El d¨ªa que la realidad super¨® a la ficci¨®n en Sud¨¢frica
Los Springboks se miden a los All Blacks en la final del Mundial 28 a?os despu¨¦s del triunfo como anfitriones que consolid¨® su reconciliaci¨®n nacional
Para la mayor¨ªa de los sudafricanos, los All Blacks eran un aliado, el enemigo de sus enemigos. El rugby era un elemento de dominaci¨®n del apartheid, la discriminaci¨®n racial llevada a las estructuras del Estado. Por eso deseaban la victoria de Nueva Zelanda cuando se med¨ªan a los Springboks, como un soplo de democracia, un pinchazo a la dictadura. La inteligencia pol¨ªtica de Nelson Mandela, que us¨® el rugby como arma de integraci¨®n, transform¨® aquellos haters con causa en defensores de una misi¨®n nacional. La final del Mundial de 1995, la ¨²nica que han disputado ambos pa¨ªses, elev¨® a Sud¨¢frica frente al gigante Jonah Lomu. Ambos se citan de nuevo este s¨¢bado en Par¨ªs (21.00, Movistar), los dos tricampeones en busca del cuarto t¨ªtulo.
El franc¨¦s Abdelatif Benazzi llor¨® porque su ensayo no subi¨® al marcador en las semifinales del 95, pero lo acept¨® tras ver la final. ¡°Era m¨¢s importante que no estuvi¨¦ramos all¨ª. Lo que estaba ocurriendo ante nuestros ojos era m¨¢s importante que un partido de rugby¡±. Mandela abog¨® por acabar con el aislamiento internacional de los Springboks ¨Cel grueso del rugby internacional lo secundaba contra el apartheid¨C y convirti¨® en Mundial en suelo propio en un arma de reconciliaci¨®n, un doble reto porque requer¨ªa el perd¨®n de los suyos y la confianza de los afrik¨¢ners, que recelaban de su presidencia y contemplaban alternativas militares.
El rugby fue un regalo de Mandela a sus carceleros durante tres d¨¦cadas a cambio de nada. De hecho, los primeros partidos de la reinstaurada Sud¨¢frica estaban llenos de banderas del apartheid. Su persistencia desemboc¨® aquel 24 de junio de 1995 con 62.000 aficionados coreando su nombre en Ellis Park, en lo que era un enclave enemigo como Johannesburgo, al verle con la el¨¢stica. El premio tras soportar sonoros abucheos en las barriadas donde creci¨®, entre los suyos, espantados ante esa camiseta verde y oro.
Su misi¨®n cont¨® con dos figuras clave en un equipo totalmente blanco, con la excepci¨®n del mestizo Chester Wiliams. La primera, Morn¨¦ du Plessis, el gran capit¨¢n de los 70 convertido en seleccionador, que representaba a esa parte de la sociedad blanca inc¨®moda con el apartheid. La otra fue el capit¨¢n, Francois Pienaar, el perfil apol¨ªtico, centrado en el rugby. Cuando Mandela a?adi¨® el Nkosi Sikelel¡¯ iAfrika, una canci¨®n de protesta de su pueblo, como himno, mantuvo el anterior, un gui?o al antiguo r¨¦gimen, y consigui¨® que los jugadores cantaran ambos; el segundo, en xhosa. El Mundial se acercaba, la plantilla se emocionaba con la letra y la comunidad negra les paraba por la calle ante su asombro.
Pero ganar la final ante uno de los equipos m¨¢s formidables de la historia era otro cantar. Con un Jonah Lomu que ven¨ªa que abrasar a Inglaterra con cuatro ensayos en semifinales. ¡°Era la monta?a que ten¨ªamos que escalar¡±, resumi¨® el apertura que anot¨® la patada de la victoria, Joel Stransky. Su primer defensor era James Small, cuyo tama?o, 30 kilos menos, hac¨ªa honor a su apellido. Cuando el neozeland¨¦s avanz¨® durante la haka, se dirigi¨® a ¨¦l para intimidarle, pero su compa?ero Kobus Wiese se interpuso. La prueba fehaciente del mensaje que le hab¨ªa dado Chester Williams. ¡°Lo ¨²nico que tienes que hacer es contenerlo y nosotros acudiremos¡±. Un trabajo en equipo, no exento de dureza, que anul¨® al mejor anotador del mundo.
No fue una final de fuegos artificiales ¨Cno hubo ensayos¨C sino de intensidad. Dos equipos guardando sus l¨ªneas, una guerra de trincheras. Y el factor cancha jug¨® un papel crucial, con Mandela en el epicentro. ¡°Les o¨ªmos corear su nombre y pensamos: ?C¨®mo vamos a derrotar a esos cabrones?¡±, reconoci¨® a?os despu¨¦s el capit¨¢n de los All Blacks, Sean Fitzpatrick, en una frase recogida en el libro El Factor Humano, de John Carlin. Cuando acab¨® el partido, Pienaar matiz¨® la pregunta del periodista cuando le pregunt¨® por el p¨²blico. ¡°No ten¨ªamos 62.000 aficionados, ten¨ªamos a 43 millones de sudafricanos¡±. Esas barriadas negras euf¨®ricas.
Fue la ¨²nica final que ha perdido Nueva Zelanda, mientras Sud¨¢frica ha ganado las tres que ha disputado. Los Springboks les dieron en Londres un correctivo en el ¨²ltimo partido que han disputado, en agosto (7-35). Pero los All Blacks llegan en trayectoria ascendente tras caer en el duelo inaugural ante Francia, esgrimen una defensa disciplinada que apenas comete faltas y su talento sin parang¨®n en ataque.
La integraci¨®n racial de los Springboks no ha cambiado su estilo, un reto f¨ªsico de primer orden, con el empuje eterno de su delantera, aut¨¦nticos velocistas en las bandas y pateadores solventes. Siya Kolisi, su primer capit¨¢n negro, el que levant¨® el t¨ªtulo en 2019 en Yokohama, es un digno sucesor de Pienaar. Y comparte ese n¨²mero seis que llevaba Mandela a la espalda.
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