El Bar?a vota por el Madrid
El Atl¨¦tico y los blancos jugar¨¢n un partido que no es una ¨²ltima oportunidad, pero s¨ª una gran oportunidad
Frotarse la rodilla
El ¨²ltimo presidente, pasando por un calabozo; tres candidatos a la presidencia, que no parec¨ªan encantados de conocerse, mirando juntos el partido; problemas econ¨®micos de muy dif¨ªcil soluci¨®n¡ Ahora mismo, el Bar?a puede que sea m¨¢s que un club, pero es menos que una instituci¨®n. Es dif¨ªcil salir a jugar un partido envuelto en ese clima. Sin embargo, el prestigio futbol¨ªstico se defiende en la cancha, no en las oficinas, como demostraron frente al Sevilla un grupo comprometido de profesionales. El partido requer¨ªa de una gesta y el Bar?a jug¨® para ello desde el minuto uno, aunque solo consiguiera el derecho a la pr¨®rroga en el 94. No hay nada que me emocione m¨¢s del profesionalismo que los gestos amateurs en los momentos cr¨ªticos. Ver a Piqu¨¦ restreg¨¢ndose la rodilla para curar su esguince y poder seguir jugando, como cuando le peg¨¢bamos un golpe a la tele cuando hab¨ªa interferencias, fue el mensaje supremo: hay Bar?a.
Festejos
Como esas olas que cogen fuerza y vuelven a romper, as¨ª fue el juego del Bar?a acechando la porter¨ªa del Sevilla. En cada intento se ve¨ªa el orgullo de gente que no se resigna a la decadencia. Pero los tiempos cambian la perspectiva. No hace mucho, al Bar?a la Liga le parec¨ªa poco, ahora festeja el pase a la final de la Copa como si fuera una conquista apote¨®sica. Tambi¨¦n result¨® curioso el grito de gol de Jo?o F¨¦lix frente al Villarreal. Sabemos que los seres humanos somos buenos y malos al mismo tiempo y por eso el gol, que es la alegr¨ªa m¨¢xima, lleva siempre dentro la ilusi¨®n de la conquista y, escondido, un deseo de venganza. A Jo?o, que parece un buen chico, le sali¨® aquello de ¡°calla la puta boca, caralho¡±, que es lo que debiera mantenerse escondido. Simeone concluy¨® que le gustan los rebeldes, pero supongo que m¨¢s cuando meten goles que cuando los festejan.
El para¨ªso de la clase media
Y el jueves tuvimos dos tazas de compromiso con el Levante-Athletic. Hay un neoliberalismo futbol¨ªstico que consiste en ganar como sea y acusar de ingenuos a los que creen en el honor y la gloria. Aunque solo sea por desmarcarme de esa tendencia, me descubro ante los equipos honestos que se dejan el alma, guerreros porque en el f¨²tbol hay disputa, y ambiciosos hasta donde les permite el talento. Al final unos cantan y otros lloran, pero a ninguno de los dos se les puede reprochar nada porque llegaron hasta el l¨ªmite. Al Athletic le queda una agenda llena de finales y pr¨®rrogas. En cuanto al Levante, progresa cada a?o como club y como equipo, ¨²nico remedio posible de la clase media para defenderse del imperialismo que amenaza al f¨²tbol. Del mismo modo que esta apasionante Copa del Rey es un ant¨ªdoto contra la Superliga europea.
Jaque, pero no mate
Atl¨¦tico y Real Madrid jugar¨¢n un partido que no es una ¨²ltima oportunidad, pero s¨ª una gran oportunidad. Ante la falta de horizonte europeo, la Liga de este a?o vale mucho, y los dos equipos tienen fortalezas y debilidades. Y altibajos que las demuestran. La incertidumbre est¨¢ servida. Como esas palabras que olvidamos, pero que est¨¢n a punto de asomar, el Madrid se olvid¨® del gol, aunque siempre parezca que lo tiene en la punta de la lengua. Necesita encontrarlo precisamente ahora que juega contra un Atl¨¦tico que aspira a la gloria jugando a dejar su porter¨ªa a cero. Esa alergia goleadora nos pone ante un partido apretado, seguramente cauto, porque hay demasiada conciencia de que el resultado marcar¨¢ el futuro de los dos. Y quiz¨¢s del Bar?a que, desde la distancia, estar¨¢ votando por un nuevo presidente y por la victoria del Madrid. Tan humano como la contradicci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.