El olor de los cromos
Cualquiera puede acceder hoy al detalle m¨¢s insignificante de sus ¨ªdolos. Hoy puedes ver al ¨ªdolo comiendo espagueti o veraneando en Ibiza y darle un like
La caja. Yo no s¨¦ a qu¨¦ ol¨ªa la magdalena de Proust; la m¨ªa huele a paquete de cromos. Olor a papel guillotinado y a pegamento adhesivo. Olor, tambi¨¦n, a nueva temporada despu¨¦s de ramonesdecarranza y domingos sin emoci¨®n. Es el olor que desprende la pasi¨®n inherente al coleccionismo, a la fuerza hipn¨®tica de las reliquias. Vuelvo a ellas. Abro la vieja caja y los saco de su letargo. Sus caras no han envejecido. Tomo algunos al azar: Miguel Porl¨¢n, Chendo, nacido en Totana. Juanele, 1,75 de altura. Soloz¨¢bal, cumple a?os el 14 de septiembre. Guardiola, nacido en Santpedor, qui¨¦n sabe d¨®nde est¨¢ Santpedor. Ra¨²l, de blanco Kelme y morado Teka, cromo de ?ltima Hora: ¡°H¨¢bil, inteligente, r¨¢pido y valiente, tiene todas las cualidades para ser una gran figura¡±, dice el reverso. Cierro la caja.
El misterio. No ensayo aqu¨ª nostalgias est¨¦riles ni odas pat¨¦ticas a la infancia de ayer. Tampoco es odio al f¨²tbol moderno. Solo busco explicaci¨®n a una duda: por qu¨¦ la fuerza evocadora de los cromos de f¨²tbol es irreproducible, hoy, en una mano infantil. Y lo primero que pienso es en una palabra: misterio. El misterio de las religiones, el aura de lo m¨ªstico. ?Qu¨¦ si no eran las estampitas de santos que coleccionaban nuestras abuelas? Al soci¨®logo Enrique Carretero, autor de La religi¨®n esf¨¦rica, le le¨ª una interesante reflexi¨®n. Un paralelismo entre lo lit¨²rgico de las religiones y el imaginario futbol¨ªstico repleto de mitos, h¨¦roes y leyendas. ¡°Para las generaciones anteriores ¨Cescribe Carretero¨C, la colecci¨®n de cromos serv¨ªa como medio de comunicaci¨®n fantasiosa con el ¨ªdolo durante su ni?ez, a trav¨¦s de una fotograf¨ªa estampada sobre una cuartilla de papel. Aunque la comunicaci¨®n no fuese interactiva, dado el mutismo del ¨ªdolo, este m¨¦todo desplegaba la magia de la infancia en la persecuci¨®n de una comunicaci¨®n personal¡±. Quien habla solo espera hablar a Messi un d¨ªa. Pero esa concepci¨®n del cromo ha caducado ante un competidor inalcanzable: las redes sociales. Cualquiera puede acceder hoy al detalle m¨¢s insignificante de sus ¨ªdolos. Ya no es la estampita con un rostro y cuatro datos; todo lo dem¨¢s quedaba envuelto por el misterio de lo ignoto, la seducci¨®n de lo desconocido. Hoy, en cambio, puedes ver al ¨ªdolo comiendo espagueti o veraneando en Ibiza. Puedes darle un like, decirle Gavi eres el mejor, creer que te est¨¢ leyendo, so?ar que te responder¨¢. Lo divino y lo mundano en el mismo espacio, sin cancela de separaci¨®n. Fin de la magia. Fin del misterio. Fin de la imaginaci¨®n.
La ilusi¨®n. El verano pasado me invent¨¦ una colecci¨®n de cromos. Bueno, dos. En el fragor del Mundial, y con la ca¨ªda de la amada Holanda, pens¨¦ en reunir todos los cromos de las selecciones holandesas desde que Panini inici¨® la colecci¨®n del Mundial (1970). Despu¨¦s ide¨¦ otra colecci¨®n: conseguir los cromos de todas las selecciones vencedoras desde M¨¦xico ¡®70 hasta Qatar ¡®22. De la serie holandesa me faltan cinco cromos. De las campeonas tambi¨¦n: cinco de 250. Ha sido una curiosa experiencia (seamos indulgentes) rastrear uno a uno cada cromo, encontrarlos en sitios rec¨®nditos y descubrir a tantos adultos que mantienen viva esa pasi¨®n. Cuentan la extra?a felicidad de recibir una carta de Francia, de Italia o de la otra punta de Espa?a y ver el cromo deseado. Doy fe. Pronto llegar¨¢ el nuevo ¨¢lbum, los nuevos cromos, el nuevo-viejo olor. Lo dijo Segismundo: ?Qu¨¦ es la Liga? Una ilusi¨®n, una sombra, una ficci¨®n, y el mayor bien es peque?o; que toda la vida es sue?o, y los cromos, sue?os son.
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