El gladiador Gavi
El centrocampista, que de ni?o jugaba a 30 kil¨®metros de La Cartuja, se erige como el ¨²nico capaz de hacer algo diferente con la pelota pese a ser el m¨¢s joven
Invocado el embrujo de la afici¨®n sevillana, las calles fueron invadidas por la Espa?a jaranera desde primeras horas de la ma?ana. Las arterias con m¨¢s solera de Triana eran un hervidero de camisetas rojas que empezaban a jugar su partido cervecero en las mesas de terrazas, disputadas y defendidas como espacios de valor. En cualquier lugar que se abre gas de esta Espa?a que se asoma al postcovid las masas se lanzan a recuperar sus h¨¢bitos. Sol, tapeo y un partido de la selecci¨®n con el pase al Mundial en juego, un c¨®ctel costumbrista que desemboc¨® en 52.000 almas en el estadio de La Cartuja, aunque sin prisa por ocupar sus asientos porque la juerga estaba en los tenderetes y en los alrededores con los pinchadiscos repartidos por el per¨ªmetro de La Cartuja.
Como en los dos primeros partidos de la Eurocopa, Luis Enrique orden¨® que le dejaran una nevera en la esquina de la zona t¨¦cnica para observar el juego sentado. Su plan no fue tan fiel a su idea como hab¨ªa proclamado en la previa. Espa?a fue dominadora de inicio, impulsada por una grada que jaleaba cada acci¨®n, pero Luis Enrique orden¨® que, en ataque, Azpilicueta fuera casi el tercer central m¨¢s que un lateral para todo el carril, y Jordi Alba era muy selectivo en sus incorporaciones al ataque. El bullicio del grader¨ªo se transform¨® en un estallido ensordecedor con un disparo curvo de Sarabia que silb¨® cerca del poste de Robin Olsen. Esta ser¨ªa la ¨²nica acci¨®n de peligro que pudo firmar Espa?a en todo el primer tiempo. Solo Gavi se erigi¨® como el futbolista capaz de hacer algo diferente con la pelota. El chico, que jugaba a 30 kil¨®metros de su casa, en Los Palacios, fue jaleado cuando hilvan¨® dos regates cambi¨¢ndose la pelota de pierna con la que sali¨® de la presi¨®n. La jugada elev¨® su figura para todo el partido por la personalidad que demostr¨®. El m¨¢s joven, 17 a?os, jug¨® una vez m¨¢s como el viejo. No le quem¨® la pelota para jugarla y la combati¨® como un gladiador. Cuando creci¨® Suecia, que comenz¨® a estirarse, se mantuvo firme y s¨®lido.
El plan de Janne Andersson consist¨ªa en obligar a Espa?a a jugar por el medio, el lugar indicado para lanzar las contras tras una recuperaci¨®n. Una conducci¨®n de Forsberg culminada con un derechazo da?ino lo evit¨® la manopla de Unai Sim¨®n, aunque el colegiado no se?al¨® el saque de esquina. El propio Forsberg, en el segundo palo y libre de marca, remat¨® cruzado. Luis Enrique no volvi¨® a sentarse ya en la nevera. El partido estuvo ya siempre donde quiso Suecia. El marcador empatado, Espa?a sin encontrar espacios para perforar la alambrada sueca y con los nervios cada vez m¨¢s a flor de piel por la incertidumbre en el marcador. Algunas acciones arriesgadas de Unai Sim¨®n y un par de errores en la salida del bal¨®n de Azpilicueta elevaron la tensi¨®n en la grada, en el seleccionador espa?ol y en sus futbolistas. Luis Enrique se desesperaba en cada disputa que ganaban los suecos. Solo Gavi segu¨ªa manteniendo el tipo y su esp¨ªritu combativo. De nuevo, su nombre fue coreado. El desquicie ya empuj¨® al seleccionador espa?ol a meter a Rodrigo y a Morata en el campo.
Cuando Ibrahimovic entr¨®, los temores se dispararon. Hasta que Dani Olmo encabez¨® una transici¨®n r¨¢pida y solt¨® un misil que Olsen acert¨® a desviar al larguero. El rechace lo cogi¨® Morata, que tuvo el temple para picar con suavidad la pelota por encima del meta sueco. No estaba seguro de que el gol fuera v¨¢lido, pero la duda se despej¨® r¨¢pido y sali¨® corriendo hacia el desatado banquillo espa?ol. All¨ª busc¨® una estrella dorada para un ni?o enfermo como dedicatoria y al psic¨®logo Joaqu¨ªn Vald¨¦s, que fue su apoyo en la Eurocopa, cuando escuch¨® los pitos en el mismo estadio que esta vez comenz¨® a corear su nombre. Como el de Gavi cuando fue cambiado. Y al son de Mi gran noche, de Raphael, la Espa?a jaranera aclam¨® a Luis Enrique y a sus jugadores mientras daban la vuelta al campo con el billete para el Mundial en el bolsillo.
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