Un abrazo a Modric
El centrocampista del Madrid ha descubierto otra dimensi¨®n: el jugador que emociona
Una nueva categor¨ªa
Hay jugadores que fascinan, jugadores que deslumbran, jugadores que asombran, jugadores que convencen¡ Modric ha descubierto otra dimensi¨®n: el jugador que emociona. Tiene la claridad de ideas y los atributos t¨¦cnicos del crack, pero para emocionar se requiere de una dignidad futbol¨ªstica asociada a la generosidad y a la honestidad. El media punta que lleg¨® al Madrid se convirti¨® en un jugador entero; el tipo menudo con apariencia de fr¨¢gil se come la cancha; el veterano de 35 a?os transmite savia nueva con la fuerza de su personalidad. No hay el m¨¢s m¨ªnimo asomo demag¨®gico en su f¨²tbol, tampoco ninguna debilidad exhibicionista. Su juego discreto solo aspira a la utilidad, es decir, darle al equipo lo que necesita. Si es con la pelota, auxiliando a todo el mundo; si es sin la pelota, sacrific¨¢ndose con inteligencia. Al final abandona el campo agotado y con el semblante serio de un jornalero. Es entonces cuando dan ganas de abrazarlo como a un h¨¦roe.
As¨ª se hace y as¨ª se siente
No s¨¦ si los clubes son conscientes de la importancia que tienen estos referentes. Los valores son el esqueleto moral que sostienen a los clubes a trav¨¦s del tiempo y Modric, el discreto transmisor, es una escuela andante. No necesita hablar, porque la del f¨²tbol es una actividad que no se ense?a diciendo, sino haciendo. Y desde la autoridad de su edad, de su Bal¨®n de Oro y de su ejemplo, Modric contagia una manera de sentir el f¨²tbol que vale, otra vez, oro. Los jugadores son cada d¨ªa m¨¢s fuertes y est¨¢n m¨¢s dotados t¨¦cnicamente. Los partidos se dibujan en una pizarra, los rivales son sobreanalizados hasta en los detalles m¨¢s insignificantes y el f¨²tbol lo estamos descomponiendo en n¨²meros con interminables estad¨ªsticas. Pero nada de eso tiene la menor importancia si no se juega al f¨²tbol con la emoci¨®n que ense?a Modric.
Thomas, la lealtad y la econom¨ªa
Thomas se fue el ¨²ltimo d¨ªa y le abri¨® al Atl¨¦tico un agujero futbol¨ªstico, al tiempo que le llenaba un agujero econ¨®mico. Seg¨²n desde qu¨¦ despacho se mire, un problema o una soluci¨®n. Pero el f¨²tbol est¨¢ hecho de despachos y de aficionados que exigen la misma lealtad desinteresada que ellos representan. Mirado desde la tribuna, lo de Thomas es la traici¨®n de un hijo criado con afecto. Pero no es culpa de Thomas que las nuevas coordenadas del f¨²tbol sean m¨¢s comerciales que human¨ªsticas. Fueron los clubes quienes nos ense?aron las claves empleando este eufemismo: descomponer la pasi¨®n en decisiones cerebrales. Es leg¨ªtimo entonces que Thomas se pregunte: ?cu¨¢nto cuesta la lealtad? Por lo visto, entendi¨® que cincuenta millones y un mensaje afectuoso en las redes, es un precio razonable. De todos modos, admirado Thomas, ser¨ªa un detalle que demoraras al menos tres partidos en besarte el escudo del Arsenal.
Un arma inesperada
Cuando entr¨® al partido para debutar con Espa?a, todo (los rivales, las porter¨ªas y hasta el campo) parec¨ªa m¨¢s peque?o. Es el primer efecto que provoca en un partido esa monta?a de m¨²sculos que es Adama Traor¨¦. Desacostumbrados como estamos a ver algo as¨ª, la primera sensaci¨®n cada vez que entra en contacto con la pelota e intenta una penetraci¨®n en un f¨²tbol sin espacios, es que no puede pasar, porque no cabe. Pero su descomunal potencia le permite progresar sin necesitar pre¨¢mbulos como el de la distracci¨®n o el amague. Acelera y se impone con la superioridad abusiva de un hombre jugando contra ni?os. En el camino, m¨¢s que rivales deja v¨ªctimas. En la Espa?a que hizo del estilo un modo de vida, Adama parece un cuerpo extra?o. Pero si intentas jugar a la guerra con armas ligeras y te ofrecen un ca?¨®n, ?qui¨¦n dice que no?
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