Ancelotti, en el grupo de whatsapp equivocado
El t¨¦cnico italiano y Mourinho han demostrado de forma contrapuesta esta semana lo importante que resulta descifrar el ambiente y la identidad del lugar donde trabajas

En el grupo de whatsapp del colegio de mi hija, quiz¨¢ por esa idea italiana de la masculinidad, solo participamos tres padres. En ese chat no se hablaba de f¨²tbol. Y, por supuesto, tampoco se hacen bromas pseudorracistas sobre napolitanos. Pasadas las once de la noche del mi¨¦rcoles, sin embargo, uno de los tres ¨Cyo a esas horas estaba ya hundido¨C, se equivoc¨® de grupo e hizo ambas cosas. Pod¨ªa haber sido peor. Todos conocemos historias para no dormir de mensajes y fotos tremendas en el grupo de whatsapp equivocado. Pero qued¨® en un comentario sobre el Madrid-City. ¡°Solo en N¨¢poles pod¨ªan echar a alguien como Ancelotti¡±. Nadie respondi¨®, claro. A pesar del t¨ªpico hedor antinapolitano, result¨® ser un comentario oportuno. Porque siempre ser¨¢ mejor equivocarse de chat que de equipo.
Algunos personajes solo funcionan en determinados ecosistemas, a menudo relacionados con el tama?o que los envuelve. Pasa con actores o con artistas. Tambi¨¦n con entrenadores. Su ¨¦xito reside en descifrar ese espacio. Con su capacidad de gesti¨®n del ambiente m¨¢s que con la parte t¨¦cnica de su oficio. Ancelotti y Mourinho lo han demostrado de forma contrapuesta esta semana.
A Carletto le preguntaron al final del partido contra el City si esa noche se fumar¨ªa un puro, como hizo en la celebraci¨®n de la Liga. Respondi¨® que no lo hace nunca, pero que ese d¨ªa estaba con sus amigos y¡ Dud¨® al de decirlo, pero lo repiti¨®. ¡°Los jugadores son mis amigos¡±. Justo lo que no quer¨ªa el due?o del N¨¢poles, Aurelio de Laurentiis, cuando le contrat¨® hace cuatro a?os y le mand¨® luego que obligase a sus futbolistas a concentrarse en un retiro que nadie deseaba. Tampoco el t¨¦cnico. Ancelotti se vio envuelto en una suerte de ajuste de cuentas entre clanes: el del capit¨¢n, Lorenzo Insigne, y el del presidente. Una faida napolitana en toda regla. Y decidi¨® ponerse del lado de los jugadores, claro. Es su c¨®digo. Son sus amigos. Los ¨²nicos con los que fuma puros. Y a los amigos no se les traiciona. Tampoco a la afici¨®n. Lo de uno di noi, en suma.
La etapa italiana de Ancelotti la marc¨® a fuego la idiosincrasia tranquila del entrenador de Reggiolo, un pueblo de Reggio Emilia a orillas del Po. Hijo una familia de agricultores, logr¨® el respeto de casi todas las aficiones en Italia como jugador ¨Cen la Roma la adoran y esperan que termine ah¨ª su carrera con un scudetto como el que gan¨® en el campo en 1983¨C y como entrenador. Menos la de la Juve, a la que tambi¨¦n entren¨® y que todav¨ªa lo insulta al grito de maiale (cerdo) por sus or¨ªgenes de campo. Algunas gradas son as¨ª. Ancelotti, en cambio, siempre estuvo a la altura de la exigencia del Milan (dos Champions). Y luego hizo lo propio en el Chelsea, el PSG, en el Bayern y en el Real Madrid. ?Qu¨¦ sucedi¨® en N¨¢poles? El proyecto, probablemente, no ten¨ªa el tama?o en el que Carletto se siente a gusto. Y ¨¦l no supo entenderlo.
A Mourinho, en cambio, le sucede proporcionalmente lo contrario, pero necesita lo mismo. Su llegada a la Roma, un equipo de menor presupuesto, t¨ªtulos y objetivos que casi todos los anteriores, pod¨ªa interpretarse como un escal¨®n menos en su decadente carrera. Pero ha significado lo opuesto. En el Ol¨ªmpico ha vuelto a ser aquel entrenador ambicioso y posibilista del Oporto. Cabeza de rat¨®n. Y logr¨® convertir la Conference League, una competici¨®n que los romanistas aceptaron resignados a comienzo de temporada, en la nueva Copa del Mundo. ¡°Quiero un p¨²blico que venga a jugar el partido, no solo a verlo. Si no es as¨ª, que no vengan¡±, lanz¨® a la grada antes de que colocarles en la primera final europea desde 1991. El resultado fue un ambiente que no se hab¨ªa visto en desde hac¨ªa d¨¦cadas.
El portugu¨¦s ha entendido casi siempre el equipo donde estaba y ha sabido adaptarse al molde. Un s¨ªntoma de inteligencia. En Roma, a pesar de ir sexto en la liga, le adoran. El jueves por la noche, se?al de que es as¨ª, la profesora se desat¨® y escribi¨® en el chat del cole. ¡°Grazie, Roma¡±. Y en la cabeza de casi todos los padres son¨® el himno de Antonello Venditti. Porque result¨® que, al final, todo era m¨¢s simple: en el chat no se hablaba de f¨²tbol para no herir la fr¨¢gil sensibilidad de una madre de la Lazio.
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