?Qu¨¦ pensar¨¢n los hijos?
Por muchas medidas que se tomen hay cuestiones que necesitan de cada uno de los que asistimos a los estadios para que se puedan subsanar y que no es cosa de protocolos, normativas, ni c¨¢maras, sino de implicaci¨®n
Era un s¨¢bado por la tarde del invierno de 1979, llov¨ªa, jug¨¢bamos fuera y el partido se disputaba a las 15.00, no por no coincidir con ninguno televisado sino por la simple raz¨®n de en aquel entonces los campos de Tercera Divisi¨®n, la Primera RFEF actual, no contaban con luz artificial y hab¨ªa que aprovechar cada rayo de luz para jugar el partido. El c¨¦sped estaba, como siempre, pesado, h¨²medo y resbaladizo y nosotros necesit¨¢bamos ganar para seguir en la parte alta de la tabla, un lugar donde nadie nos esperaba pero que partido a partido hab¨ªamos ido consolidando. El partido empez¨® de tanteo, poco juego, nada, en medio campo y mucho bal¨®n largo, mucha disputa, mucho bal¨®n dividido, mucha falta, aquel f¨²tbol. No hab¨ªa pasado nada en las ¨¢reas pero detr¨¢s de mi porter¨ªa se mov¨ªa nervioso un seguidor rival que mezclaba gritos a favor de su equipo con unos cuantos insultos, imprecaciones y frases de desprecio para los m¨ªos. Visto que no consegu¨ªa ning¨²n resultado empez¨® a fijar su objetivo en el jugador contrario que estaba m¨¢s cerca: nuestro portero, mi espalda. Solo recuerdo que repas¨® todas las opciones insultadoras que hab¨ªa, en euskera y en castellano, doble raci¨®n, hasta que un bal¨®n sali¨® fuera de puerta y la pelota rod¨® hasta la valla que separaba el campo de la grada. Yo me dirig¨ª pausado hacia el esf¨¦rico, el resultado nos ven¨ªa bien y aunque todav¨ªa no hab¨ªa conocido a Johan para saber que cuando el rival quiere jugar r¨¢pido t¨² debes ir lento, algo de eso intu¨ªa. Llegu¨¦, llegamos, a la pelota a la vez, el hincha desaforado y yo, recog¨ª con mimo el bal¨®n mientras cerraba mentalmente mis o¨ªdos, mi mente, y en ese segundo exacto levant¨¦ la mirada y le dije en voz baja, casi susurrado: ¡°Qu¨¦ pensar¨ªan tus hijos si te vieran en este momento¡±.
El efecto fue casi m¨¢gico y donde ten¨ªa alboroto, ruido y desprecio, todo se convirti¨® en silencio, abrumador silencio.
El partido discurri¨® favorable a nuestro equipo, ganamos y tras la correspondiente ducha, sal¨ª de los vestuarios, entonces tambi¨¦n de los ¨²ltimos, para encontrarme con mi padre y volver a Aretxabaleta juntos cuando se nos acerc¨® un se?or a quien no conoc¨ªamos y que lo primero que nos dijo fue: ¡°Perd¨®n¡±.
Era el aficionado exaltado que se hab¨ªa dado cuenta de que su actitud no era la adecuada y que demandaba una cierta y cat¨®lica absoluci¨®n de mi parte. Le dijimos que no hab¨ªa problema, que el f¨²tbol saca, a veces, una pasi¨®n desmedida y con ello, tambi¨¦n a veces, lo peor de nosotros. Alg¨²n abrazo de despedida, buenos deseos para el futuro y marchamos hacia el coche, que ya era de noche, llov¨ªa y ten¨ªamos una hora de viaje hasta casa.
En algo de eso pensaba cuando ve¨ªa a Vinicius se?alar a quienes le estaban insultando y recordaba la capacidad que tiene el profesional del f¨²tbol para abstraerse del ambiente pero, a su vez, poder ponerle cara en determinados momentos a los insultos y las actitudes m¨¢s exacerbadas.
Y entend¨ªa que por muchas medidas que se tomen hay cuestiones que necesitan de cada uno de los que asistimos a los estadios para que se puedan subsanar y que no es cosa de protocolos, normativas, ni c¨¢maras, sino de implicaci¨®n de cada uno de nosotros para que ese tipo de actitudes no se den en nuestro entorno. Para que si sale lo peor de nuestra personalidad alguien nos recuerde lo que pensar¨ªan los nuestros si nos vieran en tan abyecta actitud, esa que insulta escondida y justificada en la masa.
Una hora despu¨¦s del partido de Mestalla me pon¨ªa, otra vez, delante de la tele para ver el Sevilla-Betis y fui otro testigo de la acogida del p¨²blico de Nervi¨®n a Joaqu¨ªn. Parece que esto ha quedado en simple rivalidad sevillana, derbi, pasi¨®n y tantas historias vividas, pero no s¨¦ yo si los padres de los que insultaban al 17 verdiblanco estar¨ªan muy satisfechos.
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