No fue un sue?o
Barcelona 92 ser¨ªa hoy una quimera, pero su ejemplo nos recuerda que somos capaces de construir una sociedad imperfecta pero abierta, mestiza, tolerante y orientada al futuro
Algunos que tuvimos la fortuna de disfrutar de los Juegos de Barcelona 92 ¡ªen mi caso como reportero de EL PA?S¡ª andamos estos d¨ªas de aniversario con un sentimiento raro, entre nostalgia e irritaci¨®n. Como la pregunta que suelen/solemos hacernos para conmemoraciones o art¨ªculos como este es ?por qu¨¦ salieron tan bien aquellos Juegos?, inmediatamente salta implacable otra cuesti¨®n: ?ser¨ªa posible llevar hoy a buen puerto, 30 a?os despu¨¦s, una empresa semejante? No. Barcelona 92 ser¨ªa hoy una quimera.
Ninguna de las 23 ciudades que han albergado una cita ol¨ªmpica de verano la han aprovechado como Barcelona para transformarse y abrirse al mundo. Aquellos 16 d¨ªas de competici¨®n (m¨¢s los paral¨ªmpicos) y los a?os previos de preparaci¨®n (Barcelona fue elegida el 16 de octubre de 1986) desembocaron en una in¨¦dita sinton¨ªa entre instituciones y ciudadan¨ªa hasta alcanzar el entusiasmo que todos recuerdan.
Los 35.000 voluntarios elegidos (m¨¢s de 100.000 se inscribieron) fueron la materializaci¨®n humana de logros extraordinarios: los propios Juegos, el alumbramiento de una nueva Barcelona, el impulso al deporte espa?ol y, en definitiva, la apertura al mundo de un pa¨ªs con sus defectos, pero alentado por un ideal de convivencia mestiza y abierta.
?Queda algo de aquello? ?Se podr¨ªa alcanzar semejante haza?a en estos d¨ªas agrios y espa?oles, de pol¨ªtica peque?a, disenso permanente, populismo y polarizaci¨®n? ?C¨®mo pensar en Barcelona 92 sin hacer una mueca si apenas unas semanas atr¨¢s hemos sido incapaces no ya de lograr la organizaci¨®n de los Juegos de Invierno de 2030 sino ni siquiera de presentar una candidatura conjunta entre Catalu?a y Arag¨®n?
Consuela, al menos, la evidente progresi¨®n del deporte espa?ol: antes de Barcelona la media de medallas en cada una de las 16 citas de verano celebradas con presencia espa?ola era de 1,6; a partir de los 22 metales del 92, la media es de 16,7. Bien.
Conviene recordar que casi ninguno de los ¨¦xitos de Barcelona estaba garantizado. En ning¨²n sitio estaba escrito que la celebraci¨®n iba a tener tanto impacto (acudieron personalidades como Nelson Mandela), que la competici¨®n tendr¨ªa el nivel que tuvo (solo en atletismo se batieron tres r¨¦cords del mundo y dos ol¨ªmpicos, adem¨¢s del hist¨®rico estreno ol¨ªmpico del Dream Team de Michael Jordan), que los deportistas espa?oles iban a brillar como nunca, que la ciudad iba a transformarse de arriba abajo y que incluso los pol¨ªticos iban a comportarse ante el ejemplo al mundo de una ciudadan¨ªa enamorada.
M¨¢s bien al contrario. Sobre la cita barcelonesa pesaban no pocas amenazas. La primera y m¨¢s preocupante era ETA, cuya irrupci¨®n en los Juegos se daba por inevitable ante el escaparate que supon¨ªa la cita ol¨ªmpica. Pero ETA entendi¨® que participar hubiese sido el inicio de su fin, como cinco a?os m¨¢s tarde lo fue el asesinato de Miguel ?ngel Blanco.
El propio modelo de los Juegos generaba anticuerpos: ciudades organizadoras endeudadas por d¨¦cadas, dopaje (el velocista Ben Johnson en Se¨²l 88 o las sospechas sobre los equipos del Este y China) o las corruptelas de un COI de arist¨®cratas de dudoso m¨¦rito, caciques locales y amantes de los sobornos.
El olimpismo, hasta Barcelona, sufri¨® boicots pol¨ªticos, terribles ataques terroristas y circunstancias ajenas al esp¨ªritu del Bar¨®n de Coubertin. Los de Barcelona fueron los primeros Juegos sin vetos desde M¨²nich 72, Alemania concurri¨® como Estado unificado por primera vez desde 1964, Sud¨¢frica regres¨® a unos Juegos tras ser vetada en siete ocasiones por su r¨¦gimen racista e incluso los atletas de la antigua Yugoslavia acudieron como independientes pese a la guerra en los Balcanes.
La finalizaci¨®n de las obras preocupaba, as¨ª como la capacidad organizadora de una ciudad que inaugur¨® su Estadio en 1929 y esper¨® 63 a?os para lucirlo. El pistoletazo de salida de la Copa del Mundo de Atletismo en 1989 en dicho recinto, prueba de fuego previa a los Juegos para comprobar que todo iba bien, desat¨® todas las alarmas. Acudieron los reyes Juan Carlos y Sof¨ªa, el pr¨ªncipe Felipe, el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, adem¨¢s del alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, y algunos ministros. El diluvio que cay¨® durante la ceremonia y en d¨ªas anteriores destap¨® goteras como pu?os y otras graves deficiencias. La imagen al mundo fue penosa, agravada por los pitidos contra el Rey de grupos independentistas que, comandados por los hijos de Pujol, lanzaron la campa?a Freedom for Catalunya.
