Pincha Jakobsen, S¨¦n¨¦chal da el golpe m¨¢s bien dado en la Vuelta a Espa?a
En Villanueva de la Serena, victoria al sprint del franc¨¦s que suple en la llegada a su compa?ero en una etapa de paso hacia la monta?a de Guadalupe, adonde llegar¨¢ de rojo el noruego Eiking
En la recta pincha Jakobsen. ¡°Esprinta t¨²¡±, grita por el pinganillo. Habla con S¨¦n¨¦chal, el franc¨¦s grandote que le salv¨® la vida y que se gana la vida lanz¨¢ndole los sprints. Gana. Le arruina el d¨ªa a Trentin, que vuelve a patinar. Salva el d¨ªa de los Deceuninck, su equipo, que solo entiende el ciclismo como victoria. El garrote m¨¢s bien dado, que dir¨ªa Calder¨®n, como el subt¨ªtulo de su alcalde de Zalamea, tan cercana.
Entre C¨®rdoba y Badajoz, en la raya del cerdo ib¨¦rico y sus dehesas, est¨¢n achicharrados, negro carb¨®n, a punto de cosecha, los girasoles que en Burgos, tan exuberantes, desafiaban al sol, siempre buscando el cara a cara, y afeaban su mustiez a las otras plantas, ya ca¨ªdas; en Pe?arroya la maquinaria antes rutilante de sus minas cerradas son esqueletos, monumentos a la obsolescencia, vertedero en el que nunca caer¨¢n las bicicletas, herramientas de un deporte, como la miner¨ªa, de sudor y agon¨ªa, que florece en tiempos posmodernos de fascinaci¨®n por la alta tecnolog¨ªa, materiales espaciales y ciclistas de alma antigua que se forman en salones con aire acondicionado en los que sobre rodillos computarizados escalan Tourmalets virtuales; y en la Siberia extreme?a, paisaje lunar y mares falsos de cereal ya cosechado y agua, calor verdadero y un cono perfectamente c¨®nico como un mont¨®n de trigo modelado por las leyes f¨ªsicas que es una isla y una rotonda de carretera, podr¨ªan sonar, casi inaudibles, arrullando al pelot¨®n tan lento, tan quemados ya sus ¨¢nimos verdes, las campanas del Kremlin si al falso pedante Chad Haga, contrarrelojista, aguador, escritor, texano, ingeniero, y pianista, y defensor de la coma de Oxford, siempre, no le importara tararear las primeras notas del preludio en Do sostenido menor que compuso Rachmaninov al salir de un funeral y fascina a Haga, quien cuando sali¨® del coma en una UCI de Alicante se despert¨® rom¨¢ntico y comprob¨® que estaba vivo y le funcionaba bien la cabeza tecleando mentalmente la polonesa heroica de Chopin.
Haga, el herido m¨¢s grave, el m¨¢s tocado, del atropello m¨²ltiple que sufri¨® hace cinco a?os su equipo, el de Degenkolb, que perdi¨® varios dedos, entonces llamado Giant-Alpecin, en Alicante, experimenta con las letras y todos los d¨ªas, en Twitter, lanza su cr¨®nica de la etapa en forma de epigramas de no m¨¢s de dos docenas de palabras (un ejemplo, la etapa de C¨®rdoba, el sprint de Magnus, que en mala traducci¨®n al espa?ol se alarga: el tipo al que le encanta dar emoci¨®n a las etapas se lleva otra mientras algunos de los l¨ªderes hacen que la etapa sea m¨¢s emocionante de lo necesario, #La Vuelta supersimplificada), lo que viene muy bien, y es hasta conseguible, los d¨ªas que pasan unas cuantas cosas, pero no tanto el d¨ªa que la Vuelta viaja de Lope a Calder¨®n, de Fuente Obejuna a la Serena y las vegas del Guadiana, y Zalamea un poco m¨¢s all¨¢ de la meta de Villanueva, jam¨®n y torta de queso de merinas, por Siberia y por un entramado de pueblos nuevos construidos tras la inundaci¨®n de los antiguos en los embalses gigantes, una etapa encajonada entre el recuerdo del gran calor del Guadalquivir y la aprensi¨®n hacia la subida al Pico Villuercas por Guadalupe que les espera el s¨¢bado.
Llanura sin fin. Ritmo entrecortado. Tres en fuga desesperanzados. Uno naranja. Uno morado. Uno verde. Mat¨¦. Rubio. Cuadros. Es lo que toca, dicen en meta. Ya sab¨ªamos que no ¨ªbamos a ninguna parte pero no merec¨ªamos esta tortura. Viento de cara y el pelot¨®n que no quer¨ªa cogernos, siempre a un minuto detr¨¢s.
Nadie va a ninguna parte, podr¨ªa resumir Haga en su epigrama. Un par de sustos. Falsos abanicos en las dehesas, entre encinas. La pereza, la pereza, lamenta Perico en la tele. No el viento. Un repecho y la goza Adam Yates, relevando delante, y su compa?ero Egan, cortado detr¨¢s.
Entrando en Villanueva, el pelot¨®n es un hilo que se corta con la velocidad del Deceuninck lanzando a Jakobsen, aquel que no es de su equipo, pero que regres¨® de la muerte, como ¨¦l, Haga, quien se alegra de sus victorias recuperadas. Despegada la pereza de su maillot blanco, joven, Egan se lanza a la aventura del llano. Se entremezcla con los m¨¢s r¨¢pidos. Le devuelve a Adam, crecidos y multiplicados hasta cinco, los segundos que el ingl¨¦s habr¨ªa querido sumarle.
¡°Es bonito ganar en la Vuelta¡±, dice S¨¦n¨¦chal, de 28 a?os, que es de Cambrai, al norte de Francia. ¡°Pero yo estoy aqu¨ª prepar¨¢ndome para la Par¨ªs-Roubaix, la carrera que me quita el sue?o¡±.
Odd Eiking, silente, casi invisible, sigue l¨ªder. Roglic no se cae.
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