Salvemos al tenista
Hoy voy a lamentar, una vez m¨¢s, que los dirigentes lleven tanto tiempo sin hacer nada por proteger un poco a los jugadores de una disciplina que se ha vuelto demasiado agresiva
Justo despu¨¦s del admirable partido y victoria en la primera ronda del Open de Australia del brit¨¢nico Andy Murray contra el italiano Matteo Berrettini le escrib¨ª un mensaje a la madre del primero, Judy, d¨¢ndole la enhorabuena. Le ensalc¨¦ el enorme compromiso de su hijo, quien, a pesar de haberse visto al borde de la retirada por su lesi¨®n en la cadera, sigue unos a?os despu¨¦s, con 35, una pr¨®tesis de titanio y un ranking cercano al 70 del mundo, luchando denodadamente en la pista.
En la ma?ana de ayer fue ella, curiosamente, quien me escribi¨® un considerado mensaje en el que nos mandaba su cari?o y alababa las palabras de Rafael en la rueda de prensa posterior a la ca¨ªda en la segunda ronda, aquejado de una nueva lesi¨®n. A pesar de su decepci¨®n, mi sobrino dijo que su intenci¨®n era intentar continuar.
Las lesiones son, junto con alguna derrota muy dolorosa, la cara m¨¢s amarga del deporte. En el caso de Rafael se han repetido, adem¨¢s, en demasiadas ocasiones, motivo por el cual, como bien dijo ¨¦l, se va llenando el vaso hasta que un d¨ªa, irremediablemente, lo van a desbordar. Se puede abundar en lo repetido estos d¨ªas, su edad cercana a los 37 a?os, muchos a?os de competici¨®n al m¨¢s alto nivel, sus dificultades en los ¨²ltimos tiempos para prepararse como es debido para los torneos o la imposibilidad de mantener la continuidad necesaria para sentirse c¨®modo en la competici¨®n. Nada de esto se puede negar.
Mis palabras, cuando yo era su entrenador, en estos momentos tan complicados eran las que he contado en m¨¢s de una ocasi¨®n. ¡±Rafael, la vida nos ha tratado mejor de lo que esper¨¢bamos y mucho mejor de lo que nos merec¨ªamos¡±, porque solamente aceptando la adversidad es uno capaz de levantar la cabeza y hacerle frente. Habr¨¢ que ver, por supuesto, cu¨¢ndo el cuerpo dice basta y la cabeza no puede por m¨¢s tiempo decir lo contrario.
Hoy voy a lamentar, una vez m¨¢s, que los dirigentes del tenis lleven tanto tiempo sin hacer nada por proteger un poco a los jugadores de una disciplina que, paulatinamente, se ha vuelto demasiado agresiva. Parece que nadie est¨¢ dispuesto a frenar la velocidad de la bola, dificultando, adem¨¢s, la vistosidad de la ejecuci¨®n y de la t¨¢ctica, y a rebajar la brusquedad a la que se somete el cuerpo de los tenistas para devolverla y para mantener, a su vez, la rapidez requerida. Se ha ido optando, en cambio, por alargar mucho m¨¢s los circuitos en pista dura en detrimento de los escasos meses en tierra batida.
El desgaste y el maltrato f¨ªsico son inevitables en nuestro deporte y esto, a mi entender, no deber¨ªa ser as¨ª. El problema se viene evidenciando desde hace tiempo y, ni as¨ª, se ha tomado ninguna medida para aminorar la intensidad de los peloteos y el hecho de que demasiados tenistas de la talla de Gustavo Kuerten, Magnus Norman, Lleyton Hewitt (todos ellos exn¨²meros uno), por nombrar solo unos pocos, tuvieran que retirarse antes de tiempo. No ha sido el caso de Roger Federer, Andy Murray o Rafael, que han disfrutado de carreras muy longevas, pero no por eso, se desmiente el elevado precio que por ello se tiene que pagar.
Yo me mantengo prudente y, ciertamente, complacido de presenciar la gran ovaci¨®n que le dedic¨® el p¨²blico australiano a Rafael cuando se despidi¨® este mi¨¦rcoles en la Rod Laver Arena. Mi esperanza se centra ahora en verlo, una vez m¨¢s, levantado cabeza y luchando por estar en Roland Garros defendiendo sus opciones. Esperemos que su cuerpo responda porque el compromiso y la capacidad de sufrimiento, creo que no le van a faltar.
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