Pa¨ªses Bajos retiene la corona mundial de hockey hierba
El equipo holand¨¦s firma su mejor encuentro del torneo en la final y somete a Argentina para revalidar el cetro, su noveno en 15 ediciones
La bola corr¨ªa por los sticks de Pa¨ªses Bajos como el hockey lo hace por sus venas, selecci¨®n universal y aut¨¦ntica capataz del deporte, ya con nueve Mundiales de los 15 que se han disputado. Los tres ¨²ltimos de carrerilla y este, en Terrassa, frente a una Argentina que hasta la fecha parec¨ªa mastod¨®ntica y que tras la final ante Holanda qued¨® reducida a poca cosa, rival de paja por la enorme superioridad tulip¨¢n. S¨ª que se med¨ªan los dos mejores equipos del mundo (sobre todo desde que Australia ya no es lo que era), aspirantes las Leonas tras un torneo excelente, recientes ganadoras de la Pro League; pero a Pa¨ªses Bajos no hay quien lo tosa. Ni siquiera Argentina. As¨ª se lo explic¨® en la pasada final de los Juegos de Tokio (3-1); as¨ª lo ratific¨® con una nueva corona mundial (3-1).
Como si quisiera hacer honor a las notas de Hans Zimmer de Gladiator que la soprano enton¨® en el acto de clausura, Argentina pretendi¨® de inicio presentar su candidatura, feroz en la presi¨®n, hockey a bocados de pases directos que saltaban l¨ªneas de presi¨®n para poner en aprietos a los Pa¨ªses Bajos. As¨ª, como aperitivo, llegaron dos penalti-c¨®rners, tambi¨¦n los dos chutes de Gorzelany, la m¨¢xima goleadora del torneo con ocho tantos. El primero, con un rebote, casi sorprende a Josine Koning, una portera que saca manos y pies sin remisi¨®n; el segundo, torcido, se fue alto. Y ah¨ª se acab¨® el ¨ªmpetu de Argentina, sometida por la calidad t¨¦cnica de Holanda, capaz de mover la bola de lado a lado hasta arrinconarla, tambi¨¦n f¨ªsica y vigorosa ante los contactos rivales, pues ya en el primer acto se vieron dos cartulinas verdes, una por equipo.
Construido el juego con pases desde la ra¨ªz de Koolen, catapultado por Verschoor y dinamizado por Felice Albers en el balc¨®n del ¨¢rea rival, Holanda hizo gala de ese sobrenombre de Naranja Mec¨¢nica que Cruyff y sus compa?eros se granjearon en el f¨²tbol en la d¨¦cada de los a?os 70. La bola era suya, el hockey tambi¨¦n. Y, de tanto llegar, despu¨¦s de varios penalti-c¨®rners y espl¨¦ndidas paradas de Succi, Yibbi Jansen le peg¨® -no era la lanzadora principal, porque Matla estaba en el banquillo- y aunque lo par¨® Succi, el rechazo fue a parar al stick de Verschoors y de ah¨ª a gol. Sin tiempo para reponerse de la bofetada, Sanders ley¨® el desmarque de Matla, que encar¨® a la portera y la deshoj¨® como una margarita, remate a la red. Doble hachazo.
No se rindi¨® Argentina, pues se esmer¨® en darle ritmo al juego, en intentar definirse con carreras individuales. Pero ni con esas hac¨ªa da?o a Pa¨ªses Bajos, que autografi¨® la jugada del torneo para sellar la final, una contra de arrea para las videotecas. Doble pared para sacar la pelota desde su ¨¢rea, pase vertical de De Goede y un impulso de Moes para la carrera de Albers, que la coloc¨® en la porter¨ªa ante la salida de Succi. Holanda era demasi¨¦, un equipo superlativo que aclar¨® su liderato en el ranking mundial a la grande, por m¨¢s que Groszelany dejara su muesca, el gol del honor con un penalti-c¨®rner al tiempo que desde la grada se reactivaban los gritos de: ¡°?Vamo, vamo Argentina!¡±. Y eso que no hab¨ªa completado un gran partido Pa¨ªses Bajos en el torneo, pues en cuartos super¨® con sudores a B¨¦lgica (2-1) y en las semifinales bati¨® a Australia -tercera del certamen- por la m¨ªnima (1-0). Resulta que se hab¨ªa guardado lo mejor para la final, para contarle a Argentina y al resto del planeta que la corona mundial no se toca.
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