El Chelsea se come al City
El equipo de Thomas Tuchel niega a los de Pep Guardiola y conquista su segunda Copa de Europa tras un partido m¨¢s bravo que brillante
Londres ya tiene su segunda Copa de Europa. Las dos se las debe al Chelsea, triunfal en Oporto ¡ªpor fin, por suerte, con gente en las gradas¡ª ante un Manchester City al que desti?¨® por completo. Un gol en la mochila y todas las cerraduras del mundo le bastaron a los de Tuchel para anular una a una las muchas individualidades del conjunto de Guardiola. El Chelsea, equipo gregario como pocos, dej¨® en la cuneta a un rival negado de principio a fin. Por encima de los De Bruyne, Mahrez, Foden, la final tuvo una etiqueta, la de Kant¨¦, que no es uno solo sino todo un equipo en s¨ª mismo. ?l es el espinazo del Chelsea, un jugador tan silencioso como eficaz, c¨®smico. Un futbolista total que elude el espumoso mundo de las celebridades. Sobre ¨¦l gravit¨® el nuevo campe¨®n de Europa. Otro ¨¦xito de la escuela alemana de t¨¦cnicos. Tres consecutivos han cantado la gloria: J¨¹rgen Klopp, Hansi Flick y Thomas Tuchel.
Audaz como ha sido siempre, Guardiola lanz¨® su ¨®rdago a lo grande incluso en el d¨ªa cumbre en la historia del City. Por mucha final que fuera hab¨ªa que afrontarla a lo Guardiola. ?Un medio centro tap¨®n? Nada de nada. Al banquillo Rodri y Fernandinho. ?Un ariete? Nada de nada, en la grada Ag¨¹ero y Gabriel Jes¨²s. A cambio, un consorcio de talento m¨¢s talento: De Bruyne, Bernardo Silva, Mahrez, G¨¹ndogan, Foden, Sterling... Ocurri¨® que todos fueron nadie. Todos chatos. Enfrente, un Chelsea mejor estructurado, firme, con colmillo y m¨¢s directo. El City, moroso, de monserga con la pelota. El Chelsea, directo, at¨®mico, pese a que Werner no es un chacal. Ni mucho menos. Suyas fueron las primeras ocasiones. El alem¨¢n iba de chasco en chasco, lo mismo pegaba una patada al aire que se anudaba la cabeza y los pies en el rancho de Ederson. Werner, h¨¢bil para el desmarque, no rima con el gol ni ante una zaga tan p¨¢nfila como la del City, con Stones y Ruben Dias muy dispersos. Y sin un camarada con mand¨ªbula por delante. Al Chelsea le va el rock; al City, los violines. No los tuvo en Oporto, tan monaguillo con el bal¨®n como sin ¨¦l.
Sin avisos en el corral de Mendy, el equipo de Tuchel viv¨ªa a lo suyo. Ni agua al adversario en cada asalto y sin demora al ataque. As¨ª lleg¨® el gol. Un saque de Mendy, un pase cl¨ªnico de Mount y suficiente para que Havertz se plantara en un duelo esgrimista con Ederson. ?Los centrales del City? De merienda. Havertz dej¨® en la cuneta al portero brasile?o y dio un pase triunfal a la red. Pese a Werner, pero con Kant¨¦ ¡ªnunca se sabe si hay un solo Kant¨¦ u once kant¨¦s, recorri¨® 12 kil¨®metros¡ª, el Chelsea al frente. Ni siquiera not¨® alguna sacudida con la lesi¨®n de Thiago Silva antes del descanso. Para el cuadro de Tuchel un 0-1 es una goleada. Pese a tanto ilustrado, abajo el City, que no encontr¨® quien fuera a su rescate. M¨¢s a¨²n cuando de vuelta del intermedio De Bruyne choc¨® con un muro de hormig¨®n. Eso es R¨¹diger, un alem¨¢n de puro acero que le dej¨® el ojo izquierdo a la virul¨¦.
Sin remedio, rectific¨® Guardiola. Un nueve, Gabriel Jes¨²s, por el maltrecho De Bruyne. Un medio centro con pico y pala, Fernandinho, por el anodino Bernardo Silva, lo que le permiti¨® adelantar a G¨¹ndogan, al que este curso le ha ido como nunca flirtear con el gol. No hubo manera, nadie desequilibraba en el conjunto de Guardiola, esta vez ni siquiera pinturero. Ni un tirito p¨¢rvulo a la meta de Mendy. S¨®lido el Chelsea, abrasivo al defender y cl¨ªnico para alertar. Apenas hab¨ªa soltado riendas en el segundo acto cuando Havertz cit¨® a Pulisic con el gol, pero al estadounidense se le fue el remate por un dedillo.
Ag¨®nico, recurri¨® Guardiola al Kun Ag¨¹ero. De un inicio sin arietes a un final con dos. Ni se inmut¨® el Chelsea, equipo que se arropa como boinas verdes. En su trinchera nadie concede un resquicio, todos pican piedra, todos a destajo. Una desesperaci¨®n para el City, sin juego, sin recursos, sin remates... No ser¨¢ el Chelsea un equipo versallesco, pero tiene un sello: a su paso cualquier adversario parece menor, logra que nadie sea quien es. No lo fue el City, que por no tener no tuvo ni fogueo. En Oporto, Guardiola fue Guardiola, siempre bizarro, pero se impuso el m¨¦todo Tuchel y el Chelsea, con el navarro Azpilicueta al frente, se coron¨® por segunda vez estupendamente enjuiciado por Mateu Lahoz. Al City, tan becario en Europa, le toca esperar. Muy crudo este Chelsea.
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