Solos
Tal vez, la manifestaci¨®n m¨¢s dolorosa de la tristeza sean esos aplausos de despedida a Julen Lopetegui, de funeral, de negro absoluto
No s¨¦ si les he contado esta historia, pero prefiero el riesgo de la repetici¨®n a cambio del beneficio de la explicaci¨®n.
Cuando en 2003 le propuse a Ernesto Valverde ser el entrenador del Athletic necesit¨¦ pocos argumentos para convencerle porque conoc¨ªa, y conoce, el club tan bien como yo. En lo bueno y en lo malo (porque s¨ª, tambi¨¦n hay algo malo en la fascinaci¨®n del Athletic). Su respuesta fue afirmativa y quedamos en que yo llamaba a su agente para cerrar los temas financieros. Me prometi¨® que esto ser¨ªa f¨¢cil y lo fue, y acto seguido repasamos las cuestiones m¨¢s importantes. No hay que olvidar que acababa de fallecer nuestro presidente Javier Ur¨ªa y que la situaci¨®n estaba envuelta en una oscura nube de tristeza, as¨ª que empezamos a proyectarnos hacia el futuro. Con la confianza que nos ten¨ªamos (la seguimos teniendo) y mi atrevimiento de director deportivo, le hice una confesi¨®n: ¡°Ernesto, que sepas que desde este mismo momento empiezo a buscar entrenador¡±.
Su cara pas¨® del desconcierto a cierto cabreo y mi cerebro se dio cuenta de que hab¨ªa hablado demasiado. Pero mi parte racional empez¨® a desgranar motivos como la salud, la desmotivaci¨®n, tal vez una p¨¦rdida de ilusi¨®n al conocer desde dentro el vestuario del primer equipo... No s¨¦, todos los argumentos que se me ocurrieron para salir de aquel entuerto, para sacar aquella pata del barro en el que me hab¨ªa metido yo solito. Como Ernesto es inteligente y, sobre todo, generoso, pas¨® p¨¢gina r¨¢pido y la an¨¦cdota suele animar alguna de las comidas que hemos compartido despu¨¦s.
Pero la historia se apareci¨® en mi recuerdo cuando ve¨ªa a Julen Lopetegui despedirse de la afici¨®n sevillista en medio de una catarsis extra?a. Su final estaba escrito (aunque el partido hubiera acabado en victoria) y Monchi, su director deportivo, le acompa?aba en ese momento triste. Porque hay aplausos que pueden ser muy tristes. Tal vez, la manifestaci¨®n m¨¢s dolorosa de la tristeza sean esos aplausos de despedida, de funeral, de negro absoluto.
No s¨¦, no estoy al tanto de las interioridades de esa historia que solo los protagonistas est¨¢n en condiciones de descubrir con los aprendizajes consiguientes. Pero me trajo a la memoria esos momentos contradictorios en la direcci¨®n deportiva en los que debes apoyar con todas tus fuerzas a tu entrenador. No en vano es un profesional al que hace unos meses fuiste a convencer a su casa, con tu presentaci¨®n, el proyecto de tu club y las bendiciones de tu cuidad para que se viniera contigo a batiros juntos en la misma trinchera. A batiros juntos en la misma cocina, a batiros juntos sabiendo que, entre nosotros, los silencios son m¨¢s poderosos que las filtraciones. Aunque este mundo de lo inmediato quiera desmentir este precepto secular.
Pero tu trabajo, el del director deportivo, tambi¨¦n consiste en anticiparse a lo que pueda pasar, en tener soluciones si las cosas se ponen tr¨¢gicas e imaginar que, como le contaba a Ernesto, una depresi¨®n, una mal momento an¨ªmico, un problema familiar, un imprevisto como una oferta irrechazable de otro club pueda llegar y en ese caso hubi¨¦ramos tenido que buscar una soluci¨®n de emergencia. Debes tener esa soluci¨®n trabajada en el caj¨®n m¨¢s secreto de tu despacho. Es el mundo del por siaca (por si acaso), en vez del pens¨¦ que¡
Se dir¨ªa que los porteros somos especialistas en trabajar en este tipo de situaciones. No en vano, en nuestra carrera vale tanto la anticipaci¨®n a la acci¨®n del delantero como la milagrosa salvando el bal¨®n en una parada prodigiosa.
Es tal vez por eso que me pareci¨® tan dura, tan triste y tan emotiva la imagen de esos dos porteros con la mirada perdida y tan solos en medio de tanto ruido.
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