Ultras: siempre ellos, nunca nosotros
Los incidentes del pasado fin de semana en Valencia, y los insultos racistas a I?aki Williams en Barcelona, han vuelto a poner el foco sobre un problema que siempre est¨¢ presente
De mi primera visita al Santiago Bernab¨¦u siempre recordar¨¦ el bofet¨®n que me calz¨® un miembro de Ultrasur en un bar aleda?o: tuve mucha suerte. Me hab¨ªa comido un bocadillo con unos amigos e intentaba pagar la cuenta cuando un tipo me empuj¨® groseramente, yo lo mir¨¦ por encima del hombro, y ¨¦l decidi¨® saldar aquel encuentro solt¨¢ndome un manotazo que debi¨® escucharse en Arg¨¹elles. ?Por qu¨¦ s¨¦ que era miembro de Ultrasur? Porque nadie movi¨® un dedo para defenderme, incluidos mis amigos, y porque en aquel tiempo acud¨ªan al estadio emperifollados con toda la parafernalia ultra necesaria para que nadie dudase de qui¨¦nes eran y a qu¨¦ se dedicaban. ¡°Has hecho bien en callarte y dejarlo correr. La semana pasada apu?alaron a uno ah¨ª mismo¡±, me dijo el camarero se?alando un punto indeterminado de la acera.
Desde entonces, el f¨²tbol espa?ol ha cambiado mucho pero tampoco demasiado. Siguen siendo mayor¨ªa los estadios en los que se contin¨²a tolerando groseramente a los intolerantes, cuando no alent¨¢ndolos y hasta protegi¨¦ndolos. Constantemente se loan sus exhibiciones folcl¨®ricas desde las cabinas de prensa, muchos futbolistas les conceden un estatus especial frente al hincha corriente y los clubes acostumbran a mirar hacia otro lado ante sus habituales excesos. Se les va dejando hacer porque, se alega, son los m¨¢s fieles al escudo y a los colores, cuando la gran mentira reside precisamente en esa afirmaci¨®n: los ultras solamente son fieles a s¨ª mismos, a sus prebendas y sus intereses, como cualquier clan organizado. Comercian con su aliento pero tambi¨¦n con el miedo, y todav¨ªa quedan demasiados dirigentes en nuestro f¨²tbol que apuestan por tener ambas cosas de su lado.
Los incidentes del pasado fin de semana en Valencia, y los insultos racistas a I?aki Williams en Barcelona, han vuelto a poner el foco sobre un problema que siempre est¨¢ presente aunque nos hayamos acostumbrado a obviarlo. El Espanyol, por ejemplo, ha reaccionado a esta ¨²ltima pol¨¦mica identificando a una docena de aficionados como los responsables de los c¨¢nticos hacia Williams, pero lo cierto es que las gradas de Cornell¨¢-El Prat llevan demasiado tiempo protagonizando escenas inasumibles que caen en el olvido en cuanto el foco de la actualidad se centra en la siguiente jornada. Los Boixos Nois, por su parte, a quienes muchos daban por extinguidos gracias al empe?o y las agallas de Joan Laporta, campan a sus anchas por las inmediaciones del Camp Nou, el Estadio Johan Cruyff y all¨¢ donde se desplace el primer equipo para jugar como visitante. Que ambas facciones hayan compartido protagonismo al mismo tiempo podr¨ªa parecernos casual, pero lo contrario tiene algo de milagroso, si atendemos al ritmo que suelen perpetrar sus aquelarres.
Dec¨ªa Roberto Carlos, hace m¨¢s de veinte a?os ya, que Barcelona era ¡°la ¨²nica ciudad de Espa?a que tiene problemas de racismo¡±. En 2005, en un partido frente al Racing de Santander, desde el fondo sur del Bernab¨¦u se profirieron c¨¢nticos contra los inmigrantes y se despleg¨® una pancarta en la que se pod¨ªa leer Nos invaden. Nos matan. Justicia para Espa?a. Ese mismo d¨ªa, el futbolista brasile?o regalaba su camiseta a Ochaita, hist¨®rico l¨ªder de Ultrasur, poniendo de manifiesto uno de los grandes problemas del f¨²tbol espa?ol para enfrentar la lacra ultra: siempre hablamos de ellos, nunca de nosotros. Eso, y que parece como si aquel camarero que baj¨® la cabeza cuando me cruzaron la cara nos hubiera dado el mismo consejo a todos.
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