Tampoco la pol¨ªtica local era un oasis. El nacionalismo hegem¨®nico de CiU en las instituciones torpedeaba cualquier iniciativa de Barcelona y su ¨¢rea metropolitana (el Parlament, de mayor¨ªa convergente, desmantel¨® en 1987 la Corporaci¨®n Metropolitana de Barcelona, agrupaci¨®n de los 26 municipios de la Gran Barcelona, creada en 1974). A la Generalitat le provocaba ¨²lcera el contrapoder rojo de los municipios obreros (dos tercios de la poblaci¨®n catalana). Para colmo, la alcald¨ªa de Barcelona estaba en manos de un Pasqual Maragall carism¨¢tico y el Gobierno del Estado, en las de Felipe Gonz¨¢lez, su AVE y su Expo.
No, no todo conspiraba a favor de Barcelona. La famosa foto de portada de Agust¨ª Carbonell en EL PA?S del 25 de julio de 1992, con Carlos Ferrer Salat (presidente del COE), Narc¨ªs Serra (vicepresidente del Gobierno), Pasqual Maragall (alcalde), Josep Miquel Abad (consejero delegado del Comit¨¦ Organizador), Jordi Pujol (presidente de la Generalitat) y Juan Antonio Samaranch (presidente del COI) remando en una inestable barca en el Puerto Ol¨ªmpico fue fruto del esfuerzo, brillantez y voluntad de muchos. Aquella barquita sobrecargada, manejada por inexpertos remeros con traje y corbata surcando, con riesgo de zozobra, las aguas de la Barcelona cosmopolita fue el s¨ªmbolo de aquel milagro.
En esa foto jug¨® un gran papel ¡ªotro m¨¢s¡ª Juan Antonio Samaranch. ¡°Sube, Jordi, sube¡±, le dijo Samaranch a Jordi Pujol rode¨¢ndole con el brazo ante las dudas del pol¨ªtico nacionalista. Pujol subi¨®. Ahora, los l¨ªderes independentistas suelen ausentarse en los actos de Estado en Catalu?a, sean en el agua o en tierra firme.
El desganado reconocimiento que tiene hoy en d¨ªa Barcelona 92 en las instituciones catalanas es consecuencia del proc¨¦s. Todo lo vinculado a la haza?a ol¨ªmpica tiene demasiado de espa?ol, sea lo que sea eso, como para superar el cedazo independentista, sea este de izquierdas o de derechas. Para ello aprovechan la figura de Samaranch, cuyo pasado franquista se antepone a sus m¨¦ritos como presidente del COI. Tambi¨¦n el Bar?a tuvo presidentes falangistas y ah¨ª est¨¢. Sin Samaranch, Barcelona 92 no habr¨ªa sido posible.
Los Juegos fueron un gran ¨¦xito. Los aguafiestas no contaban con que la primera medalla llegara el segundo d¨ªa de competici¨®n. Fue oro, en el vel¨®dromo, y se la colg¨® un ciclista chiclanero, Jos¨¦ Manuel Moreno.
Al d¨ªa siguiente lleg¨® otra, tambi¨¦n oro: el nadador Mart¨ªn L¨®pez Zubero. Y as¨ª hasta las 22 totales, con jornadas irrepetibles como el 8 de agosto con el oro de Ferm¨ªn Cacho en el 1.500 y el de la selecci¨®n de f¨²tbol en la final del Camp Nou ante Polonia (3-2). Nunca se vieron tantas banderas espa?olas en Can Bar?a. De 16 d¨ªas de Juegos, en solo tres el medallero espa?ol qued¨® vac¨ªo.
El escepticismo se volvi¨® euforia. TVE, que hab¨ªa relegado la fiesta ol¨ªmpica a La 2, rectific¨® y la llev¨® a su primera cadena.
En su art¨ªculo de EL PA?S del 25 de julio de 1992, Joaqu¨ªn Estefan¨ªa, director del peri¨®dico, escribi¨®: ¡°La demostraci¨®n palpable de la universalidad de los Juegos solo se conseguir¨¢ dentro de 15 d¨ªas, cuando los mismos hayan acabado y se pueda hacer esa cuenta de resultados intangible que indicar¨¢ si hemos avanzado o retrocedido en la convivencia de los pueblos¡±.
Se avanz¨®. La sociedad que hizo posible Barcelona 92 existi¨®, por m¨¢s que algunos se hayan empe?ado, con ¨¦xito, en destrozarla. Era abierta, cosmopolita, mestiza y alegre, como las canciones de Los Manolos. ¡°Ojal¨¢ una Catalu?a futura se reconozca ah¨ª de nuevo¡±, dese¨® hace unos d¨ªas Ignasi Guardans, pol¨ªtico y jurista que milit¨® en Converg¨¨ncia i Uni¨®.
Ojal¨¢.
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