Madrid, d¨ªas de furia... y f¨²tbol
En la b¨²squeda de esas explicaciones no encontradas (les confieso que yo necesit¨¦ confirmar el resultado en la ma?ana de ayer) muchos, yo mismo, hablamos de los milagros del Bernab¨¦u
La imagen era clara, los ojos de Courtois, por una vez vencido por la cadera de Grealish, miraban impotentes ese bal¨®n que se dirig¨ªa manso a superar la l¨ªnea de meta. El segundo gol del City estaba a punto de certificar la derrota del Real Madrid y Courtois, como todos los que en la vida han sido guardametas, buscaba eso que uno de mis primeros entrenadores llamaba el ¡°despeje del chino¡±, porque asociaba esa mirada con la capacidad de desviar el bal¨®n con el poder de los ojos.
Todo se iba por el desag¨¹e cuando llego Mendy, un defensa zurdo despejando con su pierna derecha ¡ªo sea, todo lo contrario de un elemento de seguridad¡ª para sacar el bal¨®n y seguir dando vida a los sue?os de clasificaci¨®n.
Un minuto m¨¢s tarde, todav¨ªa los madridistas tocados por una oportunidad tan manifiesta, permitir¨ªan que, otra vez, Grealish volviera a aparecer por parecidos territorios para aplicar un disparo crudo que era gol o gol. Esta vez Courtois no fio del ¡°despeje del chino¡±, estir¨® su pierna izquierda y con los tacos de su bota mand¨® la pelota fuera. Y este asunto contradice a aquellos que, tras un partido que hoy resulta casi m¨¢s dif¨ªcil de explicar que ayer y que dentro de a?os se explicar¨¢ solo desde las emociones, dicen que eso que pas¨® en el Bernab¨¦u no entra en ning¨²n algoritmo, en ning¨²n programa de big data.
No se?or. Lo que fue decisivo fueron los mil¨ªmetros de los tacos del portero belga (podr¨ªamos tambi¨¦n hablar de los de sus manos, pero eso ya lo vemos casi cada d¨ªa), definitivos para dejar abierto el bulevar de los sue?os que transit¨® Rodrygo, luego Benzema y con ellos todos los seguidores madridistas en el estadio y por todo el mundo.
Y en la b¨²squeda de esas explicaciones no encontradas (les confieso que yo necesit¨¦ confirmar el resultado en la ma?ana de ayer) muchos, yo mismo, hablamos de los milagros del Bernab¨¦u. Hubo quien afirm¨® que el p¨²blico va al Bernab¨¦u, en esos partidos de Champions, para ver un milagro, como si el d¨ªa que logren una clasificaci¨®n c¨®moda los asistentes vayan a comenzar a silbar o sacar pa?uelos blancos porque ellos quer¨ªan ser testigos de una nueva operaci¨®n milagrera. O como si se hubiera invertido la ecuaci¨®n que hac¨ªa que se fuera a la iglesia de turno, en caso de ser creyente o supersticioso, antes del partido para poner una vela. Porque as¨ª el partido ir¨ªa bien. Y ahora, en cambio, hubiera que ir ¨²nicamente ¡ªaqu¨ª ya solo quedar¨ªan los creyentes¡ª para dar fe de que el milagro hab¨ªa sucedido. Y lo de la vela, pues ya veremos.
Fe y juego le puso el Villarreal para buscar esa final so?ada, obtuvo premio hasta el descanso ante el desconcierto de un Liverpool acostumbrado a llevar el ritmo del partido y que se sinti¨®, por una vez, secundario.
Luego, el tel¨®n de la realidad cay¨® sobre el Estadio de la Cer¨¢mica, los peque?os detalles volvieron a caer del lado de los Reds y el Liverpool se gan¨®, con todo merecimiento, su lugar en la final. Pero eso no quita para que dentro de unos a?os, aquellos que estuvieron en el estadio les puedan contar a sus nietos historias que empiecen con un relato similar a este: ¡°resulta que un d¨ªa gan¨¢bamos 2 a 0 al Liverpool en las semifinales de la Champions y¡¡±.
Igual que hoy, para explicar lo del mi¨¦rcoles pasado pero tambi¨¦n el partido de cuartos de final o el de octavos, contra el PSG, el Chelsea y el City, ni m¨¢s ni menos, muchas historias de los madridistas empiezan por un dogma tantas veces confirmado pero que, tal vez y solo tal vez, el nuevo f¨²tbol pensaba que estaba demod¨¦:
¡°90 minuti en el Bernab¨¦u son molto longo¡±. Juanito dixit.
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