La m¨¢quina
Los dos goles de Maradona contra Inglaterra en 1986 se parecen bastante a una par¨¢bola de, quiz¨¢s, lo que nos gustar¨ªa ser
Han pasado muchas horas desde la muerte de Maradona. Este jueves y, hasta hace un rato, la gente continuaba haciendo largas filas para ver su f¨¦retro ubicado en la Casa Rosada, la residencia del Gobierno nacional, en Buenos Aires. Ahora hay disturbios, detenidos, y el velatorio se dio por terminado. Pero, en la ma?ana, miles de personas coreaban su nombre y lloraban, diciendo ¡°Diego fue la ¨²nica persona que me hizo feliz¡±. Vi, entre tanta cosa, una pancarta con una frase, atribuida al escritor argentino Roberto Fontanarrosa y utilizada en estas horas muy profusamente: ¡°No importa lo que hiciste con tu vida, sino lo que hiciste con la nuestra¡±. Pens¨¦: ¡°Qu¨¦ barbaridad¡±.
La ma?ana del d¨ªa en que Maradona muri¨® ¨Dmi¨¦rcoles 25 de noviembre, por infarto y mientras dorm¨ªa¨D yo me qued¨¦ tuerta: despert¨¦ con un ojo cerrado. Fui a la cl¨ªnica. Ten¨ªa una gl¨¢ndula del p¨¢rpado inflamada y me recetaron un antibi¨®tico local, una sustancia viscosa que me deja ciega. Volv¨ª a casa, me puse a trabajar. Pocos minutos despu¨¦s recib¨ª un mensaje en el tel¨¦fono en el que me anunciaban su muerte. Con los ojos nublados por el antibi¨®tico, cre¨ª haber le¨ªdo mal. El mensaje, adem¨¢s, era confuso, ambiguo. Respond¨ª corto: ¡°?Maradona?¡±. ¡°S¨ª, el 10. Chequealo¡±, me dijeron. Revis¨¦ diarios, varias cuentas de Twitter: nada. En un mundo fulminado por noticias falsas, pens¨¦ que esta era una m¨¢s. Ya lo hab¨ªan matado durante el Mundial de Rusia, en 2018, cuando despu¨¦s del partido de Argentina contra Nigeria se hab¨ªa descompensado y llegaron a las redacciones audios de WhatsApp en los que un hombre le daba a entender a otro que Diego hab¨ªa muerto. El audio era falso, pero recorri¨® el planeta en segundos gracias a las redes sociales, y los medios de comunicaci¨®n se empapelaron con la noticia de su fallecimiento. As¨ª que esper¨¦.
Me detengo, ahora, en ese instante. En esos minutos en los que sent¨ª tanto la urgencia de la confirmaci¨®n como la esperanza de que no se confirmara. Era un mi¨¦rcoles sin nada en particular en una ciudad astillada por la crisis, en un pa¨ªs camino a ser una versi¨®n mejorada ¨Do sea, empeorada¨D de s¨ª mismo: la mitad de nuestra poblaci¨®n es pobre, las cifras m¨¢s fat¨ªdicas de nuestra historia. Durante esa espera llegaron algunos correos. Ninguno de ellos alud¨ªa a Maradona. Tom¨¦ ese silencio como la confirmaci¨®n de que no hab¨ªa pasado nada. ¡°Si la noticia fuera cierta¡±, me dije, ¡°no se estar¨ªa hablando de otra cosa¡±. Pero tambi¨¦n me pregunt¨¦ por qu¨¦ sent¨ªa esa zozobra. Por qu¨¦ tem¨ªa que se confirmara la muerte de una persona a la que no hab¨ªa conocido, que se hab¨ªa dedicado a un deporte que solo me interesa durante los mundiales y cuando juega la selecci¨®n de mi pa¨ªs (que es, por cierto, Argentina).
La muerte se confirm¨® minutos despu¨¦s. A partir de ese momento, aforismos: que si ahora dios le daba la mano a dios, que si el barrilete hab¨ªa levantado vuelo, que si te fuiste a patear la pelota al para¨ªso. Esas cosas. Yo pens¨¦ en el forense que iba a practicarle la autopsia: en c¨®mo se abre el cuerpo de un hombre as¨ª.
La memoria dispara comentarios raros. De pronto, record¨¦ d¨®nde estaba al enterarme de que Maradona hab¨ªa sido expulsado de un Mundial. Tuve que buscar la informaci¨®n, porque ni idea: Estados Unidos, 1994. Yo estaba en el centro de Buenos Aires y vi, en un bar muy peque?o, gente amontonada frente a un televisor. En el videograph, la noticia: Maradona quedaba fuera del campeonato porque el control antidoping hab¨ªa resultado positivo. Recuerdo perfectamente lo que sent¨ª: que se hab¨ªa perpetrado un sacrificio de sangre. Una condena. Todos lo dec¨ªan: no hab¨ªa posibilidades de que jugara el siguiente Mundial. Era inhumano que le quitaran, sabiendo lo que hac¨ªan, su ¨²ltima vez. Poco despu¨¦s ¨¦l dijo aquello de ¡°Me cortaron las piernas¡±, una declaraci¨®n sacrificial y dram¨¢tica en la que veo, ahora, el principio de demasiadas cosas.
