Muere Jes¨²s Hoyos, m¨¦dico del Movistar de ciclismo hasta el a?o pasado
Coincidiendo con el fallecimiento de su cuidador tantos a?os, Marc Soler y Nairo Quintana logran sus primeras victorias de la temporada
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Marc Soler no lo sabe a¨²n, la fuerza con la que pedaleando desaf¨ªa a la lluvia fr¨ªa de una Suiza sin primavera y al pelot¨®n que le persigue sin dejarle un segundo de paz no tiene nada que ver con el deseo de homenajearle, de hacer que Jes¨²s Hoyos pudiera sentirse orgulloso de ¨¦l al menos un d¨ªa. Soler, que ataca en repecho duro a 10 kil¨®metros de la meta de Estavayer, gana la etapa (y se coloca l¨ªder de la general del Tour de Romand¨ªa con 14s de ventaja sobre Geraint Thomas) y manda callar a la gente que no est¨¢, pues desierta est¨¢ la meta. Despu¨¦s le informan de que mientras ¨¦l pedaleaba, en un hospital de Alicante mor¨ªa Hoyos, el m¨¦dico de toda la vida de su equipo, el Movistar, su m¨¦dico, hasta marzo de 2020. ¡°No le dijimos nada para no entristecerle¡±, dice su director, Jos¨¦ Luis Arrieta, que lleva 24 horas inconsolable, desde que el jueves le informaron de que hab¨ªan sedado a Hoyos, de 62 a?os, en la fase terminal de un c¨¢ncer de p¨¢ncreas. A Soler se lo dicen nada m¨¢s cruzar la meta y su rostro se deforma por la noticia y nada m¨¢s empezar la rueda de prensa de ganador habla de su m¨¦dico, de su dolor, de c¨®mo le dedica la victoria.
Y como todos los miembros del equipo, Soler se sinti¨® hu¨¦rfano; y, como todos los que le conocieron y, obligatoriamente, apreciaron, un poco m¨¢s solo. Y todos maldicen el sinsentido de que sean las personas que hacen mejor al mundo las que siempre mueren antes de tiempo. ¡°Una persona sobre todo ¨ªntegra que no quiso decir nada a nadie de su c¨¢ncer, que no quer¨ªa que nadie se preocupara por ¨¦l¡±, resume Arrieta, quien, como todos sus amigos lamenta no haber estado m¨¢s tiempo con ¨¦l, no haberle visitado, despu¨¦s de que a comienzos de la pasada temporada, sorprendentemente, la direcci¨®n del equipo prescindiera de ¨¦l, de un m¨¦dico que hab¨ªa entrado en el Banesto a finales de los a?os 1990, cuando termin¨® la ¨¦poca de Sabino Padilla, y hab¨ªa permanecido intocable desde los tiempos del Chava hasta los 40 a?os de Valverde.
Y entre medias arrop¨® a decenas de ciclistas, con quienes conviv¨ªa m¨¢s de 200 d¨ªas al a?o, siempre en la carretera, les puso el term¨®metro, les tom¨® la tensi¨®n, les prepar¨® entrenamientos, descarg¨® en ordenador, siempre al borde de la saturaci¨®n, los datos de todos sus puls¨®metros y medidores de potencia en tablas Excel que solo ¨¦l sab¨ªa manejar, los analiz¨® hasta las tantas de la madrugada, les efectu¨® pruebas de esfuerzo, les llev¨® al hospital heridos, y les trataba como un padre amoroso trata a sus hijos a los que ve crecer y no paran, y as¨ª con Lastras, con Mancebo, con Nairo, que mientras Soler ganaba en Suiza se impon¨ªa en la Vuelta a Asturias, doble homenaje de sus pipiolos, a Rub¨¦n Plaza, su favorito, al Arrieta ciclista, a Piepoli¡
¡°Nos sub¨ªa las maletas y nos bajaba las aspirinas¡±, dice Jos¨¦ Miguel Ech¨¢varri, responsable del Banesto que contrat¨® a Hoyos, quien hasta entonces ejerc¨ªa en el Artiach de Paco Giner, y refleja Ech¨¢varri c¨®mo, durante las carreras, Hoyos viajaba a la ciudad de la meta en el cami¨®n de los mec¨¢nicos, que transportaba las maletas de todos los miembros de su equipo, y nada m¨¢s llegar al hotel de la llegada sub¨ªa a los dormitorios el equipaje de cada uno, y despu¨¦s se iba al autob¨²s a esperar que llegaran los corredores.
De Hoyos nadie habl¨® nunca mal pese a que durante un par de d¨¦cadas en Espa?a no hubo quiz¨¢s oficio con peor fama que el de m¨¦dico deportivo de un equipo ciclista. La duda, la sospecha de ocultas y vergonzantes pr¨¢cticas nunca se le pudo pegar a uno con un car¨¢cter demasiado castellano, seco, austero, silencioso, para su gusto, m¨¦dico de la primera promoci¨®n de la escuela de Medicina Deportiva de la Complutense de Madrid, con pr¨¢cticas en el Gregorio Mara?¨®n, y que antes de llegar al ciclismo ejerci¨® cuidando a los trabajadores que en el desierto de Irak constru¨ªan b¨²nkeres para defender la locura b¨¦lica de Sadam Hussein. Hoyos contaba sus historias, el calor en los b¨²nker hornos, las penalidades, sin darse la menor importancia, como no daba ninguna importancia a los dolores, ataques y males que le acechaban de vez en cuando, y solo lamentaba no haber estudiado Matem¨¢ticas, la materia que m¨¢s le gustaba, y hac¨ªa alucinar a sus colegas resolviendo de cabeza, sin papel ni l¨¢piz complicadas multiplicaciones que inclu¨ªan n¨²meros decimales, y no haber estudiado con m¨¢s ah¨ªnco la carrera. ¡°Yo iba todos los d¨ªas a clase y tomaba todos los apuntes, y por las noches sal¨ªa a divertirme¡±, contaba en sus comidas con amigos. ¡°Todos los compa?eros me ped¨ªan los apuntes, pero yo solo los le¨ªa la v¨ªspera de los ex¨¢menes y con eso ya me bastaba para aprobar¡¡± Y sus amigos de la Escuela se emocionaba porque all¨ª, a la facultad de Medicina de la Complutense, les llevaba a sus ciclistas para que entre todos les hicieran las pruebas de esfuerzo, y tocaran material humano de primera calidad deportiva. Y con ellos colaboraba para entre todos publicar grandes estudios en revistas de fisiolog¨ªa.
Entr¨® en el ciclismo a finales los a?os 1980. Comenz¨® en el Caja Rural de Txomin Perurena, a quien se lo recomend¨® su primer m¨¦dico entonces, Eufemiano Fuentes, de quien aprendi¨® Hoyos justamente todo lo que no hab¨ªa que ser ni hacer. Y toda su vida, tan corta, se dedic¨® a ello.
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