inmensa mayor¨ªa de espectadores y entendidos, valoramos enormemente el concepto de juego que estamos viendo en Par¨ªs

Concluidas tan solo las cuatro primeras jornadas de Roland Garros, podr¨ªamos asegurar que los tenistas se han saltado el calentamiento de motores para deleitarnos desde el primer d¨ªa con partidos de muy alto nivel. Los temores que nos acechaban por las condiciones meteorol¨®gicas en esta ¨¦poca en Par¨ªs y las pelotas nuevas, han dado paso a una sospecha mucho m¨¢s halag¨¹e?a: una venidera semana y media de disfrute asegurado para los amantes del tenis.
Como es bien sabido, en los partidos sobre tierra batida la cuesti¨®n t¨¢ctica y la imaginaci¨®n del tenista tienen una influencia mucho m¨¢s decisiva en el resultado del encuentro que en los otros torneos que se juegan en las dem¨¢s superficies, donde la velocidad y la fuerza de la bola deciden en mucha mayor medida el desenlace de los puntos.
Tanto en el cuadro femenino como en el masculino hemos visto partidos en los que rivales de menor potencia y contundencia en sus golpes eran capaces de poner en verdaderos aprietos a grandes jugadores. El encuentro entre Tamara Zidansek y Garbi?e Muguruza fue un claro ejemplo de ello. La jugadora eslovena fue capaz de llevar al l¨ªmite a la espa?ola con un juego variado e imaginativo. Y en el cuadro masculino, el encuentro entre Jaume Munar y Stefanos Tsitsipas, el jugador que ocupa el sexto lugar en el ranking mundial, fue otra buena prueba de ello.
El enfrentamiento consisti¨® en m¨¢s de tres horas de puntos construidos a base de tes¨®n, subidas a la red, globos, voleas y, algo que ¨²ltimamente se estaba viendo demasiado poco: dejadas que hac¨ªan patente la buena mano del tenista y su necesidad de inventar las m¨¢s diversas estrategias para enga?ar al adversario. Un tenis, no tanto de golpes y velocidad como de b¨²squeda de alternativas, de recursos y de incansable trabajo.
Desde hace ya bastante tiempo el tenis se ha visto sometido al concepto americano de dar un m¨¢ximo valor a la rapidez y a la potencia; y as¨ª nos hemos ido apartando de lo que hab¨ªa sido la plasticidad de los golpes, la construcci¨®n de los puntos y, por tanto, la esencia de este deporte. Los especialistas en tierra han llegado incluso a o¨ªr en m¨¢s de una ocasi¨®n que son simples pasadores de bolas y que el verdadero tenis es el que se practica sobre las superficies r¨¢pidas.
Hace unas semanas, el jugador australiano Nick Kyrgios tuvo la ocurrencia de escribir un tuit, al enterarse del acceso de Pablo Carre?o a las semifinales del US Open, en el que asegur¨® que el jugador espa?ol no estar¨ªa entre los cincuenta mejores del mundo si no fuera por las pistas de tierra. Con la simpleza que lo caracteriza dio por sentado que Pablo no es un gran jugador y que el juego en pista de tierra tiene tan escaso m¨¦rito como poco valor.
Creo no equivocarme al asegurar que no solo yo, sino una inmensa mayor¨ªa de espectadores y entendidos, valoramos enormemente el concepto de juego que estamos viendo estos d¨ªas en Par¨ªs, el m¨¢s digno escenario para coronar al pr¨®ximo mosquetero.
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