Mohori?, el tercer hombre de Eslovenia, gana la San Remo con un descenso loco del Poggio
Pogacar multiplica los ataques subiendo pero no logra irse solo y se queda sin fuerzas para seguir a su compatriota hasta via Roma
Cuesta arriba, menos de cuatro kil¨®metros, el Poggio es un ring perfumado, y Poga?ar, un p¨²gil loco que multiplica los golpes sin pensar, sin importarle d¨®nde, lanzado por su compa?ero Ulissi, al sprint a 8,2 kil¨®metros de la meta, y luego repite a 7,7 kil¨®metros, y de nuevo a 7,4, a 7,2, a 6,6¡ Cada vez con menos fuerza, cada vez menos da?ino. A 6,4, via Duca d¡¯Aosta, el 8%, el punto clave, se le anticipa Kragh Andersen y se pega a su rueda, y ya no hay dinamita¡
Le resisten los impactos todos los supervivientes de la Cipressa, unos 30, se acercan a su rueda, Van Aert, Aranburu, Roglic, Van der Poel, Pedersen, todos, y le respiran en la nuca, y le frenan, y, desde fuera del cuadril¨¢tero, desde su rinc¨®n, los aficionados hacen de entrenadores y le vocean, que no, Tadej, que no, que as¨ª no, que no des 20 golpes ciegos en cualquier lugar, conc¨¦ntrate Tadej, espera al santuario, a la recta m¨¢s dura, da un golpe definitivo, un uppercut quiz¨¢s, un directo a la mand¨ªbula de la San remo y vuela, Tadej, vuela. Y Tadej deja de golpear y toma aire, respira, no puede m¨¢s. Y el aficionado, su coraz¨®n a 100, a 150, se apiada y le abraza, y le aplaude, porque gracias a ¨¦l, a su empe?o en convertirse en el m¨¢s grande del siglo, la San Remo se ha convertido en el festival de los mejores, y cada uno se exhibe y se desnuda y se ofrece, y han subido la Cipressa, 20 kil¨®metros antes, a tutta, cortando el pelot¨®n su ladera con un cuchillo afilado, y pobre del que dude, viento a favor, y a Sagan se le aver¨ªa la bici, y nadie para. Un sprint continuado cuesta arriba, en fila india tras el ansia de Poga?ar que hace acelerar a los suyos en cabeza, a Polanc, a Formolo¡
Cuesta abajo, el Poggio, seis horquillas como curvas, es un circuito y un ring tambi¨¦n que Poga?ar inicia en cabeza prudente, y su compatriota Matej Mohori?, el tercer hombre del ciclismo esloveno, s¨ª que escucha a las voces que gritan desde el rinc¨®n, dale, dale, dale, no dudes, un golpe y ya¡ Todos lo esperan, es un ataque telegrafiado, anunciado desde hace semanas, y nadie le puede seguir, ni Van Aert, el m¨¢s h¨¢bil, que ha respondido a todos los golpes de Poga?ar, pero no puede m¨¢s.
Mohori?, de 27 a?os, desprecia el miedo y el riesgo, desciende como nadie, inventa estilos, es pionero, un precursor a la vanguardia que antes que nadie, siendo amateur, antes que Froome ganara un Tour bajando el Peyresourde ante el impotente Nairo, se atreve a sentarse aerodin¨¢mico en la barra y a pedalear (ya est¨¢ prohibido ese estilo), y as¨ª, bajando como nadie, m¨¢s r¨¢pido que ninguno, que su sombra y todo, como Clint Eastwood en el desierto de Almer¨ªa, gana un Mundial sub 23 a a los 18 a?os por las calles de Florencia. Antes de la segunda horquilla, a 4,5 kil¨®metros de la meta de v¨ªa Roma, se pone delante de Poga?ar; despu¨¦s de la tercera ya le saca cinco metros a su compatriota casi imbatible, despu¨¦s de la cuarta se despista, sus ruedas se salen del asfalto por la izquierda, rozan un muro de piedra, 50-60 por hora, una farola, y ¨¦l, impasible, borradas de su cabeza ca¨ªdas pavorosas como el salto mortal de hace un a?o en las monta?as del Giro, o el ¨²ltimo golpe en las Strade Bianche, en una d¨¦cima de segundo, hace saltar a su bici, la devuelve al asfalto, y sigue bajando ajustando al mil¨ªmetro las trazadas locas, y cinco minutos despu¨¦s, cruzada ganador la l¨ªnea de meta, sacude el aire con la mano, y no se sabe si celebra una victoria en la que ¨¦l cre¨ªa o est¨¢ tan asustado que a¨²n no se cree que no se ha ca¨ªdo, que ha sobrevivido con todos los huesos enteros¡
¡°Llevaba todo el invierno pensando en este d¨ªa, prepar¨¢ndolo¡±, dice Mohori?, que se suma a la vanguardia eslovena. Roglic fue el primero de su pa¨ªs que gan¨® la Vuelta; para Poga?ar, el Tour y dos monumentos, Lieja y Lombard¨ªa; para Mohori?, de Kranj, al norte de Liubliana, el honor de ser el primero que gana el primer monumento, la San Remo, el m¨¢s largo (293 kil¨®metros, menos de seis horas sobre la bici, a m¨¢s de 45 de media), el m¨¢s complicado y el m¨¢s sencillo, el que siempre elige al mejor ciclista, que un a?o es un sprinter, otra un especialista de repechos, otro un descendedor, otro un oportunista, o Mohori?, un b¨®lido. ¡°Sab¨ªa que ten¨ªa que aguantar delante en la Cipressa y en el Poggio, y que luego tendr¨ªa que arriesgar mucho en el descenso¡¡±.
A su alrededor, en la estrechez de via Roma, se agrupan todos los rivales derrotados, los mejores, los m¨¢s amados por los aficionados que gozan de una primavera de talento generoso en su querido ciclismo. Todos, Van Aert, Poga?ar, Van der Poel, Pedersen, se le acercan y le felicitan y le abrazan. Recuerdan quiz¨¢s la etapa de Le Creusot, el Tour pasado, la madre de todas las etapas, y el calor, Van der Poel de amarillo, Van Aert ciego, y Mohori? por encima de los dos. Todos han peleado. Solo uno dio el golpe bueno en la mand¨ªbula de la classicissima.
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