F¨²tbol, una industria de seres humanos
No me extra?a que jugadores y entrenadores est¨¦n levantando la voz
Un culpable
Siempre pens¨¦ que los hinchas tienen una doble vida: la de la cancha, cuando son arrastrados por la emoci¨®n, y la de su casa, cuando se convierten en seres pensantes. Los mismos tipos, con unas horas de diferencia. Pero resulta que ahora que el hincha est¨¢ en el exilio y la masa no alimenta su fanatismo, sigue d¨¢ndole una respuesta un¨ªvoca a problemas complejos. El Madrid, por ejemplo, tiene problemas de varias ¨ªndoles: posiciones que no est¨¢n dobladas, j¨®venes demasiado t¨ªmidos, veteranos que no aguantan el ritmo enloquecido de la competici¨®n, dificultades de equilibrio que paga en las dos ¨¢reas, recibiendo demasiados goles y marcando pocos¡ El hincha cl¨¢sico lo resume en un solo nombre propio, seg¨²n apunte su obsesi¨®n. Para unos el problema se llama Marcelo, para otros Isco, para otros Zidane¡ Tendr¨¦ que cambiar de opini¨®n: en la cancha o en su casa, el hincha dice cosas de hincha.
Ida y vuelta de la plenitud
Lo explicar¨¦ con nombres propios que me resultan familiares y que, al tiempo, son universales. Argentina gan¨® el Campeonato del Mundo de 1978 con Mario Alberto Kempes como m¨¢ximo goleador y mejor jugador del torneo. Despu¨¦s, gan¨® el Mundial 86 con Diego Maradona sac¨¢ndole muchos cuerpos de ventaja al segundo mejor jugador del campeonato. Pero en Espa?a 82, Mario (el crack) y Diego (el genio) jugaron juntos y, sin embargo, Argentina apenas lleg¨® al decimosegundo lugar. Claro que los nombres importan, pero m¨¢s importan los momentos. En Espa?a, Kempes estaba de vuelta de su excepcional nivel y Maradona de ida hacia su consagraci¨®n absoluta. De lo que habla este recuerdo es de la importancia que ha tenido siempre la plenitud en la carrera de los jugadores y del efecto que eso produce en los equipos. Grandes nombres propios, demasiado pronto o demasiado tarde, son solo eso: grandes nombres.
El Atl¨¦tico llega a tiempo
La historia viene a cuento porque el Real Madrid y el Bar?a cuentan con j¨®venes esperanzadores y con veteranos ilustres. Esto excita la imaginaci¨®n de los aficionados, pero no parece una buena idea ante el masacrante calendario al que tendr¨¢n que hacer frente los futbolistas esta temporada. A los j¨®venes les costar¨¢ asimilar mentalmente tantos partidos estresantes, y a los jugadores ya curtidos les pesar¨¢ f¨ªsicamente exprimirse cada tres d¨ªas. Creo que, en ese punto, el Atl¨¦tico est¨¢ mejor compensado. De los habituales, el ¨²nico que se aleja, para arriba, de los treinta es Luis Su¨¢rez (33), que sabr¨¢ reparar las limitaciones de la edad con la ilusi¨®n del reci¨¦n llegado, y el ¨²nico que se queda corto (21) es Jo?o F¨¦lix, que cost¨® 120 millones precisamente por su precocidad. Los dem¨¢s son jugadores que juntan la experiencia con la energ¨ªa; esto es, est¨¢n en el punto m¨¢ximo de su carrera. Conclusi¨®n: ahora o nunca.
Gal¨¢cticos y humanos
Hace 20 a?os Luis Figo inaugur¨® la era Gal¨¢ctica en el Real Madrid. En estos d¨ªas, art¨ªculos y documentales recrean el regreso de Luis a Barcelona, donde el f¨²tbol mostr¨® su fuerza pasional con manifestaciones de odio que no eran m¨¢s que el reverso de un gran amor. Como ocurre tantas veces, el conflicto esconde cosas sustanciales. Visto en perspectiva, los Gal¨¢cticos fueron un antes y un despu¨¦s en la historia del f¨²tbol. Escenificaron un cambio de paradigma que oblig¨® a tender puentes entre lo viejo, el juego mismo, y lo nuevo, la mercadotecnia de una industria sin chimeneas. Desde entonces los jugadores son h¨¦roes, las pretemporadas son giras y el f¨²tbol, un gran negocio. Sigo creyendo que los puentes entre el antes y el ahora a¨²n no son firmes. Y no me extra?a que jugadores y entrenadores est¨¦n levantando la voz para que no olvidemos que la materia prima de esta industria son seres humanos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.