Hilaree Nelson y Jim Morrison, la pareja que buscaba paz y respuestas en las cimas
La esquiadora de monta?a, fallecida en el Manaslu, y su novio sufrieron a?os atr¨¢s dramas vitales que hab¨ªan destrozado unas vidas que ahora trataban de recomponer
Al girar bruscamente el sendero, pudo ver el parking atestado de veh¨ªculos aparcados junto a un par de bares, el lugar desde el que hab¨ªa partido a pie, cargada con su mochila y sus tablas de esquiar tres d¨ªas atr¨¢s. La carretera asfaltada, el primer pueblo, m¨¢s cemento y, de nuevo, la vida corriente all¨ª abajo. Hilaree Nelson se sinti¨® inc¨®moda y not¨® que algo hab¨ªa cambiado en su cabeza: cierto rechazo hacia la vida civil y una fuerte a?oranza del mundo que hab¨ªa dejado arriba, las monta?as. Muchas carreras de alpinistas empiezan as¨ª y, en muchos casos, las monta?as se acaban convirtiendo en un refugio. Sin ir m¨¢s lejos, Jim Morrison, mismo nombre y apellido que el cantante de The Doors, uno que sinti¨® exactamente lo mismo en otro escenario. Entonces, no conoc¨ªa siquiera a Hilaree, pero ambos siguieron un camino paralelo, casi calcado, convirti¨¦ndose en grandes especialistas del esqu¨ª extremo, primero compitiendo y despu¨¦s llevando a las grandes monta?as el compromiso del esqu¨ª y el alpinismo. En 2018 vivieron un sue?o, el punto ¨¢lgido de sus carreras: fueron los primeros en esquiar el Lhotse (8.516 m) y merecieron un reconocimiento un¨¢nime. Dos a?os despu¨¦s, la revista Sports Illustrated public¨® su historia, mucho m¨¢s alucinante que cualquiera de sus descensos.
Cuando se conocieron, tanto Hilaree como Jim luchaban por seguir vivos. Ahora, Hilaree ha fallecido y Jim deber¨¢ fabricarse nuevos motivos para seguir adelante. El cuerpo de la esquiadora norteamericana fue hallado este martes, dos d¨ªas despu¨¦s de caer por la vertiente sur del Manaslu (8.163 m), la ¨²ltima gran cima lograda en su carrera. Aqu¨ª dibuj¨® los ¨²ltimos giros de esqu¨ª hasta que algo la hizo perder el control y caer. Ten¨ªa 49 a?os y dos hijos, Quinn y Grayden, de un matrimonio que hizo aguas azotado por un drama.
Hilaree Nelson se hab¨ªa formado como gu¨ªa y conduc¨ªa clientes en salidas de esqu¨ª de monta?a. Lo que deb¨ªa haber sido una salida rutinaria de heliesqu¨ª, se convirti¨® en el punto de giro de su vida. Al cruzar un puente de nieve sobre un arroyo, una de sus clientas dud¨®, se trastabill¨® y acab¨® en el lecho del mismo cabeza abajo. Cuando la rescataron, se hab¨ªa ahogado ante la mirada horrorizada del resto de clientes, entre ellos su novio. Nadie culp¨® a Hilaree: ni la polic¨ªa, ni la prensa, ni el novio, agradecido porque intent¨® salvar a su pareja. Pero Hilaree s¨ª asumi¨® la culpa. Toda la culpa y m¨¢s, de forma tan desproporcionada que esta empez¨® a corroerla, sumi¨¦ndola en un torbellino autodestructivo de rabia. Se enganch¨® a la farmacia, se alej¨® de la escalada, del esqu¨ª y de su marido. Nada le permit¨ªa recuperar cierto aplomo, certezas, seguridad. Tambale¨¢ndose, viaj¨® hasta Nepal para enfrentarse al Makalu (8.485 m) y esquiarlo. Un miembro del equipo era Jim Morrison, un desconocido para ella, aunque patrocinado tambi¨¦n por The North Face.
Un accidente fatal de avioneta
El matrimonio feliz de Jim Morrison no hizo aguas. Simplemente se desintegr¨®. Su mujer, piloto de avi¨®n, regresaba a su casa de California al mando de su avioneta con sus dos hijos a bordo cuando la nave se estrell¨®. Nadie sabe por qu¨¦. Deb¨ªa haberlos acompa?ado, pero ten¨ªa tanto trabajo que le result¨® imposible. El detalle que salv¨® su vida, lo estaba matando. Despu¨¦s de intentar en vano descubrir qu¨¦ propici¨® el accidente, de visitar varios terapeutas, de arrastrarse de dolor, deleg¨® en su empresa de construcci¨®n y se profesionaliz¨® como esquiador. ¡°Porque aunque ya no tengo un prop¨®sito en la vida, quit¨¢rmela no les har¨ªa sentirse orgullosos de mi. As¨ª que vivir¨¦ la vida en su honor¡±, dijo en el funeral de su familia. No fue tan sencillo: la culpa tambi¨¦n le visitaba para torturarle a diario. No es casualidad que en el Makalu, dos desconocidos acabasen confi¨¢ndose el uno al otro: ?qui¨¦n hubiera podido entenderles mejor?
Tras la expedici¨®n, fallida, cada cual regres¨® a su rutina. Hilaree Nelson se divorci¨® y se alej¨® de las expediciones, pero no de la monta?a, para cuidar de sus hijos y reconstruirse. La amistad con Morrison floreci¨® y con esta llegaron los planes, los sue?os, los retos: en 2017 esqu¨ªan juntos 14 corredores extremos en Telluride (EEUU), el Papsura (India) o el Denali (Alaska) tras escalar la v¨ªa Cassin. Un a?o m¨¢s tarde asombran al mundo al esquiar los 2.000 metros del corredor del Lhotse. En ese momento, ya son pareja y las enormes heridas del pasado siguen doliendo, especialmente en el caso de Morrison, que necesita regresar una y otra vez a las cimas, el ¨²nico lugar que tiene sentido para ¨¦l, el lugar donde encuentra cierta paz porque su hogar es una suma de habitaciones vac¨ªas donde los recuerdos le persiguen en procesi¨®n. A esas alturas, Morrison es un yonqui de las monta?as.
Otros l¨ªmites m¨¢s severos
Las responsabilidades familiares permiten a Hilaree centrarse y las expediciones le suponen un chute de ilusi¨®n, una renovada fuerza vital. Siempre con los pies en la tierra, sigue los proyectos fabulosos que le propone Jim, que en ese momento ya ha escalado y esquiado el Everest (8.848 m) y el Cho Oyu (8.201 m). Ambos siguen buscando respuestas en la monta?a, pero lo ¨²nico que saben es que juntos est¨¢n bien, incluso cuando la tensi¨®n de sus empresas a ocho mil metros los pone a prueba, al l¨ªmite. Salen airosos porque vienen de cruzar otros l¨ªmites m¨¢s severos.
En el Manaslu, hab¨ªa una cosa que ambos compart¨ªan: la certeza de que sus carreras en la ¨¦lite hab¨ªa iniciado una cuenta atr¨¢s. Hilaree esperaba que sus hijos supiesen m¨¢s acerca de su individualidad, de la personalidad de una madre at¨ªpica, poder explic¨¢rselo cuando se hubiese retirado. Morrison solo anhelaba encontrar la paz. Ver su imagen en el telediario portando en brazos el cuerpo de su amiga, compa?era de cuerda y pareja es una imagen insondable a poco que uno trate de colarse en su piel. ?Seguir¨¢ encontrando refugio en las monta?as?
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