?Por qu¨¦ el Madrid siempre gana?
El club se limita a pedir a los jugadores que est¨¦n a la altura de la historia. La afici¨®n tambi¨¦n, y sin ninguna amabilidad. El que soporta esa presi¨®n es apto
Un club que empuja. El madridismo ama el espect¨¢culo, pero no lo asocia a un modo futbol¨ªstico de ser, sino al talento de sus jugadores. Son ellos quienes impusieron su sello. El Madrid de Di St¨¦fano es el mito fundacional del car¨¢cter ganador del club, pero luego lleg¨® el Madrid ye-ye, el de La Quinta, el Gal¨¢ctico¡ Nunca es un entrenador el que se instala en la memoria. Creo que eso es sano, porque nos habla del poder real: el f¨²tbol pertenece a los jugadores. Ahora llegamos a este Madrid tambi¨¦n ganador, a¨²n sin nombre porque, desde Cristiano hasta Ramos, pasando por el poder de los centrocampistas, le sobran nombres. Lo esencial es que cuando un jugador llega al Madrid aprende de inmediato que todo lo que no sea ganar se llama cat¨¢strofe. El club se limita a pedirles que est¨¦n a la altura de la historia. La afici¨®n tambi¨¦n, y sin ninguna amabilidad. El que soporta esa presi¨®n es apto.
M¨¢s atr¨¢s a¨²n. Cuando hay una idea de fondo resulta f¨¢cil explicar el ¨¦xito. Pero en el Madrid el estilo nunca ha desvelado a nadie. El estilo es ganar, se escucha de vez en cuando. No exactamente. Pero ganar fue, desde el principio de los tiempos, una necesidad institucional. El Bar?a encontr¨® una raz¨®n de ser atada a la fuerza de la identidad. Si ganaba, mejor; pero la derrota fue integrada a su relato. En cambio, para instalarse en el imaginario colectivo, el Madrid necesit¨® un gran estadio, jugadores excepcionales y una constante ambici¨®n de triunfo. Fue as¨ª como se impuso, como referente, a otros equipos que nacieron en Madrid con aspiraciones parecidas, pero que desaparecieron en el camino o no alcanzaron la misma dimensi¨®n. La necesidad de ganar naci¨® con el club, se filtr¨® en la afici¨®n y por rendijas invisibles lleg¨® al vestuario. Tambi¨¦n al de los rivales. Punto importante, porque al miedo conviene no subestimarlo.
El h¨¦roe que pidi¨® perd¨®n. Valverde, como buen uruguayo, sabe que hay patadas que no pueden dejar de darse. Fuerza mayor. Tambi¨¦n sabe, porque creci¨® en un mundo de c¨®digos, que estas acciones no son para enorgullecerse y supo pedir perd¨®n. Lo incre¨ªble es que el acusado mostr¨® una ¨¦tica superior a la de los tribunales. Todo lo que ocurri¨® alrededor de la acci¨®n de Valverde es para pensar. Vivimos en un momento en que la fuerza del impacto, y de las burradas que se dicen para ampararlo, garantizan el entretenimiento a quienes no distinguen el bien del mal. Un n¨²mero creciente de personas. La acci¨®n no impidi¨® que a Valverde se le reconociera como mejor jugador del partido y que Simeone lo felicitara camino del vestuario. Tampoco que cierto periodismo lo presentara como un h¨¦roe. No tardaremos en ver francotiradores que, si aciertan el tiro, tendr¨¢n su estatua en el estadio.
Abrir la puerta en enero. En el Bar?a se fue un entrenador por la puerta de atr¨¢s para que entrara otro, tambi¨¦n por la puerta de atr¨¢s. La de delante estaba llena de gente que no quer¨ªa entrar: Xavi, Koeman, Allegri, Pochettino¡ La suerte es que se fue un caballero dando las gracias para que llegara en su lugar el discurso ilusionante de un admirador de la causa. Los dos entrenadores atenuaron el da?o. La semana del Bar?a me record¨® a un entrenador amigo que sol¨ªa decir: ¡°Si algo sale bien, nosotros no somos los responsables¡±. En el Bar?a creen que el problema se llama estilo, por eso Quique Seti¨¦n, pero en realidad se llama resultado, como ya sabr¨¢ Valverde, al que no le alcanzaron dos Ligas porque fall¨® en Champions. ?Y perdi¨® la Supercopa despu¨¦s de un partido en el que honr¨® el estilo! Paradoja: el f¨²tbol moderno se est¨¢ poniendo rancio.
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