Simon Yates gana en Tur¨ªn y Carapaz arrebata el liderato del Giro de Italia a Juanpe L¨®pez
El ciclista brit¨¢nico se impone en solitario en la capital del Piamonte y el ecuatoriano, ganador en 2019, es el nuevo ¡®maglia rosa¡¯
Ni ser o no ser shakesperiano ni dudas vitales intensas, general o etapas, el Giro es un jard¨ªn de un solo camino para Alejandro Valverde, la primera explosi¨®n, y quedaba tanta etapa, de un d¨ªa fabuloso de ciclismo, y explosivo en las subidas a Superga, encima de Tur¨ªn, una colina, un jard¨ªn y una bas¨ªlica, que arde la primera vez y abrasa la segunda, y revienta tambi¨¦n Juanpe que, hermoso de rosa, solo, afronta un nuevo desaf¨ªo, uno m¨¢s grande que sus fuerzas, y no puede m¨¢s, 10 d¨ªas de rosa, una f¨¢bula que termina, y un descubrimiento de las propias fuerzas que comienza, y cuando pedalea Juanpe, as¨ª, el pecho abierto, la cabeza alta, siempre al l¨ªmite, el sol se ilumina, y en las subidas a la Maddelena, estrecho sendero umbr¨ªo que enga?a, los ¨¢rboles ocultan el sol, que hiere como las miradas malas, pero el calor se estanca, y la humedad que asciende del Po acogedor y pl¨¢cido ahoga. Y las subidas que no puntuaban, la del parque de la Remembranza, donde el Bora en pleno revienta el Giro, en la del parque del Nobile, donde Simon Yates, astuto, agazapado, se lanza para ganar una etapa que vale por todas las 14 del Giro, y Richard Carapaz se viste de rosa. Landa sufre, pero no se rompe. Cede 32s al ecuatoriano. Se queda a 59s en la general, cuarto. Al Giro le queda a¨²n lo m¨¢s duro, dicen, Dolomitas y otros monstruos, m¨¢s duros a¨²n que las 3h y 43m de los alrededores de Tur¨ªn abrasado, a casi 40 por hora los mejores.
? ?QU? ETAP?N!
— Eurosport.es (@Eurosport_ES) May 21, 2022
? Victoria de muchos quilates de Simon Yates
? En nada arrancamos con #LaMontonera pic.twitter.com/R8amytXv5P
A sus pies, persiguiendo al ecuatoriano que gan¨® el Giro del 19 aliado con el fr¨ªo, lo que queda de Giro, una banda de ciclistas como ¨¦l, seres en apariencia moribundos, pero duros, que se arrastran a c¨¢mara lenta por pendientes del 20 por ciento, y, como Carapaz, agarran con ansia los bidones de manos de los auxiliares en las cunetas, que les llegan con un paquete de hielo adherido, y el hielo se lo colocan en la nuca, sujeto por el cuello del maillot, y con el bid¨®n se riegan el cuerpo, que despide vapor de sauna. Son un hervor. Se miraban en la salida. Anglosajones blanquitos que no sab¨ªan qu¨¦ hacer con el sol que es un pu?al, y envidian a los del sur, a los andinos, lebrijanos, sicilianos, lucanos, tan morenos, tan sueltos, toda una existencia obligados a amar el sol, pero a 80 kil¨®metros de la meta, y a¨²n no hab¨ªan empezado los toboganes de las subidas, el pu?al son ellos, los del Bora, anglosajones que aceleran en cabeza y, como si un disolvente hubiera dejado sin pegamento, hubiera deshecho las ligazones invisibles que convierten en un pelot¨®n a un grupo de ciclistas, todos se dispersan, y cada uno lucha con lo que puede.
¡°Un d¨ªa dur¨ªsimo¡±, dice Nibali, el siciliano que ha visto d¨ªas de todos los colores y no recupera el aliento despu¨¦s de haber estado con los mejores hasta el final, y est¨¢ orgulloso de ello, aunque no haya podido irse solo, como su alma le exig¨ªa. ¡°No hemos parado ni un segundo. Era hasta dif¨ªcil, imposible, alimentarse, hidratarse¡±.
Juanpe aguanta con la docena de elegidos, los m¨¢s fuertes, Landa, Pello, Almeida, Nibali, Carapaz, Hindley, Kelderman que no para de acelerar, y arranca maldiciones entre dientes de todos, Buchmann, Pozzovivo, el gran viejo, incapaz de enderezar un codo, roto en mil pedazos en una de sus miles de ca¨ªdas, pero incapaz, tambi¨¦n, de doblar la rodilla, de rendirse cuando llega el momento, cuando el ritmo ¡°pazzesco¡±, loco, dice el dios de la Basilicata del equipo alem¨¢n y su t¨¢ctica de todo destruir, y coloca a Hindley, su australianito, segundo en la general, a 7s de Carapaz.
Juanpe est¨¢ ah¨ª, delante, ¡°en la lucha¡±, como ¨¦l dice, orgulloso y contento de ello, y aguanta defendi¨¦ndose, sin pensar para nada en no llegar hasta el l¨ªmite antes de ceder, hasta el pu?al de Carapaz, a 29 kil¨®metros, quien, sin compa?ero de equipo, se defiende en la emboscada al ataque, y lo hace coronando la segunda Superga, y all¨ª comienza el dolor de Landa, moderado, y se acaba el sue?o de Juanpe, pero no sus ganas de participar de un d¨ªa grande, donde todos se sienten h¨¦roes, y dejan un pel¨ªn de ellos al paisaje, a la carretera, a las curvas y las cuestas, para que despu¨¦s, quienes pasen en coche por all¨ª, o paseen, digan algo as¨ª como si todos los lugares tienen un alma compuesta por las acciones hermosas, la valent¨ªa, el dolor, de los que por aqu¨ª han pasado, el alma de Superga no es solo el recuerdo del avi¨®n estrellado en 1949 con los futbolistas del Gran Torino, que antes que un Ford de Clint Eastwood fue un equipo de f¨²tbol, ni la memoria de Bahamontes ganado una etapa del Giro del 58, tambi¨¦n es Juanpe solo, y su maglia rosa abierta hasta el ombligo buscando ox¨ªgeno a grandes bocados, y pedaleando como el sol, y es tambi¨¦n Valverde, al que un ataque inesperado, un ritmo infernal, le han privado del derecho de elegir qu¨¦ Giro quer¨ªa hacer, y aun as¨ª, a los 42 a?os, como Juanpe unos minutos por delante, asciende solo, sin rendirse, sin mirar atr¨¢s, a su chepa, a la que se agarran los que como ¨¦l, solo buscan sobrevivir. Llega el 12? de la etapa, a 8m 4s de Yates, el m¨¢s h¨¢bil, el m¨¢s libre, en los kil¨®metros finales, cuando unos cuantos, Nibali, Hindley, ¨¦l mismo, han alcanzado a Carapaz en fuga. No estaba Landa con ellos, pero tampoco tan lejos, y no estuvo solo, porque Pello Bilbao bien se sacrific¨® y lleg¨® a su l¨ªmite para ayudarle.
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