La lucha de miedos siempre la gana el Real Madrid
El City, que ya experiment¨® esa fuerza entre mitol¨®gica y esot¨¦rica, no podr¨¢ dormir tranquilo sabiendo que en el Bernab¨¦u ocurren cosas inimaginables

Pasi¨®n sin eco
El City es un equipazo que carece de contexto. Contexto hist¨®rico porque le faltan ra¨ªces y emocional porque su afici¨®n no acaba de cre¨¦rselo. Eso me pareci¨® entender en el enfrentamiento contra el Bayern, donde la calidad del partido, el estatus del rival y la contundencia del resultado no tuvieron el eco popular que merec¨ªa. Una alegr¨ªa sin locura, como si los espectadores no se constituyeran a¨²n en una afici¨®n capaz de jugar el partido. Una pasi¨®n, en fin, que no asusta. Al triunfo llegaron porque tienen criterio colectivo, talento lujoso en todos los sectores del campo y los regalos inesperados de Upamecano, m¨¢s preocupado por controlar a Halaand que al bal¨®n. V¨ªa de agua responsable de una inundaci¨®n. Tres goles de diferencia son muchos goles. Pero el Bayern tiene historia, equipo y afici¨®n. Una fuerza orgullosa que, desatada, le puede hacer al City un Bernab¨¦u.
Una historia de terror
Y si el City resiste es muy probable que le espere el Bernab¨¦u de verdad, el aut¨¦ntico. El City es una m¨¢quina que lleva a?os bien engrasada y que ha sido potenciada por la energ¨ªa entre animal y cibern¨¦tica de Halaand. Dan miedo. Pero ya que hablamos de miedo, nada impone m¨¢s que el Bernab¨¦u con su esqueleto renovado y la memoria intacta. El City, que ya experiment¨® esa fuerza entre mitol¨®gica y esot¨¦rica, no podr¨¢ dormir tranquilo sabiendo que en el Bernab¨¦u ocurren cosas inimaginables. Esa literatura fant¨¢stica se apoder¨® ya de toda Europa a fuerza de ver que all¨ª, unos pocos minutos, valen por 180. M¨¢s que m¨¢gico tiene que ver con la ciencia de Modric y Kroos, la urgencia de Vinicius, la paciencia de Benzema y, si la circunstancia lo pide, la supervivencia que representa Courtois. Por una cosa o por otra, la lucha de miedos siempre la gana el Madrid.

Oferta, demanda¡
Est¨¢bamos a principios de los a?os noventa y se jugaba en Tokio un partido de viejas glorias. Algunos compa?eros estaban bien y a¨²n atra¨ªan el inter¨¦s de mercados atractivos. Uno de ellos, c¨¦lebre, quer¨ªa prolongar su carrera en Jap¨®n y fij¨® una reuni¨®n con el directivo de un equipo a la que se present¨® con un compa?ero que hizo de traductor. El japon¨¦s hablaba un poco de ingl¨¦s, el traductor otro poco y, como los dos pocos no daban para mucho, tras los saludos se pas¨® a la cuesti¨®n cr¨ªtica. El japon¨¦s pregunt¨® cu¨¢nto quer¨ªa ganar. El jugador, despu¨¦s de pensarlo m¨¢s de la cuenta, dijo: ¡°cuatrocientos mil d¨®lares¡±, y dej¨® que el traductor hiciera su trabajo mientras ¨¦l clavaba la mirada en el japon¨¦s para ver c¨®mo reaccionaba. El tipo escuch¨® sin mover una pesta?a. Ante semejante indiferencia, el jugador, elevando la voz de un modo abrupto, corrigi¨®: ¡°?quinientos mil!¡±.
¡ y locura
Para alivio de los protagonistas el japon¨¦s no pertenec¨ªa a la ¡°Yakuza¡±, pero aquello no termin¨® bien. El contenido de la an¨¦cdota es de una ingenuidad propia de aquellos tiempos y en cuanto a la cifra, hoy al alcance de un jugador del Castilla, produce hasta ternura escribirla. La record¨¦ cuando se public¨® la oferta pornogr¨¢fica que el f¨²tbol saud¨ª le hizo a Messi: cuatrocientos millones. Es el precio que vale sacar a un genio del foco competitivo para llevarlo a un pa¨ªs riqu¨ªsimo y apasionado, pero intrascendente en t¨¦rminos futbol¨ªsticos. No me gustar¨ªa ser Messi (mentira, me encantar¨ªa) y tener que decidir entre el exilio millonario, quedarse en el PSG o volver al Bar?a. Yo le aconsejar¨ªa que, en la mesa de negociaciones, dijera: ¡°?quinientos!¡±, en la seguridad de que a su interlocutor, como a aquel japon¨¦s, no se le mover¨¢ una pesta?a.
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