El Madrid y el vendaval de la historia
Desde el primer gol de Benzema, el partido contra el PSG pas¨® de jugarse en la cancha a jugarse en un estadio con el colmillo retorcido por d¨¦cadas de leyenda
Puro f¨²tbol. ¡°Esqueleto de multitudes¡±. As¨ª defini¨® Mario Benedetti un estadio vac¨ªo. El esqueleto del Bernab¨¦u a¨²n est¨¢ destartalado, pero la multitud es imparable. Madrid y PSG jugaron, durante una hora, un partido de f¨²tbol normal en un cuidado terreno de juego. El Madrid quer¨ªa presionar alto, pero se desajustaba porque Verratti sacaba la pelota desde atr¨¢s con naturalidad, se asociaba en corto con Messi y Neymar para distraer y descargaban en largo para que Mbapp¨¦ destruyera. Puro f¨²tbol. La gente sufr¨ªa encantada de la vida porque cada arrancada de Kylian era una amenaza a la vez que una promesa. Pero cuando marc¨® el 1 a 0, el miedo barri¨® con todo: el PSG sigui¨® dominando y Mbapp¨¦ cabalgando hacia el peligro. Es hasta bello verlo correr. El Madrid era cosas sueltas. Una carrera de Vinicius, un intento de pared de Benzema, un centro de Carvajal¡ Eso s¨ª: el sacrificio, de todos.
?A qui¨¦n se le ocurre, Donnarumma? El Madrid sali¨® al segundo tiempo sabiendo que, ahora s¨ª, la gesta se llamaba remontada, palabra que excita al Bernab¨¦u como ninguna otra. Pero el partido segu¨ªa en el mismo lugar, con un PSG superior y hasta c¨®modo. Hab¨ªa mandado en Par¨ªs, segu¨ªa mandando en Madrid y ganaba 2 a 0. Y entonces ocurri¨®. Donnarumma ten¨ªa la pelota en sus pies y, como les ocurre a muchos porteros, teatraliz¨® la tranquilidad. Entre que le cost¨® desenrollar sus largas piernas y que el acoso f¨ªsico de Benzema lo desestabiliz¨®, termin¨® entreg¨¢ndole el bal¨®n a Vinicius, que se lo sirvi¨® al mismo Karim para inaugurar un infierno. Porque desde ese gol, el partido pas¨® de jugarse en la cancha a jugarse en un estadio con el colmillo retorcido por d¨¦cadas de leyenda. No fue la t¨¢ctica, no fue la t¨¦cnica, no fue lo f¨ªsico, no fueron los entrenadores. Fue la emoci¨®n, que cuando se desata interviene en el juego como un vendaval.
17 minutos de pasi¨®n. El PSG intent¨® volver al partido con largas posesiones, pero fue como intentar enfriar un volc¨¢n con una barra de hielo. La locura emocional lo alter¨® todo, menos el estatus futbol¨ªstico: segu¨ªa habiendo jugadores mejores y peores. No es de extra?ar entonces que fuera Modric el que le metiera un largo bal¨®n de gol a Vinicius, este no se anim¨® a profundizar y descarg¨® en el mismo Modric, ya en modo ubicuo, que enhebr¨® un pase entre las piernas de Kimpembe para que Benzema metiera el segundo. No hab¨ªa modo de parar aquello ni tiempo que perder. As¨ª que el saque de centro fue presionado por una jaur¨ªa y la nueva arremetida fue despejada por Marquinhos hacia dentro, donde casualmente llegaba Benzema para marcar el tercero de primeras y en lo que fue una especie de bofetada con el exterior del pie para derribar definitivamente a un rival que estaba grogui.
Real como la magia. Fue entonces cuando se cay¨® el estadio y se person¨® la historia con sus impecables fantasmas. Vi a Di St¨¦fano con su sonrisa socarrona abrazando a Benzema por haber vencido su r¨¦cord. Y a Juanito saliendo del campo dando saltos y peg¨¢ndole pu?etazos al aire. Y a la Quinta tratando de reposar el juego porque la remontada ya estaba conseguida. Y a Ra¨²l pidiendo otra dosis de lucha porque el partido a¨²n no hab¨ªa terminado. Y a los Gal¨¢cticos preguntando por el precio de las camisetas. Y a Sergio Ramos hecho un l¨ªo entre el gol de Lisboa y la derrota de su nuevo equipo. Luego me enter¨¦ de que Al-Khelaifi baj¨® al vestuario para increpar al ¨¢rbitro porque vio falta a Donnarumma en el primer gol. Cada uno ve lo que quiere en un partido de f¨²tbol. Pero en el Bernab¨¦u no hay nada m¨¢s real que la magia.
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