Totti y Berlusconi, ant¨ªtesis del romanticismo italiano
Los rumores de divorcio del futbolista con su novia y esposa de toda la vida coinciden con el desmentido de boda de ¡®Il Cavaliere¡¯ con su ¨²ltima pareja, de 32 a?os
Algunas parejas expresan en su uni¨®n el signo de los tiempos de una determinada ¨¦poca. La estad¨ªstica se?ala, sin embargo, que esos enlaces, con aires nobiliarios, casi siempre terminan mal. Romeo y Julieta constituir¨ªan el error original de la tragedia del amor. Tony y Mar¨ªa, numerarios de distintas pandillas de Nueva York ¡ªlos Jets y los Sharks¡ª en West Side Story actualizaron el mito. El matrimonio entre el cielo y el infierno, de William Blake (¡°Los caminos del exceso conducen al palacio de la sabidur¨ªa¡±) a?adi¨® profundidad po¨¦tica. Sara Carbonero e Iker Casillas ¡ªcuando fuimos reyes¡ª se la quitaron. Y luego, a una cierta distancia cultural, pero ¨²til para descifrar la endemoniada Italia de los a?os 2000, el futbolista Francesco Totti y la vedette Ilary Blasi se convirtieron en el matrimonio perfecto para medir la salud sentimental y, sobre todo, est¨¦tica de la sociedad romana. El problema, se?alan las cr¨®nicas de la ciudad ahora, es que se acercar¨ªan a la ¨²ltima parada. El domingo se hablaba m¨¢s de este asunto en el Ol¨ªmpico que de la trabajada victoria del equipo de Mourinho contra el Atalanta (1-0).
Totti, rara avis de un solo club, fue el ¨²ltimo rey que coronaron las calles de Roma. Concretamente las de San Giovanni, el barrio del centro donde creci¨® con su familia. Ilary Blasi ¡ªsu padre la llam¨® as¨ª por La conquista del Oeste¡ª era una conocida show girl de la que el jugador se enamor¨® desde el otro lado de la pantalla. Totti jug¨® en el primer equipo de la Roma 24 a?os: 8.828 d¨ªas, 291 meses. Cuando se retir¨® ten¨ªa 41 a?os y la mitad de los jugadores que esa temporada se hab¨ªan enfrentado a ¨¦l ni siquiera hab¨ªan nacido cuando ¨¦l debut¨®. Ella, en cambio, afianz¨® su carrera cuando le conoci¨®, poco despu¨¦s de que Il Capitano se levantase la el¨¢stica en un Roma-Lazio de 2002 ¡ªel mismo a?o en que un cicl¨®n llamado Berlusconi desplegaba otro tipo de relato amoroso y sexual ya como primer ministro¡ª con la famosa declaraci¨®n de amor en la camiseta blanca: ¡°6 unica¡± (eres ¨²nica). La misma que ella mostr¨® el d¨ªa que su marido decidi¨® jubilarse y, qui¨¦n sabe, sin comenzar la crisis que alcanza a tantos mortales cuando superan las cuatro d¨¦cadas.
El problema es que todo el mundo dedujo que si Totti hab¨ªa decidido jugar solo en la Roma ¡ªla parodia del jugador siempre le muestra contando c¨®mo rechaz¨® los cantos de sirena del Real Madrid¡ª, su vida deb¨ªa tener el mismo dise?o. Su historia de amor, retransmitida en directo, era el paradigma de la est¨¦tica sentimental de media ciudad. Totti se cas¨® en la bas¨ªlica de Santa Mar¨ªa de Aracoeli, al lado del Ayuntamiento. Vendieron los derechos a la cadena Sky (dieron el dinero a una ONG). Interesaba todo sobre ellos. Casi todo el mundo recuerda qu¨¦ hac¨ªa el d¨ªa del advenimiento de Christian, el primog¨¦nito. La din¨¢mica, en suma, era la de una familia real en un pa¨ªs republicano. Pero la familia Totti era el reflejo de la estabilidad y la confianza de que ah¨ª fuera nunca habr¨ªa nada mejor que lo que encontrar¨ªas en casa. ¡°Si se dejan ellos, el amor no existe¡±, se le¨ªa en La Repubblica.
La noticia del posible divorcio de Totti e Ilary, que el futbolista desminti¨® en un extra?o v¨ªdeo hace unas semanas y que algunos amigos que lo cascan todo se han encargado de confirmar estos d¨ªas, sac¨® de la zona de confort emocional a una parte de la poblaci¨®n. Pero lo curioso es que coincidi¨® con otro rumor matrimonial que estuvo a punto de alterar completamente el orden sentimental en Italia. Pero en sentido contrario. La novia de Berlusconi, sobrevenida diputada de Forza Italia de 32 a?os, Marta Fascina, insinu¨® en las redes sociales que se casar¨ªan y que se fumar¨ªa un porrazo en la noche de bodas (se desconoce con qu¨¦ finalidad). Lo hizo tras varias entradas y salidas del hospital que amenazaron seriamente la leyenda de inmortalidad de Berlusconi que, en este caso, decidi¨® mantener el statu quo y desmentir la boda. Si era necesario, se escabull¨®, pod¨ªan hacer una fiesta. Pero nada de nupcias. Al menos, suspir¨® la otra mitad de Italia, alguien mantiene el orden establecido.
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