Fernando Gaviria se estrena con el Movistar en la Vuelta a San Juan
El sprinter colombiano se impone en Barreal en la etapa m¨¢s dura y consigue su novena victoria en sus cinco participaciones en la prueba argentina
En la recta de Barreal, entre frondosos ¨¢rboles, el recordman de la hora, Filippo Ganna, una locomotora ¨¦l solo, pero una de alta velocidad, lanza su contrapi¨¦. Un kil¨®metro lanzado. Fuerza y deseo. Tan grande, tan r¨¢pido es, que Fernando Gaviria no podr¨ªa desear un lanzador mejor. El sprinter colombiano mide la distancia, mide su fuerza, calcula la velocidad y se lanza a por el gigante piamont¨¦s en el momento justo para poder llegar a su rueda y superarlo con claridad en los ¨²ltimos metros. Es la primera victoria de Gaviria con el maillot del Movistar. La novena que consigue en las cinco Vueltas a San Juan que ha disputado. Ninguno como ¨¦l, que cierra en Argentina una sequ¨ªa de casi un a?o, pues no ganaba desde el Tour de Om¨¢n en febrero del 22.
¡°Me prepar¨¦ muy bien todo el invierno y hoy se dio. El equipo se comport¨® realmente a la altura, como vienen haciendo toda la semana. Sab¨ªamos que este bloque no era tan puramente de rodadores como el que tienen otros sprinters, pero que el perfil de hoy favorec¨ªa nuestras caracter¨ªsticas. Los chicos hoy fueron los mejores. Todo el equipo trabaj¨® para m¨ª. La buscamos, la merec¨ªamos y la conseguimos¡±, exclam¨® el ciclista de La Ceja, quien no cesa de repetir que sab¨ªa a qu¨¦ equipo ven¨ªa y que no tendr¨ªa lanzadores, pero que no los necesitaba. ¡°El paso de monta?a se hizo muy dif¨ªcil; el calor se ha intensificado en los ¨²ltimos d¨ªas y a todos nos costaba, pero supimos tener la paciencia, pudimos pasar juntos el puerto, mantuvimos la calma y trabajamos hasta meta para lograr esta bonita victoria¡±.
De paso, gracias a la bonificaci¨®n, Gaviria es el nuevo l¨ªder de una carrera que descansa el jueves y el viernes acomete la etapa reina, la subida al Alto Colorado, donde se espera a Remco. Los ciclistas son seres que viven entre el sue?o y la memoria, y el deseo siempre. La memoria es el paisaje. Antes de salir hacia la cordillera por carreteras viejas, Antes de salir hacia la cordillera por carreteras viejas, ?scar Sevilla, el m¨¢s viejo de todos, habla de las carreteras de la Dauphin¨¦, de sus cuestas siempre inc¨®modas, aun sin apariencia de ello, de su asfalto que se pega a las ruedas, gravilla suelta, y, podr¨ªa a?adir, entrando por la puerta de Calingasta, ruta 149, el cerro Alc¨¢zar de los siete colores a su izquierda, y, a su derecha, un r¨ªo de barro y arriba las cimas de los Andes, y algunas con nieve que se confunde con las nubes, el Cerro Mercedario, tan alto, 6.720m, y desde la cima se ve el Pac¨ªfico, Chile a sus pies, que es como entrar en la Caisse D¨¦serte, pues el paisaje es el del Izoard, hijo del polvo y la erosi¨®n, el viento de los Alpes. La memoria de grandes carreras, dice Sevilla, abrir¨¢ el apetito de los m¨¢s grandes, de Egan Bernal, seguro, avisa su amigo, el de Remco Evenepoel, quiz¨¢s, que alg¨²n n¨²mero montar¨¢ en la subida a los m¨¢s de 2.000 metros del mirador de la Gruta de Andacollo.
Egan se mueve, claro, se mezcla con los ciclistas de los equipos de los municipios de San Juan, los ciclistas del pueblo. Su movimiento es fatal para Sam Bennett, el anterior l¨ªder y ganador de la primera etapa, y para Fabio Jakobsen, el sprinter inteligente, que se queda. Ya ha dicho, ha avisado, no trabajar¨¦ para escalar mejor, pues perder¨ªa entonces velocidad. Si hay una monta?a, me quedo. Ya llegar¨¢n m¨¢s etapas. La de Barreal, para Gaviria, que la necesita.
El ciclista habla y a su alma sensible quiz¨¢s le apabulle el paisaje, la memoria, y se sienta m¨¢s cercano a los peones de hacienda de los pueblos de los ¨²ltimos kil¨®metros, casas de adobes, caballos en la puerta, cabras y huertas de ajos y vi?edos, su pobreza, y solo les lleg¨® el agua corriente hace dos a?os, o piensen en los mineros de Veladero, arriba, a casi 5.000 metros, sacando oro para los patrones canadienses de la Barrick Gold Corporation que con sus ganancias ayudan a organizar la carrera. Y quiz¨¢s se sientan, su orgullo, su soledad, como el aromo de Atahualpa Yupanqui, a quien todos envidian su riqueza, su car¨¢cter, su fuerza, su belleza, y ¨¦l pena arraigado en la piedra, y pasado el mirador y su descenso vertiginoso, Egan no se mueve m¨¢s, no se mueve ninguno de los grandes. No atacan. Son campesinos, mineros, trabajan, le dan duro, solidarios, dando su rueda uno a otro, protegi¨¦ndose del viento que arde en abanicos, ciclistas de clase. O es el calor. No es la Dauphin¨¦, no es el Tour, la grandeza es el paisaje, el ciclista sigue en pelot¨®n, disputa el sprint.
Y los Movistar, mineros, campesinos, trabajadores, asombran a Gaviria. ¡°Lo han dado todo por m¨ª¡±, dice el colombiano agradecido, que pen¨® un poco cuando Egan dej¨® a todos sin hipo en el mirador de la Virgen de Andacollo, ya a m¨¢s de 2.000m, su h¨¢bitat. ¡°Cre¨ªan en m¨ª m¨¢s que yo mismo¡±. Ya se lo hab¨ªa dicho Pablo Lastras, el director del equipo, al que tambi¨¦n le maravilla el respeto con el que Gaviria, un sprinter, trata a sus compa?eros, c¨®mo los lidera. ¡°Ya le dije, ¡®Fernando, un tren para las llegadas no tenemos, pero tirar del carro ya sabemos hacerlo bien, ya sabemos...¡±, dice Lastras.
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