Williams y la falta de ¨¦tica en el f¨²tbol
Atacar al diferente es una vileza. Que el ataque sea colectivo es denigrante. Esconderse en la multitud es de cobardes. Y no sancionar con rigor semejante infamia, una irresponsabilidad
Cuando el f¨²tbol no alcanza. Al domingo le quedaba un Valladolid-Madrid para encontrarle un l¨ªder a LaLiga, pero un rumor que hablaba de la muerte en accidente de Kobe Bryant creci¨® como una met¨¢stasis. Tr¨¢gica interferencia en la espera siempre festiva de un partido. Primero fue la incredulidad, porque los superh¨¦roes nunca mueren. Despu¨¦s, la esperanza de que el rumor no se confirmara. Finalmente, la constataci¨®n, el estupor, los testimonios. La coincidencia entre el partido y la penosa noticia puso el juego en su lugar. El f¨²tbol tiene la capacidad de solapar ficci¨®n y realidad. Realidad, porque el juego nos ocupa por entero; ficci¨®n, porque lo que ocurre en un partido no afecta a nada esencial de nuestra vida. Pero incluso en un tiempo que desdibuja realidad y fantas¨ªa, de pronto nos acordamos de que jugamos para olvidarnos de la muerte. Hay d¨ªas que ni as¨ª.
Viva Williams. ?Qu¨¦ tal si le empezamos a exigir un poco de ¨¦tica al f¨²tbol? Cada semana hay alg¨²n episodio que transgrede valores. El amor a un escudo debiera ser purificador, porque contiene la fuerza simb¨®lica de una bandera y un amor inocente que nos legaron en la infancia. La vida es dura y el f¨²tbol est¨¢ para ablandarla. Por eso desconcierta que, en lugar de disfrutar con orgullo de lo nuestro, nos guste tanto destruir lo otro. Como si el f¨²tbol se empe?ara en demostrar que la gente carece de un prop¨®sito y solo se moviliza invent¨¢ndose enemigos. Hacerlo con manifestaciones racistas hacia Williams, ignorando la lucha ejemplar que hay en su historia y la de su familia, habla muy mal de los que gritan y de los que callan. Atacar al diferente es una vileza. Que el ataque sea colectivo es denigrante. Esconderse en la multitud es de cobardes. Y no sancionar con rigor semejante infamia, una irresponsabilidad.
Cuando el talento se encuentra con la inteligencia. En su af¨¢n por evolucionar futbol¨ªsticamente, Rodri lleg¨® a Guardiola despu¨¦s de pasar por Simeone. Dos exageraciones en las ant¨ªpodas. Va llenando de retos su carrera y seguramente entiende que de los extremos se extraen muchas ense?anzas. Sigue adelante con sus estudios universitarios y renuncia al escaparate de las redes sociales. Sabe que ser visto en exceso desgasta hacia dentro y hacia afuera. Rodri es la prueba de que gestionar el crecimiento de un jugador de estos d¨ªas requiere de una inteligencia que abarca lo personal y lo profesional. Verlo en el City manejar los hilos del equipo a uno o dos toques, asoci¨¢ndose a todo el que pasa por su ¨¢rea de influencia, fabricando espacios con criterio estrat¨¦gico y corriendo con el sentido del deber del que piensa m¨¢s en el equipo que en ¨¦l mismo, es el canto al f¨²tbol de este veterano de 23 a?os.
Alimento para la ilusi¨®n. A lo largo de una temporada, y a la espera de un t¨ªtulo, toda plenitud queda aplazada. Pero como somos insaciables, a nada que se cumpla alguna condici¨®n nos vamos consolando. Hay esperanzas concretas: en cuanto se recupere Hazard, en cuanto Messi est¨¦ inspirado, en cuanto Jo?o F¨¦lix se adapte¡ Y generales: en cuanto nos sonr¨ªa la suerte, en cuanto los otros empiecen a fallar, en cuanto el VAR no nos robe¡ Pero durante el mercado invernal el aplazamiento de la gloria est¨¢ concentrado en el pr¨®ximo goleador: si llega Cavani, si fichamos a Rodrigo, si contratamos a Pel¨¦¡ Sorprende que en un f¨²tbol cada d¨ªa m¨¢s colectivo creamos ciegamente en el prodigio que puede llegar. Y parece mentira que no hayamos aprendido que el jugador providencial, si es que existe, no llega en diciembre. Lo cierto es que el aficionado digiere las frustraciones con este tipo de sue?os. Aunque duren poco. Es su manera de ir casi ganando.
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