Cuando Urruti nos vendi¨® un coche
En los 80, los jugadores abr¨ªan una tienda de deportes o un concesionario cuando se retiraban. Segu¨ªan trabajando: eso que a Vinicius le pareci¨® argumento para humillar a Maffeo
La modernidad baj¨® por la rampa del garaje de casa aquel 1989, cuando el viejo Seat 127 rojo que hab¨ªa conducido mi madre durante a?os fue sustituido por un Lancia Y10 negro. Mi padre trabajaba en una f¨¢brica de coches y mi madre era abogada. Nunca falt¨® del nada. Pero aquel artefacto, un utilitario con elevalunas el¨¦ctrico ¡ªlo m¨¢ximo para la ¨¦poca¡ª, vino acompa?ado de un extra con el que no cont¨¢bamos. Cuando fuimos a recogerlo, nos entreg¨® las llaves Javier Gonz¨¢lez Urruticoechea. O sea Urruti: el h¨¦roe de aquella Liga del 24 de marzo de 1984 en el Nuevo Zorrilla, cuando par¨® un penalti en el minuto 88 a M¨¢gico Gonz¨¢lez y rompi¨® el gafe de los ¨²ltimos 11 a?os. En aquella ¨¦poca los futbolistas se retiraban y montaban tiendas de deportes. O de coches. Se buscaban un trabajo, en suma. Eso que a Vinicius le parece tan horroroso y que, supuestamente, le augur¨® a Maffeo el otro d¨ªa para humillarle. ¡°Nunca tendr¨¢s tanto dinero como yo¡±. Ni tan poca gracia.
Urruti, un tipo fant¨¢stico al que no le importaba eso de trabajar, estaba ah¨ª un s¨¢bado por la ma?ana. Sonri¨®, le dio las llaves del coche a mi madre y me firm¨® una foto. Luego, meti¨® la mano en el caj¨®n de hierro y me ofreci¨® otra estampa para un amigo. Pens¨¦ enseguida en mi primo Eduardo, un llanero solitario del barcelonismo en un fort apache familiar de madridistas. Se la mandamos por correo. Alucin¨®, claro. Y unos meses despu¨¦s, cuando fui a verle a Madrid, descubr¨ª que la hab¨ªa colgado al lado de su cama con dos alfileres tan fr¨¢giles como, desgraciadamente, se demostrar¨ªa luego su barcelonismo. Fue cuesti¨®n de poco tiempo que comunicase la noticia: se hab¨ªa pasado al Madrid. Mi t¨ªo Manolo le hab¨ªa convencido de que la pureza solo viste de blanco y que las rayas azul y grana eran churretones de grasa, ¡°manchas de bollycao¡± o de alguna otra bajeza gastron¨®mica. As¨ª se constru¨ªa a un madridista.
Urruti habr¨ªa cumplido esta semana 71 a?os. Y har¨¢ ya 39 de aquella Liga que ganamos con Schuster, Calder¨¦, Carrasco, Julio Alberto, Migueli y Terry Venables en el banquillo. Pero, en realidad, me acord¨¦ de la historia el otro d¨ªa al escuchar que Marie Kondo, esa samur¨¢i de los armarios, hab¨ªa renunciado a sus espartanos principios despu¨¦s de forrarse con varios libros y Ted talks dando la lata sobre las virtudes del orden. Su biograf¨ªa ¡ªtres hijos, concretamente¡ª hab¨ªa provocado ese violento volantazo. Pero poca gente es capaz de cambiar el rumbo as¨ª, menos todav¨ªa de pasarse al equipo rival a una edad en la que uno ya sabe leer.
Italia es el para¨ªso del transfuguismo. Tambi¨¦n en el f¨²tbol. Giorgia Meloni, al parecer, pas¨® de la Lazio a la Roma. Pero tambi¨¦n dijo que Alemania le provocaba urticaria y ah¨ª estaba esta semana haciendo bromas con el canciller Scholz. Tambi¨¦n Emilio Fede, un famoso presentador de televisi¨®n, sucumbi¨® al poder de Silvio Berlusconi, su jefe entonces, y cambi¨® la Juventus por el Milan del Cavaliere. Fue condenado en uno de los juicios por inducci¨®n a la prostituci¨®n contra Berlusconi. Hoy dice que es del Napoli.
Urruti muri¨® en un accidente de tr¨¢fico en las rondas de Barcelona. Volv¨ªa a las tres de la ma?ana de cenar en Vilanova despu¨¦s de pasar un d¨ªa jugando a golf, su deporte favorito. No llevaba cintur¨®n y sali¨® despedido cuando su Mercedes embisti¨® una de las medianas. Cuando me enter¨¦ de la noticia yo ya iba a la universidad, pero todav¨ªa usaba para casi todo lo que se pod¨ªa usar aquel min¨²sculo coche que nos vendi¨® casi 20 a?os atr¨¢s. Me acord¨¦ de ¨¦l, de cuando ¨¦ramos pobres ¡ªen t¨ªtulos¡ª y ganar era un lujo como bajar la ventanilla de un utilitario apretando un bot¨®n. Y tambi¨¦n de mi primo Eduardo, claro. Ojal¨¢ un d¨ªa pueda comprarle un coche a Vinicius.
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