Remiro revive al Athletic
Un mal despeje del portero frustra a la Real y concede el empate en el descuento a los vizca¨ªnos, que jugaban con uno menos por la expulsi¨®n de I?igo Mart¨ªnez
Caprichos del destino: el Athletic empat¨® en San Sebasti¨¢n por un error del guardameta Remiro, que se cri¨® en Lezama. Fue en el tiempo de descuento. La Real se hab¨ªa adelantado minutos antes por un penalti cometido por I?igo Mart¨ªnez, formado en Zubieta. Los extremos se tocan en el derbi vasco.
Llov¨ªa en el comienzo, como si fuera un derbi de los a?os cincuenta, cuando casi siempre llov¨ªa y los futbolistas chapoteaban en el barrillo del viejo Atocha. Los mil bilba¨ªnos que viajaron a San Sebasti¨¢n se encontraron con un tiempo de perros en la carretera; los seguidores realistas esperaron a que escampara un rato para hacer el camino a Anoeta. Hab¨ªa ambiente de derbi, s¨ª, por las calles de Donostia, pero el ambiente no garantiza el buen f¨²tbol por mucho que se empe?e la grada, y como en el c¨¦sped hab¨ªa mucho respeto entre los protagonistas, el juego apareci¨® con cuentagotas. A pesar del prometedor comienzo que pudo cambiar el partido.
La acci¨®n del primer minuto pudo echar por tierra los planes de unos y otros. Fue cuando Williams corri¨® a un bal¨®n largo y super¨® con un toque a Remiro, que hab¨ªa salido fuera del ¨¢rea. El delantero del Athletic vio por delante la porter¨ªa vac¨ªa pero se despist¨® una cent¨¦sima de segundo, necesaria para que Aihen arriesgara al l¨ªmite, se jugara el penalti y puede que la expulsi¨®n, y tocara ligeramente la pelota. Las im¨¢genes ratificaron en el VAR lo que el ¨¢rbitro hab¨ªa percibido sobre el c¨¦sped. Hubiera sido un estropicio para los donostiarras, pero la velocidad de reacci¨®n del central de la Real devolvi¨® la sangre al cuerpo de la afici¨®n local.
El respeto dio paso a la desconfianza. La Real quiso jugar el bal¨®n, pero siempre muy lejos del ¨¢rea rojiblanca. No enchufaba Silva a sus compa?eros; Merino estaba en otras peleas, y as¨ª Sorloth e Isak, la conexi¨®n escandinava estaba apagada o fuera de cobertura. El campo, mojado y r¨¢pido, contribu¨ªa a los errores por ambos bandos. El juego se hizo embarullado, ni la Real ni el Athletic encontraban salidas y se acercaban de un ¨¢rea a otro por mera rutina. Isak intent¨® el disparo desde fuera del ¨¢rea, ya avanzada la primera parte, pero Unai Sim¨®n estuvo atento. Los bilba¨ªnos lo intentaron haciendo correr a Williams en un bal¨®n largo de Ra¨²l Garc¨ªa que, como en la primera acci¨®n del partido, neutraliz¨® el¨¦ctrico Aritz.
La siguiente noticia de un acercamiento al ¨¢rea lleg¨® ya en la segunda parte, en un remate de cabeza de Ra¨²l Garc¨ªa que sac¨® Remiro en una buena estirada. Segu¨ªa la paz hasta que lleg¨® la guerra, futbol¨ªstica, claro, cuando en una acci¨®n en la que la defensa del Athletic se embarull¨® para sacar la pelota, se meti¨® por medio Merino, muy listo. I?igo Mart¨ªnez le derrib¨® y el ¨¢rbitro se?al¨® penalti que Isak convirti¨®. El partido, claro est¨¢, ten¨ªa que cambiar, pero en realidad no lo hizo. Intent¨® apretar el Athletic, se prodig¨® m¨¢s en sus acercamientos al ¨¢rea, y tuvo una buena ocasi¨®n en la cabeza de Berenguer, que Remiro sac¨® con el cuerpo, pero poco m¨¢s, y la esperanza para el Athletic pareci¨® acabarse en el minuto 84, cuando I?igo Mart¨ªnez vio la segunda tarjeta amarilla y dej¨® al Athletic con diez jugadores en el campo. Salvo en este ¨²ltimo detalle, todo se parec¨ªa mucho a la final de Copa: penalti de I?igo, y partido resuelto.
Pero no: quedaba la ¨²ltima revuelta del destino, que lleg¨® de manera inesperada. Fue en el descuento. La Real cometi¨® una falta al borde del ¨¢rea, muy esquinada, Marcelino envi¨® a todos sus hombres al remate, pero Muniain prefiri¨® lanzarla directa. Iba cerca de la escuadra, pero parec¨ªa parable. Sin embargo, en vez de despejar con la palma de la mano, el guardameta de la Real quiso meter los pu?os y la pelota se volvi¨® hacia dentro de la porter¨ªa, caprichos del destino. Disfrutaba la afici¨®n realista del error de su ex, al que consideran un traidor, y que les daba la victoria; pero los mil bilba¨ªnos se regodearon despu¨¦s con el fallo de Remiro, trasplantado de Bilbao a Donostia. El viaje de regreso a Bizkaia fue m¨¢s dulce para ellos por lo inesperado.
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