Maradona se retir¨® del f¨²tbol en 1997. Siempre me pregunt¨¦ c¨®mo se sobrevive a la certeza de que el momento m¨¢s glorioso de la vida ¨Del rugido de una multitud en un campo de c¨¦sped, recibiendo a su bestia m¨¢s excepcional¨D ya pas¨®. Uno, humano simple, mortal com¨²n, suele no saber si ese momento llegar¨¢ alguna vez, o si ha quedado atr¨¢s. Y entonces, eso: c¨®mo ser¨¢ saber que no habr¨¢ nada parecido. ?Los nietos por venir, la compra de un Ferrari o de una casa nueva, algo de eso es comparable con haber estado en el Olimpo no una vez, sino mil? ?De qu¨¦ hay que estar hecho para soportar una existencia com¨²n cuando se ha probado existir entre los dioses?
Segu¨ª su vida, despu¨¦s, como quien convive con un paisaje escabroso: m¨¢s flaco, m¨¢s gordo, menemista, delarruista, cristinista, guevarista, adicto, adicto recuperado, adicto otra vez, padre de hijos a los que no quer¨ªa reconocer, padre de hijas a las que quer¨ªa con locura, esposo, exesposo, expadre, exnovio, prepotente, divertido, pendenciero, contradictorio, machista, caprichoso, payaso, inteligente. Era alguien que hab¨ªa nacido en un barrio pobre, que se dec¨ªa parte del pueblo, que fumaba habanos con Fidel, que estaba tapizado de relojes caros y se codeaba con los jeques m¨¢s recalcitrantes de Dub¨¢i. Que llamaba ¡°ladrones¡± a los dirigentes de la FIFA antes de que nadie se atreviera a hacerlo, que le dec¨ªa ¡°pibe¡± burlonamente a una travesti, y que disparaba con un rifle de aire comprimido a periodistas que montaban guardia ante su casa. No s¨¦ si era un compendio de la argentinidad, porque no s¨¦ qu¨¦ es la argentinidad, ni conozco a nadie que quiera tener una vida como la suya excepto en la dimensi¨®n futbol¨ªstica, pero esos dos goles a los ingleses que hizo en 1986 en el mundial de M¨¦xico, el primero con la mano y el segundo una pieza sinf¨®nica que incluso una persona limitada como yo debe admirar de rodillas, se parecen bastante a una par¨¢bola de, quiz¨¢s, lo que nos gustar¨ªa ser: tramposos redimidos, acometedores de trampas aviesas avaladas por genialidades de calibre inhumano. Yo no s¨¦, la verdad, si alguna vez llegamos ¨Dllegaremos¨D a eso, pero all¨ª donde uno viajara ¨DIndonesia, Zimbabue, Alemania¨D, ¨¦l era nuestro sin¨®nimo: apenas uno se dec¨ªa argentino, el interlocutor gritaba: ¡°?Maradona!¡±.
Estuve viva mientras Maradona estuvo vivo, y eso me impresiona y me parece un desperdicio: muchos de los que esperaban hoy frente a la Casa Rosada ten¨ªan diez o quince o veinte a?os, nunca lo hab¨ªan visto jugar m¨¢s que en YouTube, y no conocieron de ¨¦l, en tiempo real, m¨¢s que la versi¨®n balbuceante de los ¨²ltimos tiempos. Yo fui su contempor¨¢nea y, me jura el hombre con quien vivo, lo cruzamos en la fila de Migraciones del aeropuerto de Ezeiza cuando volv¨ªamos de Dub¨¢i: ni siquiera me acuerdo.
Pero ah¨ª estaban esta ma?ana los herederos de la leyenda, y tambi¨¦n sus padres, esperando para rendirle homenaje. Muchos dec¨ªan que gracias a Diego hab¨ªan tenido su ¨²nica alegr¨ªa. A lo mejor era una forma de decir, una frase hecha, pero me apen¨® pensar que la ¨²nica alegr¨ªa de alguien pudo haber sido la contemplaci¨®n de la gloria de otro. Y supongo que tambi¨¦n es un gran peso: ser la m¨¢quina reproductora de la alegr¨ªa nacional.
Maradona muri¨® solo en una casa alquilada, al final de un a?o en el que, por la pandemia, casi no se juega al f¨²tbol. Pienso en esa frase de la pancarta ¨D¡±No importa lo que hiciste con tu vida, importa lo que hiciste con la nuestra¡±¨D y sigo creyendo que es una cat¨¢strofe. Que, m¨¢s que decirle ¡°No te juzgo¡±, esa frase dice ¡°No importa tu vida, importa que hayas existido por m¨ª, para m¨ª, para darme alegr¨ªa y esperanza. Todo lo dem¨¢s ¨Dlas drogas, la obesidad, la depresi¨®n, los amigos perdidos, las rodillas hechas polvo, la artrosis, las traiciones¨D te lo dejo: todo tuyo¡±. A lo mejor no es una frase de agradecimiento sino lo contrario. A lo mejor es un mensaje de vampiros.
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