Vinicius y Pedri contienen el Cl¨¢sico
Ya que entendemos que la emoci¨®n es la due?a del f¨²tbol, qu¨¦ mejor que un Real Madrid - Barcelona para seguir consagr¨¢ndola
La emoci¨®n. La raz¨®n se repliega ante un partido de f¨²tbol. Y cuando la emoci¨®n se pone al mando se puede decir cualquier cosa, menos la verdad. Venimos de semanas en las que el f¨²tbol nos mostr¨® su lado m¨¢s pasional. Por no salir de la Champions, el Madrid barri¨® al PSG, el Atl¨¦tico pudo con el pesado ambiente de Old Trafford y el Villarreal dio el gran golpe en Tur¨ªn. En los tres casos vimos escenas de alegr¨ªa tan salvajemente plenas, que no cab¨ªa una sola idea que empa?ara esa sensaci¨®n. Acord¨¦monos de que la emoci¨®n no solo ayud¨® a ganar los partidos, sino que lo borr¨® todo, incluso el an¨¢lisis. Y lo cierto es que a los tres equipos espa?oles la moneda les sali¨® cara en partidos con tr¨¢mites muy igualados, cuando no desfavorables. Y ya que entendemos que la emoci¨®n es la due?a del f¨²tbol, qu¨¦ mejor que el Cl¨¢sico para seguir consagr¨¢ndola.
El Cl¨¢sico. Entre el Madrid y el Bar?a hay menos diferencia de la que preve¨ªamos a comienzo de temporada. ?0 no? En todo caso, ese es el tipo de preguntas que debe contestar este Cl¨¢sico sin dramatismo clasificatorio, de transici¨®n, entre dos equipos fortalecidos por Europa, pero en distinta medida. Porque no es lo mismo la Champions que la Europa League, ni el PSG que el Galatasaray, ni tener 66 puntos en la tabla que 51, ni jugar en el Bernab¨¦u que en el Nou Camp. Hay en el Madrid una solidez de equipo terminado que se refleja en alineaciones intocables y en un vigor institucional que sostiene valores a lo largo del tiempo. Raz¨®n: PSG. En cuanto al Bar?a, Xavi le aport¨® de inmediato la solidez de la idea, pero los hechos tardan m¨¢s en llegar. Porque algunos jugadores arrastran los pies para renovar, porque se marcan objetivos de mercado que son inalcanzables o porque pesa la nostalgia de glorias cercanas.
Vinicius o el Madrid. Si hablamos de tiempo de transici¨®n, hay que mirar a los j¨®venes m¨¢s representativos porque el del Cl¨¢sico no es un d¨ªa cualquiera y ellos marcar¨¢n el futuro. Empecemos por Vinicius, el hombre que siempre vuelve. Le pegan una patada y vuelve, lo insultan las aficiones rivales y vuelve, comete un error y vuelve. Hay belleza moral en ese coraje que no diferencia la condici¨®n de local de la de visitante ni los partidos peque?os de los grandes ni los defensores amables de los mostrencos. Es ese entusiasmo combativo, esa heroica insistencia la responsable de que sus intentos lleguen siempre hasta el fondo. Tiene tanta seguridad en lo que hace que sus apoyos son s¨®lidos al pisar y su lenguaje corporal es una saludable expresi¨®n de optimismo. Si el Madrid nunca se rinde, no hay nada m¨¢s coherente que Vinicius jugando para el Madrid.
Pedri o el Bar?a. Si Vinicius entra a los sitios haciendo palanca, Pedri entra resbalando. Todo lo hace con una suavidad de bailar¨ªn. Recibe, gira y se asocia como si su cuerpo y el bal¨®n fueran c¨®mplices de un proyecto colectivo urgente. Porque en este f¨²tbol, sin espacios ni tiempo, a la pelota hay que soltarla en el momento justo y hacia el sitio justo. Ni antes ni despu¨¦s. Pedri ha nacido con ese don de la puntualidad y lo expresa en un club que ha hecho del pase su raz¨®n de ser. Es fascinante ver ese cuerpo que desaf¨ªa la tendencia atl¨¦tica hacia la que va el f¨²tbol imponerse por la fuerza del criterio, de la inteligencia futbol¨ªstica. Vinicius piensa recto, porque tiene como obsesi¨®n la porter¨ªa; Pedri piensa en c¨ªrculos, m¨¢s interesado en el juego de pases, que es la raz¨®n de ser del Bar?a. Cada uno contiene a su club. Y los dos contienen el Cl¨¢sico.
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